Righteousness and the tragic clown.
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MISSION: THE SHADOW OF EUTHA PT.1【と巨像 EUTHA PT.1 】
Eutha, un lugar de meros prejuicios. En donde los que carecían de valentía y vigor se atrevían a entrar por los turbulentos caminos del mismo lugar. Oscuro, lleno de tinieblas y malicia. Eso era esta zona de todo Aeon. Ojos que te asechaban entre las cordilleras, arbustos, árboles altos y esperaban la señal para atacarte, sin compasión. Borrando todo peligro que en ti pueden ver y proteger lo que es suyo por derecho. Su territorio, su hábitat, su Eutha. Entre los árboles y la densa niebla oscura se encontraba el trágico payaso, esperando a su compañero colgando de su mano sus clavas preparadas para la acción, mientras que el muchacho de apariencia terrorífica suspiraba y su aliento podía contemplarse debido a las bajas temperaturas del lugar, era de noche y la oscuridad tomada de la mano del lugar hacia su papel en el espectáculo, divirtiendo sin fin a SPECT.
—¿En donde estará la carne fresca?— murmuró para sí, refiriéndose al otro que había aceptado la misión que el sistema había otorgado y que estos dos habían aceptado, no se conocían, ni siquiera se habían tratado antes, el rubio tardaba impacientando a SPECT. El pálido ya estaba ansioso de culminar la misión y podía imaginarse como sería el jefe, y como se le daba su recompensa en sus manos y para entonces, irse del lugar a esperar otra misión que le resultase interesante. Todo tenía su tiempo, debía esperar a aquel rubio, lo más probable era que estaría culminando asuntos con EVE con respecto a la misión, pero era de esperar que a SPECT no le importase en lo más mínimo, le daba igual. Solamente quería cumplir con su misión, conseguir su recompensa e irse al carajo y desvanecer entre las sombras de todo Aeon. Pero, SPECT tenía que tener en cuenta que esto era un asunto serio, una misión. Mantén la calma, muchacho, ya podrás matar a otros jugadores por mera diversión, pero recuerda que no puede ser el rubio, tiene que llegar sano para recibir su recompensa también. Tu no estás trabajando solo ahora, chico.
—¿En donde estará la carne fresca?— murmuró para sí, refiriéndose al otro que había aceptado la misión que el sistema había otorgado y que estos dos habían aceptado, no se conocían, ni siquiera se habían tratado antes, el rubio tardaba impacientando a SPECT. El pálido ya estaba ansioso de culminar la misión y podía imaginarse como sería el jefe, y como se le daba su recompensa en sus manos y para entonces, irse del lugar a esperar otra misión que le resultase interesante. Todo tenía su tiempo, debía esperar a aquel rubio, lo más probable era que estaría culminando asuntos con EVE con respecto a la misión, pero era de esperar que a SPECT no le importase en lo más mínimo, le daba igual. Solamente quería cumplir con su misión, conseguir su recompensa e irse al carajo y desvanecer entre las sombras de todo Aeon. Pero, SPECT tenía que tener en cuenta que esto era un asunto serio, una misión. Mantén la calma, muchacho, ya podrás matar a otros jugadores por mera diversión, pero recuerda que no puede ser el rubio, tiene que llegar sano para recibir su recompensa también. Tu no estás trabajando solo ahora, chico.
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Re: Righteousness and the tragic clown.
La noche era bella en Eutha: la ficticia luna emulaba un perfecto brillo en lo alto de las nubes grisáceas, y el frío, pese a su terrible pesadez, no solía detener el progreso de los aventureros en búsqueda de resolución o retos de vida. Pero si uno visualizaba hacia delante y se focalizaba en las ruinas de la lejanía, claramente entendía porque evitaban profundizar en dicha zona. Una plena necrópolis bien lo dice la guía interina de Aeon; los muros se han tornado negros y el aire hiede a cadáver, para arrematar con esta mortífera combinación natural criaturas viles y poco comunes asechan en cada esquina... incluyendo a aquel muchacho de apariencia "diferente" a lo que solía atestiguar en mis viajes del universo. Su mirada... llena de una malicia pura me incitaba a tomar de mi espada por lo bajo de la mirada y mantenerme en una postura defensiva, en cualquier caso de que aquel sujeto se tornara hostil.
—Hola... ¿Tu eres el usuario SPEC? —pregunté con cierta inseguridad no porque se tratara de un desconocido, sino porque presentí que su naturaleza se asemejara a la de un virus del sistema— Mucho gusto, yo soy el programa Judge Arbiter Saganiel... puedes llamarme Saga o Saganiel.
Mucité por lo bajo para no alerta a otra clase de entidades cercanas, además de que seguía desconcertado por la naturaleza del chico que colgaba en las alturas. Una misión dura nos esperaba, pero podría volverse más dura si no conocía bien a mis aliados.
—Hola... ¿Tu eres el usuario SPEC? —pregunté con cierta inseguridad no porque se tratara de un desconocido, sino porque presentí que su naturaleza se asemejara a la de un virus del sistema— Mucho gusto, yo soy el programa Judge Arbiter Saganiel... puedes llamarme Saga o Saganiel.
Mucité por lo bajo para no alerta a otra clase de entidades cercanas, además de que seguía desconcertado por la naturaleza del chico que colgaba en las alturas. Una misión dura nos esperaba, pero podría volverse más dura si no conocía bien a mis aliados.
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Re: Righteousness and the tragic clown.
Esta situación ya me había pasado anteriormente, y no era algo tan agradable debido a la situación en la que me encontraba: una misión complicada en plena sombra de la noche, y dentro de una zona poco conocida o explorada... ¿Cuál era el evento trágico? que mi compañero, Spec, había sido deslogueado del sistema, temporalmente aparente. Este fenómeno ocurría cada cuanto en el transcurso de una misión, pero casualmente me habían tocado estas situaciones antes de iniciar una... ¿Acaso el sistema quiere que haga ciertas misiones solo? imposible, no existe individualidad como programa dentro de la lógica de Aeon. Son meras casualidades.
—... Entonces seré yo solo contra la sombra de Eutha, ¿eh? —dije con cierta duda en mi voz, pues la zona era totalmente desconocida para mi—. De acuerdo... siempre quise explorar esta zona.
Triunfante, opté por encaminarme por aquella breve facción de naturaleza muerta que daba la bienvenida a dicha necrópolis. Desde la distancia se apreciaban las "capas" de las cuales estaba compuesta aquel viejo poblado: el bosque entrante, la gran muralla, una torre y, finalmente, la ciudad destruida. Una hermosa vista, pensé, si no fuese por la perpetua oscuridad que extrañamente recubría la zona. En silencio se andaría uno por ahí, en un total silencio. Demasiado, diría yo.
—¡AUH! ¡Quién anda ahí! —exclamé con firmeza cuando sentí un ligero corte por encima de mi nuca y observando a mi alrededor, tratando de localizar la fuente de mi herida—. ¡Muéstrate!
Tomando mi trozo de auracita por encima de mi frente, pude iluminar la pequeña área que conformaba mi sostén. Tierra con huesos, nada anormal para aquella ambientación. A los lados se movían varios arbustos secos y las ramas de los marchitos árboles onduleaban de una lado a otro: señal de que "algo" me asechaba. Así lo era. Di un salto hacia atrás y me coloqué en posición defensiva —espada al frente y en paralelo a mi columna— mientras esperé que mis atacantes dieran la cara.
—Jorogumos —reiteré al tratar de impactar en el rostro de una de mis atacantes—. Estas criaturas antiguas no se mostraban muy seguido en el ecosistema de Aeon, debido a su grado de letalidad ponsoñoza. Mitad demonios, mitad arañas, estas mujeres de ojos carmesí solían emboscar a sus presas por medio de ataques directos e inyectándoles su mortífero fluido, o empleaban redes de seda tan fina y dura que era practicamente impermeable a los cortes. Y caí ante sus artimañas, pues ese paso que di sirvió solo para envolverme de lleno en una red recién construída. Veloces y astutas, asumí cuando noté que docenas de ojos rojos se me acercaban de frente... ¿Mi fin tan rápido?
—... Entonces seré yo solo contra la sombra de Eutha, ¿eh? —dije con cierta duda en mi voz, pues la zona era totalmente desconocida para mi—. De acuerdo... siempre quise explorar esta zona.
Triunfante, opté por encaminarme por aquella breve facción de naturaleza muerta que daba la bienvenida a dicha necrópolis. Desde la distancia se apreciaban las "capas" de las cuales estaba compuesta aquel viejo poblado: el bosque entrante, la gran muralla, una torre y, finalmente, la ciudad destruida. Una hermosa vista, pensé, si no fuese por la perpetua oscuridad que extrañamente recubría la zona. En silencio se andaría uno por ahí, en un total silencio. Demasiado, diría yo.
—¡AUH! ¡Quién anda ahí! —exclamé con firmeza cuando sentí un ligero corte por encima de mi nuca y observando a mi alrededor, tratando de localizar la fuente de mi herida—. ¡Muéstrate!
Tomando mi trozo de auracita por encima de mi frente, pude iluminar la pequeña área que conformaba mi sostén. Tierra con huesos, nada anormal para aquella ambientación. A los lados se movían varios arbustos secos y las ramas de los marchitos árboles onduleaban de una lado a otro: señal de que "algo" me asechaba. Así lo era. Di un salto hacia atrás y me coloqué en posición defensiva —espada al frente y en paralelo a mi columna— mientras esperé que mis atacantes dieran la cara.
—Jorogumos —reiteré al tratar de impactar en el rostro de una de mis atacantes—. Estas criaturas antiguas no se mostraban muy seguido en el ecosistema de Aeon, debido a su grado de letalidad ponsoñoza. Mitad demonios, mitad arañas, estas mujeres de ojos carmesí solían emboscar a sus presas por medio de ataques directos e inyectándoles su mortífero fluido, o empleaban redes de seda tan fina y dura que era practicamente impermeable a los cortes. Y caí ante sus artimañas, pues ese paso que di sirvió solo para envolverme de lleno en una red recién construída. Veloces y astutas, asumí cuando noté que docenas de ojos rojos se me acercaban de frente... ¿Mi fin tan rápido?
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Re: Righteousness and the tragic clown.
—Hmph, Hmph, Hmph
En vano intentaba liberarme de aquella seda tan fina, pues sus propiedades las desconocía todavía. Y en aquel capullo donde me tenían preso estas criaturas arácnidas, me era imposible aún más deducir en que zona me estaba aventurando —involuntariamente, claro—. Al cabo de una media hora, noté que se detuvieron y ahora abrían aquel huevo donde me habían atrapado. El hambre se notaba, así que no me detendría en evitar ser su aperitivo principal. Fieramente, apliqué mi autohechizo Reikaishou para reducir el daño que sus mordidas me ocasionarían; sacrificando un poco la propia integridad, decidí que sus mandibulas rozaran mis brazos y piernas, con tal de que aquel filo único pudiera deshilar esta impregnable red.
—¡Maldición! —grité mientras una Jorogumo comenzaba a devorar mi brazo izquierdo, pero gracias a ello ya estaba libre—. ¡Aléjense!
Con un ondular de mi alargado sable, pude rasgar fuertemente el rostro de aquella araña que se relamía las mandíbulas de placer por comer una vez más, y también noté que uno de sus colmillos se había desprendido. Un utensilio temporal, pensé estratégicamente. Solté por un momento a mi confiable Claimh Solais y tomé con fuerza aquella daga envenenada-improvisada: de un solo golpe pude penetrar el craneo de la otra criatura que casi me inyecta su letal veneno. El chillido que generó desde su interior me indicó que su muerte era segura e instantánea. Solo quedaba una más, la cual no actuaba como sus posibles hermanas: entendió que no era una presa cualquiera y, de un salto, se posicionó en el techo, ocultándose en la oscuridad, planeando su ataque letal.
Al cabo de unos pocos minutos, cortando de poco en poco la red, pude liberarme y observar má detenidamente hacia donde me habían llevado: un cuarto de concreto y ladrillo lleno de esqueletos y polvo en montones, a su vez de ciertas reliquias que adornaban el lugar cuando aún relucía su gloria. Desde la enorme grieta a manera de ventanal, se podía visualizar el pequeño bosque por donde había llegado. La distancia recorrido fue moderada, como un kilómetro aproximadamente, y en cierta forma las criaturas me ayudaron a alcanzar mi objetivo.
—Según la nota de la misión, la información está resguardada en una caja rúnica, en la zona de muralla... —me dije a mi mismo mientras verificaba que la zona a la que se refería podría incluir a esta torre de las Jorogumo—... ¿Encontraré algo aquí? si recolectan la mayoría de lo que ven, tengo una probabilidad de hayar esa caja aquí mismo.
Y así fue como me vi inmerso en montones de polvo, telaraña vieja y espadas oxidadas. Precisamente, en un montón de huevesillos de araña, una peculiar cajita dorada me saludaba con su brillo, muy diferente a lo que se podía percibir aquí en Eutha. Cuando la tomé, escuché un único paso a mis espaldas. Sabía que la araña había planeado algo... pero no sabía que ese algo involucraba traer al rey de las Jorogumo. La tarántula negra de diez metros de ancho casi me envolvía con solo su color, y su mirada saboreaba mi carne de datos.
—Vaya, vaya —hablo con una gruesa voz el animal—. ¿Qué alimento nos ha traído el mundo de los bordes?
Sin entrar en detalles de su gran evolución o, provocándolo más aún del reto que podría considerarse, me aventé hacia el abismo, por la grieta de la torre, con arma y caja en manos, listo para defenderme durante la caída y en mi escape del nido infernal.
En vano intentaba liberarme de aquella seda tan fina, pues sus propiedades las desconocía todavía. Y en aquel capullo donde me tenían preso estas criaturas arácnidas, me era imposible aún más deducir en que zona me estaba aventurando —involuntariamente, claro—. Al cabo de una media hora, noté que se detuvieron y ahora abrían aquel huevo donde me habían atrapado. El hambre se notaba, así que no me detendría en evitar ser su aperitivo principal. Fieramente, apliqué mi autohechizo Reikaishou para reducir el daño que sus mordidas me ocasionarían; sacrificando un poco la propia integridad, decidí que sus mandibulas rozaran mis brazos y piernas, con tal de que aquel filo único pudiera deshilar esta impregnable red.
—¡Maldición! —grité mientras una Jorogumo comenzaba a devorar mi brazo izquierdo, pero gracias a ello ya estaba libre—. ¡Aléjense!
Con un ondular de mi alargado sable, pude rasgar fuertemente el rostro de aquella araña que se relamía las mandíbulas de placer por comer una vez más, y también noté que uno de sus colmillos se había desprendido. Un utensilio temporal, pensé estratégicamente. Solté por un momento a mi confiable Claimh Solais y tomé con fuerza aquella daga envenenada-improvisada: de un solo golpe pude penetrar el craneo de la otra criatura que casi me inyecta su letal veneno. El chillido que generó desde su interior me indicó que su muerte era segura e instantánea. Solo quedaba una más, la cual no actuaba como sus posibles hermanas: entendió que no era una presa cualquiera y, de un salto, se posicionó en el techo, ocultándose en la oscuridad, planeando su ataque letal.
Al cabo de unos pocos minutos, cortando de poco en poco la red, pude liberarme y observar má detenidamente hacia donde me habían llevado: un cuarto de concreto y ladrillo lleno de esqueletos y polvo en montones, a su vez de ciertas reliquias que adornaban el lugar cuando aún relucía su gloria. Desde la enorme grieta a manera de ventanal, se podía visualizar el pequeño bosque por donde había llegado. La distancia recorrido fue moderada, como un kilómetro aproximadamente, y en cierta forma las criaturas me ayudaron a alcanzar mi objetivo.
—Según la nota de la misión, la información está resguardada en una caja rúnica, en la zona de muralla... —me dije a mi mismo mientras verificaba que la zona a la que se refería podría incluir a esta torre de las Jorogumo—... ¿Encontraré algo aquí? si recolectan la mayoría de lo que ven, tengo una probabilidad de hayar esa caja aquí mismo.
Y así fue como me vi inmerso en montones de polvo, telaraña vieja y espadas oxidadas. Precisamente, en un montón de huevesillos de araña, una peculiar cajita dorada me saludaba con su brillo, muy diferente a lo que se podía percibir aquí en Eutha. Cuando la tomé, escuché un único paso a mis espaldas. Sabía que la araña había planeado algo... pero no sabía que ese algo involucraba traer al rey de las Jorogumo. La tarántula negra de diez metros de ancho casi me envolvía con solo su color, y su mirada saboreaba mi carne de datos.
—Vaya, vaya —hablo con una gruesa voz el animal—. ¿Qué alimento nos ha traído el mundo de los bordes?
Sin entrar en detalles de su gran evolución o, provocándolo más aún del reto que podría considerarse, me aventé hacia el abismo, por la grieta de la torre, con arma y caja en manos, listo para defenderme durante la caída y en mi escape del nido infernal.
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