Destination Unknown
Destination Unknown
El gran desierto de Badsarth, arenas doradas que se desplazaban sin cesar y que cuyos misterios no habían sido develados por completo.
Hacía tiempo que no visitaba ese lugar, quizá porque todo el meollo de lo sucedido le retumbaba aún en la cabeza. Volver a su tierra natal era un grave problema para ella, porque siempre los recuerdos siempre le golpeaban el alma. Aún así, ahí se encontraba... Y todo por culpa del tren que pasaba por Badsarth. Al entrar como equipaje de contrabando, obviamente sin haber pagado el pasaje, los conductores y el personal del tren le botaron al desierto con una limpia patada en las nalgas. Nadie de ellos querían problemas con una niña que no pagaba y que, por ello, podía ser una fugitiva de temor.
El desierto se mostraba inclemente incluso para la experta aventurera que era Nadhallia. Sin más agua y alimentos con los cuales poder seguir sobreviviendo, trataba de encontrar el lado positivo a la situación, y con sinceridad no lo encontraba. Lentamente, casi carente de fuerzas, alzó la mano diestra para limpiarse el sudor que corría por su frente; muchos cabellos rojizos se pegaron a su frente debido al sudor y sus ojos se mostraban demasiado cansados. Tenía una imagen deplorable que señalaba muy lejos de lo que era la verdadera hechicera. Sí que le habían agarrado con la guardia baja cuando la tiraron en medio del desierto. En cualquier momento el sol del desierto la iba a convertir en pollo frito, dejando así que las arenas doradas de él le devorasen cruelmente.
Ya sin poder seguir adelante, con la cabeza dándole vueltas y casi rayando en la insolación, cayó sobre las arenas doradas. Se resbaló cuesta abajo de una elevación de arena que le guió a un lugar más plano. Se había desmayado sin previo aviso. Ahí en la soledad, su cuerpo parecía sin vida, aunque aún respiraba apresuradamente. ¿Así sería como todo terminaría? ¿Qué sería de Kaya? ¿Y su misión?
Tal vez pasaron horas, minutos, quién sabe cuánto, cuando finalmente pudo abrir los ojos enrojecidos y cansados para ver el entorno. Algo había cambiado, ¿o tal vez no? Simplemente estaba desorientada. Los labios estaban rasgados, pálidos y curtidos; los lamió sin obtener resultados: hasta su saliva parecía abandonarle, incapaz de poder refrescar sus sufridos labios. Los ojos verdosos observaron el cielo, tratando de encontrar un salvador o a los mismísimos dioses, pero claro, ¿quién podría ayudar a una chiquilla que falló en su misión? Ah, cómo deseaba estar en Valhalla; ser enterrada con los demás guerreros de su clan. Y es que estaba tan cerca de la aldea Brakhavia para poder morir en la tierra de los honorables guerreros healdan... Por desgracia, todo en ella le abandonó.
Ahí fue cuando comenzó a alucinar, notando un rostro que ocultaba —mejor dicho, le protegía de— la luminiscencia mortal del desierto — ¿Qui... quién... eres? — Inquirió sin fuerzas, con una voz quebrada que anunciaba su pronta muerte. Debía ser todo parte de su propia imaginación, porque creía que iba a llover al ver un cielo tan gris; en realidad era porque nuevamente se volvió a desmayar, siendo sus párpados que se cerraban poco a poco los que le hicieron creer que llovería.
Hacía tiempo que no visitaba ese lugar, quizá porque todo el meollo de lo sucedido le retumbaba aún en la cabeza. Volver a su tierra natal era un grave problema para ella, porque siempre los recuerdos siempre le golpeaban el alma. Aún así, ahí se encontraba... Y todo por culpa del tren que pasaba por Badsarth. Al entrar como equipaje de contrabando, obviamente sin haber pagado el pasaje, los conductores y el personal del tren le botaron al desierto con una limpia patada en las nalgas. Nadie de ellos querían problemas con una niña que no pagaba y que, por ello, podía ser una fugitiva de temor.
El desierto se mostraba inclemente incluso para la experta aventurera que era Nadhallia. Sin más agua y alimentos con los cuales poder seguir sobreviviendo, trataba de encontrar el lado positivo a la situación, y con sinceridad no lo encontraba. Lentamente, casi carente de fuerzas, alzó la mano diestra para limpiarse el sudor que corría por su frente; muchos cabellos rojizos se pegaron a su frente debido al sudor y sus ojos se mostraban demasiado cansados. Tenía una imagen deplorable que señalaba muy lejos de lo que era la verdadera hechicera. Sí que le habían agarrado con la guardia baja cuando la tiraron en medio del desierto. En cualquier momento el sol del desierto la iba a convertir en pollo frito, dejando así que las arenas doradas de él le devorasen cruelmente.
Ya sin poder seguir adelante, con la cabeza dándole vueltas y casi rayando en la insolación, cayó sobre las arenas doradas. Se resbaló cuesta abajo de una elevación de arena que le guió a un lugar más plano. Se había desmayado sin previo aviso. Ahí en la soledad, su cuerpo parecía sin vida, aunque aún respiraba apresuradamente. ¿Así sería como todo terminaría? ¿Qué sería de Kaya? ¿Y su misión?
Tal vez pasaron horas, minutos, quién sabe cuánto, cuando finalmente pudo abrir los ojos enrojecidos y cansados para ver el entorno. Algo había cambiado, ¿o tal vez no? Simplemente estaba desorientada. Los labios estaban rasgados, pálidos y curtidos; los lamió sin obtener resultados: hasta su saliva parecía abandonarle, incapaz de poder refrescar sus sufridos labios. Los ojos verdosos observaron el cielo, tratando de encontrar un salvador o a los mismísimos dioses, pero claro, ¿quién podría ayudar a una chiquilla que falló en su misión? Ah, cómo deseaba estar en Valhalla; ser enterrada con los demás guerreros de su clan. Y es que estaba tan cerca de la aldea Brakhavia para poder morir en la tierra de los honorables guerreros healdan... Por desgracia, todo en ella le abandonó.
Ahí fue cuando comenzó a alucinar, notando un rostro que ocultaba —mejor dicho, le protegía de— la luminiscencia mortal del desierto — ¿Qui... quién... eres? — Inquirió sin fuerzas, con una voz quebrada que anunciaba su pronta muerte. Debía ser todo parte de su propia imaginación, porque creía que iba a llover al ver un cielo tan gris; en realidad era porque nuevamente se volvió a desmayar, siendo sus párpados que se cerraban poco a poco los que le hicieron creer que llovería.
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Re: Destination Unknown
Alzó la vista hacia el cielo perfectamente despejado llevando la mano diestra, expandida, sobre los ojos. Y así pudo permanecer durante varios minutos, inspeccionando el monótono color azul a excepción de un brillante punto blanco que parecía ser el causante del sofocante calor. Cualquiera que le hubiese visto seguramente habría encontrado una buena oportunidad para atacar y ganar algo de experiencia.
Los bugs de terreno son elementos curiosos. Pueden provocar el desespero de más de un jugador, pero para un virus como él, algunos suponían la puerta hacia cualquier otra zona con la ventaja de no pagar absolutamente nada por el transporte.
—Y todo... por dar información— se dijo a sí mismo con una sonrisa en el rostro.
Resulta que ciertos peces gordos de Fortuna pagarían una buena cantidad a cambio de pistas sobre un boss oculto que contenía, en su interior, una gema especial. ¿Pero quién sería el loco que tratase de atravesar un inmenso desierto plagado de ladrones, mobs extremadamente duros y en unas pésimas condiciones climáticas? Nada más y nada menos que un virus aburrido.
Después de abanicarse el rostro con la mano y desabrochar la túnica para dejar el pecho totalmente al descubierto, comenzó a caminar pesadamente. Parecía como si la arena quisiera engulllir lentamente al ser que caminaba sobre ellas si no se daba prisa en pasar.
Badsarth seguramente era el lecho de muerte más cruel que había encontrado. Cualquier inexperto que caiga en sus arenas sin tener un rumbo claro podría perecer consumido por el desespero de no poder salir, atacado por los ladrones o simplemente perseguido sin descanso por los monstruos que allí habitaban. Por ello convenía ir con un buen equipo y algo de conocimiento, aunque el privilegio de ser un error de programación le daba la ventaja de aprovechar cualquier fallo del sistema, por pequeño que fuera, para salir del lugar sin gasto de mana o vida.
¿Pero dónde debía comenzar a buscar? Sin duda no tenía la menor idea. Decidió únicamente reservar su magia por si la situación se tornaba complicada por lo avanzar el línea recta fue lo único que hizo durante casi una hora con algunas paradas para recoger plantas. En una de sus decepciones por no haber logrado recoger lo que necesitaba correctamente, le pareció distinguir una sombra a lo lejos.
462 metros.
Una sombra que desapareció de su vista y que tomó la decisión de alcanzar por si podría resultarle de alguna utilidad.
La sorpresa fue casi igual a la decepción, pues aquel personaje no parecía ser problemático (algo que se agradece si no se tienen ganas de luchar) aunque por otro lado estuviera más bien desvalido. Bajó de la gran duna dando saltos.
—Hey, ¿estás bien?— Preguntó en vano. La chica pronto volvió a cerrar los ojos y el virus decidió usar una ilusión para crear una cueva húmeda y fresca con la que trataría de rebajar la temperatura corporal, protegiendo el propio hechizo con un escudo. Primero, para que los efectos climáticos no fueran tan abrumadores, haciendo que la visión fuera más realista y segundo, por si a algún personaje insensato le daba por entrar a una cueva en mitad de las dunas desérticas.
Habiendo ya colocado su cuerpo boca arriba, usó un objeto de su inventario llamado Oasis Water. No es que le hiciera demasiada gracia, puesto que únicamente poseía tres, pero la situación lo requería.
Bebió de la pequeña botella, acercando los labios a los de la joven. Así, tres veces hasta vaciar el contenido. El motivo era no desaprovechar gota alguna, puesto que si se lo daba directamente, no se aseguraba que todo el líquido lograra entrar.
—Al fin despiertas. Si llego a encontrarte en busca de PvP, habrías sido un blanco demasiado fácil. Deberías tener más cuidado.— Habló de forma amable y pausada cuando la muchacha abrió los ojos.
Los bugs de terreno son elementos curiosos. Pueden provocar el desespero de más de un jugador, pero para un virus como él, algunos suponían la puerta hacia cualquier otra zona con la ventaja de no pagar absolutamente nada por el transporte.
—Y todo... por dar información— se dijo a sí mismo con una sonrisa en el rostro.
Resulta que ciertos peces gordos de Fortuna pagarían una buena cantidad a cambio de pistas sobre un boss oculto que contenía, en su interior, una gema especial. ¿Pero quién sería el loco que tratase de atravesar un inmenso desierto plagado de ladrones, mobs extremadamente duros y en unas pésimas condiciones climáticas? Nada más y nada menos que un virus aburrido.
Después de abanicarse el rostro con la mano y desabrochar la túnica para dejar el pecho totalmente al descubierto, comenzó a caminar pesadamente. Parecía como si la arena quisiera engulllir lentamente al ser que caminaba sobre ellas si no se daba prisa en pasar.
Badsarth seguramente era el lecho de muerte más cruel que había encontrado. Cualquier inexperto que caiga en sus arenas sin tener un rumbo claro podría perecer consumido por el desespero de no poder salir, atacado por los ladrones o simplemente perseguido sin descanso por los monstruos que allí habitaban. Por ello convenía ir con un buen equipo y algo de conocimiento, aunque el privilegio de ser un error de programación le daba la ventaja de aprovechar cualquier fallo del sistema, por pequeño que fuera, para salir del lugar sin gasto de mana o vida.
¿Pero dónde debía comenzar a buscar? Sin duda no tenía la menor idea. Decidió únicamente reservar su magia por si la situación se tornaba complicada por lo avanzar el línea recta fue lo único que hizo durante casi una hora con algunas paradas para recoger plantas. En una de sus decepciones por no haber logrado recoger lo que necesitaba correctamente, le pareció distinguir una sombra a lo lejos.
462 metros.
Una sombra que desapareció de su vista y que tomó la decisión de alcanzar por si podría resultarle de alguna utilidad.
La sorpresa fue casi igual a la decepción, pues aquel personaje no parecía ser problemático (algo que se agradece si no se tienen ganas de luchar) aunque por otro lado estuviera más bien desvalido. Bajó de la gran duna dando saltos.
—Hey, ¿estás bien?— Preguntó en vano. La chica pronto volvió a cerrar los ojos y el virus decidió usar una ilusión para crear una cueva húmeda y fresca con la que trataría de rebajar la temperatura corporal, protegiendo el propio hechizo con un escudo. Primero, para que los efectos climáticos no fueran tan abrumadores, haciendo que la visión fuera más realista y segundo, por si a algún personaje insensato le daba por entrar a una cueva en mitad de las dunas desérticas.
Habiendo ya colocado su cuerpo boca arriba, usó un objeto de su inventario llamado Oasis Water. No es que le hiciera demasiada gracia, puesto que únicamente poseía tres, pero la situación lo requería.
Bebió de la pequeña botella, acercando los labios a los de la joven. Así, tres veces hasta vaciar el contenido. El motivo era no desaprovechar gota alguna, puesto que si se lo daba directamente, no se aseguraba que todo el líquido lograra entrar.
—Al fin despiertas. Si llego a encontrarte en busca de PvP, habrías sido un blanco demasiado fácil. Deberías tener más cuidado.— Habló de forma amable y pausada cuando la muchacha abrió los ojos.
Invitado- Invitado
Re: Destination Unknown
Sentía que se incendiaba. Tanto era su dolor que quería arrancarse el corazón en su pesadilla, por lo que terminó arañándose entre las clavículas.
En el mar de oscuridad, con los párpados bien apretados y los globos oculares moviéndose violentamente en las cuencas de los ojos, pudo sentir un ápice de la amabilidad del mundo de la piel: sintió una mano cálida y algo deliciosamente frío recorrerle la garganta hasta el estómago. Eso era un gran alivio. Es curioso cómo los sueños pueden ser una herramienta para sosegar la mente como para castigarla. Ahora mismo la calma le acompañó en lo que era ahora un sueño sin amenazas. Había dejado atrás la pesadilla, observando difusamente el rostro de una mujer alta con piel tostada y cabello desordenado que le apreciaba con una sonrisa felina, jugando con ella. Intentó estirar la mano semitransparente en su sueño, para así alcanzar a la mujer, pero ella se esfumó en un santiamén.
Suspiró sonoramente, dejando caer una mano contra el suelo, a la par que la otra se restregaba en su propia boca, limpiándose los restos de aquello que paró su pasaje a la muerte. Lentamente comenzó a despegar los pesados párpados. Le dolía el cuerpo, no exactamente por falta de agua, sino por el sol abrasador y la distancia que había caminado para intentar encontrar un oasis o alguna cueva. Entonces, se encontró con el rostro de un chico con cabellera ceniza y ojos fuego, acompañada su apariencia homóloga de una voz amable que soltaba palabras que no pudo entender.
Pestañeó varias veces, curiosa ante el encuentro. ¿Eh? ¿Sombra? Incorporándose con mucha rapidez, ignorando el dolor de sus extremidades y la piel levemente hincada por el calor, viró el rostro repetidas veces para todos los lados. Estaban en una cueva — ¿Por qué estamos aquí? ¿Cómo llegamos? ¿Cuánto tiempo paso? ¿Quién eres? ¿Tú me rescataste? — Disparó una pregunta tras otra, una manera demasiado avispada de cargarle de información, mas, así era la personalidad de la hechicera. Volvió a enfocar los ojos al rostro ajeno, apreciándole bastante confundida.
En el mar de oscuridad, con los párpados bien apretados y los globos oculares moviéndose violentamente en las cuencas de los ojos, pudo sentir un ápice de la amabilidad del mundo de la piel: sintió una mano cálida y algo deliciosamente frío recorrerle la garganta hasta el estómago. Eso era un gran alivio. Es curioso cómo los sueños pueden ser una herramienta para sosegar la mente como para castigarla. Ahora mismo la calma le acompañó en lo que era ahora un sueño sin amenazas. Había dejado atrás la pesadilla, observando difusamente el rostro de una mujer alta con piel tostada y cabello desordenado que le apreciaba con una sonrisa felina, jugando con ella. Intentó estirar la mano semitransparente en su sueño, para así alcanzar a la mujer, pero ella se esfumó en un santiamén.
Suspiró sonoramente, dejando caer una mano contra el suelo, a la par que la otra se restregaba en su propia boca, limpiándose los restos de aquello que paró su pasaje a la muerte. Lentamente comenzó a despegar los pesados párpados. Le dolía el cuerpo, no exactamente por falta de agua, sino por el sol abrasador y la distancia que había caminado para intentar encontrar un oasis o alguna cueva. Entonces, se encontró con el rostro de un chico con cabellera ceniza y ojos fuego, acompañada su apariencia homóloga de una voz amable que soltaba palabras que no pudo entender.
Pestañeó varias veces, curiosa ante el encuentro. ¿Eh? ¿Sombra? Incorporándose con mucha rapidez, ignorando el dolor de sus extremidades y la piel levemente hincada por el calor, viró el rostro repetidas veces para todos los lados. Estaban en una cueva — ¿Por qué estamos aquí? ¿Cómo llegamos? ¿Cuánto tiempo paso? ¿Quién eres? ¿Tú me rescataste? — Disparó una pregunta tras otra, una manera demasiado avispada de cargarle de información, mas, así era la personalidad de la hechicera. Volvió a enfocar los ojos al rostro ajeno, apreciándole bastante confundida.
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