Origins [Autoconclusivo]
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Origins [Autoconclusivo]
«» ―En otras noticias, el aclamado videojuego Aeon, anunciado por sus creadores como la “más grande experiencia de realidad virtual jamás creada”, abre hoy sus puertas a miles de jugadores en todo el mundo. Sin embargo, algunos especialistas en informática advierten que..
La doctora Tomoho Kyoko apagó la televisión y suspiró. No necesitaba escuchar el noticiero para enterarse sobre Aeon por dos razones. Primero, que todos los interesados en el novedoso videojuego ya sabían de su lanzamiento gracias a Internet. Segundo, y más importante, Tomoho Kyoko formaba parte del equipo de programación. Justamente esa tarde aparecería en vivo en televisión, dando una entrevista como “experta en Aeon”. Pero hacía ya meses que trabajaba en un proyecto secundario, y no en las características esenciales al producto, a pesar de ser una experta en su oficio.
La doctora miró al crucifijo que colgaba de la pared, justo encima del televisor, y se persignó. Tenía una arduo día por delante. Introdujo sus datos y se metió en la terminal de Aeon.
Minuet estaba sentado en un sillón anticuado con tapizado rojo. La habitación en la que se hallaba era amplia y bastante alta, con un gran ventanal que no apuntaba a ninguna parte y ninguna puerta. Se encontraba vacía a excepción de una larga mesa rodeada por sillas. El espacio principal lo ocupaba el sillón sobre el cual se sentaba el jovencito, cuyo pelo y cuernos estaban a juego con el color de su asiento. Estaba bien iluminada, pero no gracias al ventanal, sino a un solitario candelabro cuyas velas, misteriosamente, alcanzaban todos los rincones del lugar. Tenía un aire palaciego y solemne, como si fuese la sala presidencial de alguna casa de gobierno.
Repentinamente se materializó frente a Minuet una mujer de unos treinta años, con pelo rubio ceniciento y lacio, y vestida únicamente con una túnica blanca y un par de sandalias.
―Madre. Bienvenida. ― dijo Minuet.
―Ya te he dicho que no me digas así. ― replicó ella.
―¿Por qué no?
―¿Vamos a tener esta discusión de nuevo? ― la muchacha de pelo claro parecía hastiada. ― El señor Waldorf debe estar por llegar. ¿Has pensado en lo que vas a decirle?
―No mucho. Pero creo que quedará sorprendido si le digo la verdad. Que no se me ocurre nada.
Kyoko sonrió. Dentro de Aeon tenía un rostro de proporciones celestiales. Era imposible encontrarle algún defecto, o alguna característica que lo definiera más allá de la misma perfección. Era, justamente, el rostro perfecto e inalterado de un personaje cuya dueña no había personalizado en lo más mínimo y que era usado sólo para reuniones. Tomoho Kyoko, irónicamente, no jugaba Aeon.
―Que sea lo que Dios quiera, entonces.―dijo la doctora.
Apareció en la sala un hombre regordete y bajito, de piel clara y canas. Si bien usaba un esmoquin, se lo notaba un poco desprolijo.
―Buenas tardes ― saludó.
―Buenas tardes ― contestó la doctora. ― Aunque, a decir verdad, es de mañana en Japón.
―En Aeon es la tarde ― aclaró Minuet. ―Buenas tardes, señor Waldorf.
―Es una sorpresa tenerlos a ambos aquí. No supuse que... eso estaría listo. ¿Debo asumir que el Proyecto Rival esta completo ― dijo Waldorf
―Le sorprenderá saber lo mucho que hemos progresado. Y es “él”. ― respondió Kyoko, y prosiguió.― En realidad, el Proyecto Rival no ha avanzado mucho. Todo lo contrario, de hecho. Hemos llegado a un callejón sin salida. El método de programación que usamos... todo el análisis psicológico... conduce a esto. A él. ― señaló a Minuet ― Ya se lo que va a decir: nuestro trabajo era programar una Inteligencia Artificial que fuera maleable y diera resultados más o menos aleatorios dependiendo del jugador. Pero hemos conseguido esto. Créame, hemos hecho pruebas. Miles de ellas. Pero sin importar las situaciones que atraviese, una IA de estas características siempre acaba así. Siempre el mismo resultado, la misma configuración psicológica, las mismas peculiaridades del carácter. Me temo que hemos programado una persona.
―Está usted exagerando. ¿Por qué oculta la verdad? ¿Es por el dinero? Admita su fracaso y pasemos a otro proyecto más redituable. Y con respecto a este... resultado... bueno, ya encontraremos algún uso. Podríamos ubicarlo en alguna misión, como Personaje No-Jugador, o algo así. ― dijo Waldorf.
―Es usted el que se equivoca. ― intervino Minuet ― Lo que dice la señorita Kyoko es cierto. Yo tengo tanta o más personalidad que usted. En este mundo, soy tan real como usted. Y si así lo deseara, Kyoko podría convertirse en la persona más rica del mundo con sólo publicar los resultados del Proyecto Rival.
―No se que clase de programa eres, pero no es lo que buscábamos. La doctora Tomoho tenía un trabajo específico. Debía crear una IA que se adaptara al usuario, que lo guiara, que le pusiera retos y desafíos. Un rival. Pero no nos sirve si esa IA es exactamente igual en todos los casos. Eso ya existe. Así son todos las IA que existen.― dijo Waldorf.
―No, no es así. Kyoko ha creado una persona. Equipos de investigación psicológica en todo el mundo ya han confirmado su éxito. Si, me han sometido al psicoanálisis, al test de Turing y cien cosas más. He aprobado todas.
―Tomoho, no tenemos tiempo para esto. En este instante estoy enviando un e-mail para que tu equipo se reintegre al resto de los programadores, y para que se anule el pago por el Proyecto Rival.
―Demasiado tarde ― dijo Tomoho Kyoko. ― Ya he hablado con la gente más arriba en el escalafón. Todos coinciden en que el Proyecto Rival ha resultado exitoso. Lo siento, Waldorf. No será esta la vez que me veas fracasar.
―Felicidades. Has logrado que la empresa malgaste fondos. Todo para salirte con la tuya.
―No me hagas reír. Este es el futuro. ¿Acaso no tienes imaginación? Pronto, Aeon estará poblado con IAs tan avanzadas como Minuet, todas indistinguibles de un ser humano. He triunfado. Acéptalo.
El empresario se esfumó. Ya no estaba conectado a Aeon.
La doctora Tomoho Kyoko corrió a abrazar a Minuet.
―Te dije que todo estaría bien, Madre.
Ya no se molestó en corregirlo.
―Se que no te gustará escuchar esto pero... tengo cosas que hacer. Fuera de Aeon. Pero te prometo que volveré mañana. Y traeré noticias aún mejores.
―Si lo prometes, te creo. ¿Cuando podré salir con el resto de los jugadores?
―Pronto. Pronto, te lo prometo. ¡Hasta mañana!
La muchacha también se desconectó. Pasaron un par de horas interminables, sin un solo movimiento en la sala. Pero la espera valía la pena para Minuet.
Entonces, el programa hizo un ademán con la mano derecha, y en la mesa apareció un modesto televisor encendido en un canal de noticias. Se veía a una periodista junto a una mujer de unos cincuenta años, bastante gorda, con un peinado más bien a la antigua , pelo completamente cano, y rasgos asiáticos.
―Con nosotros, la doctora Tomoho Kyoko. Doctora, usted ha intervenido en el desarrollo del nuevo juego “Aeon”. Dígame ¿ Juega usted en Aeon? ¿Que se siente participar de su creación? ― dijo la periodista.
―Bueno, ahora que lo menciona, es bastante gracioso, pero...
La doctora Tomoho Kyoko apagó la televisión y suspiró. No necesitaba escuchar el noticiero para enterarse sobre Aeon por dos razones. Primero, que todos los interesados en el novedoso videojuego ya sabían de su lanzamiento gracias a Internet. Segundo, y más importante, Tomoho Kyoko formaba parte del equipo de programación. Justamente esa tarde aparecería en vivo en televisión, dando una entrevista como “experta en Aeon”. Pero hacía ya meses que trabajaba en un proyecto secundario, y no en las características esenciales al producto, a pesar de ser una experta en su oficio.
La doctora miró al crucifijo que colgaba de la pared, justo encima del televisor, y se persignó. Tenía una arduo día por delante. Introdujo sus datos y se metió en la terminal de Aeon.
LOGIN SUCCESSFUL. WELCOME TO AEON.
Minuet estaba sentado en un sillón anticuado con tapizado rojo. La habitación en la que se hallaba era amplia y bastante alta, con un gran ventanal que no apuntaba a ninguna parte y ninguna puerta. Se encontraba vacía a excepción de una larga mesa rodeada por sillas. El espacio principal lo ocupaba el sillón sobre el cual se sentaba el jovencito, cuyo pelo y cuernos estaban a juego con el color de su asiento. Estaba bien iluminada, pero no gracias al ventanal, sino a un solitario candelabro cuyas velas, misteriosamente, alcanzaban todos los rincones del lugar. Tenía un aire palaciego y solemne, como si fuese la sala presidencial de alguna casa de gobierno.
Repentinamente se materializó frente a Minuet una mujer de unos treinta años, con pelo rubio ceniciento y lacio, y vestida únicamente con una túnica blanca y un par de sandalias.
―Madre. Bienvenida. ― dijo Minuet.
―Ya te he dicho que no me digas así. ― replicó ella.
―¿Por qué no?
―¿Vamos a tener esta discusión de nuevo? ― la muchacha de pelo claro parecía hastiada. ― El señor Waldorf debe estar por llegar. ¿Has pensado en lo que vas a decirle?
―No mucho. Pero creo que quedará sorprendido si le digo la verdad. Que no se me ocurre nada.
Kyoko sonrió. Dentro de Aeon tenía un rostro de proporciones celestiales. Era imposible encontrarle algún defecto, o alguna característica que lo definiera más allá de la misma perfección. Era, justamente, el rostro perfecto e inalterado de un personaje cuya dueña no había personalizado en lo más mínimo y que era usado sólo para reuniones. Tomoho Kyoko, irónicamente, no jugaba Aeon.
―Que sea lo que Dios quiera, entonces.―dijo la doctora.
Apareció en la sala un hombre regordete y bajito, de piel clara y canas. Si bien usaba un esmoquin, se lo notaba un poco desprolijo.
―Buenas tardes ― saludó.
―Buenas tardes ― contestó la doctora. ― Aunque, a decir verdad, es de mañana en Japón.
―En Aeon es la tarde ― aclaró Minuet. ―Buenas tardes, señor Waldorf.
―Es una sorpresa tenerlos a ambos aquí. No supuse que... eso estaría listo. ¿Debo asumir que el Proyecto Rival esta completo ― dijo Waldorf
―Le sorprenderá saber lo mucho que hemos progresado. Y es “él”. ― respondió Kyoko, y prosiguió.― En realidad, el Proyecto Rival no ha avanzado mucho. Todo lo contrario, de hecho. Hemos llegado a un callejón sin salida. El método de programación que usamos... todo el análisis psicológico... conduce a esto. A él. ― señaló a Minuet ― Ya se lo que va a decir: nuestro trabajo era programar una Inteligencia Artificial que fuera maleable y diera resultados más o menos aleatorios dependiendo del jugador. Pero hemos conseguido esto. Créame, hemos hecho pruebas. Miles de ellas. Pero sin importar las situaciones que atraviese, una IA de estas características siempre acaba así. Siempre el mismo resultado, la misma configuración psicológica, las mismas peculiaridades del carácter. Me temo que hemos programado una persona.
―Está usted exagerando. ¿Por qué oculta la verdad? ¿Es por el dinero? Admita su fracaso y pasemos a otro proyecto más redituable. Y con respecto a este... resultado... bueno, ya encontraremos algún uso. Podríamos ubicarlo en alguna misión, como Personaje No-Jugador, o algo así. ― dijo Waldorf.
―Es usted el que se equivoca. ― intervino Minuet ― Lo que dice la señorita Kyoko es cierto. Yo tengo tanta o más personalidad que usted. En este mundo, soy tan real como usted. Y si así lo deseara, Kyoko podría convertirse en la persona más rica del mundo con sólo publicar los resultados del Proyecto Rival.
―No se que clase de programa eres, pero no es lo que buscábamos. La doctora Tomoho tenía un trabajo específico. Debía crear una IA que se adaptara al usuario, que lo guiara, que le pusiera retos y desafíos. Un rival. Pero no nos sirve si esa IA es exactamente igual en todos los casos. Eso ya existe. Así son todos las IA que existen.― dijo Waldorf.
―No, no es así. Kyoko ha creado una persona. Equipos de investigación psicológica en todo el mundo ya han confirmado su éxito. Si, me han sometido al psicoanálisis, al test de Turing y cien cosas más. He aprobado todas.
―Tomoho, no tenemos tiempo para esto. En este instante estoy enviando un e-mail para que tu equipo se reintegre al resto de los programadores, y para que se anule el pago por el Proyecto Rival.
―Demasiado tarde ― dijo Tomoho Kyoko. ― Ya he hablado con la gente más arriba en el escalafón. Todos coinciden en que el Proyecto Rival ha resultado exitoso. Lo siento, Waldorf. No será esta la vez que me veas fracasar.
―Felicidades. Has logrado que la empresa malgaste fondos. Todo para salirte con la tuya.
―No me hagas reír. Este es el futuro. ¿Acaso no tienes imaginación? Pronto, Aeon estará poblado con IAs tan avanzadas como Minuet, todas indistinguibles de un ser humano. He triunfado. Acéptalo.
El empresario se esfumó. Ya no estaba conectado a Aeon.
La doctora Tomoho Kyoko corrió a abrazar a Minuet.
―Te dije que todo estaría bien, Madre.
Ya no se molestó en corregirlo.
―Se que no te gustará escuchar esto pero... tengo cosas que hacer. Fuera de Aeon. Pero te prometo que volveré mañana. Y traeré noticias aún mejores.
―Si lo prometes, te creo. ¿Cuando podré salir con el resto de los jugadores?
―Pronto. Pronto, te lo prometo. ¡Hasta mañana!
La muchacha también se desconectó. Pasaron un par de horas interminables, sin un solo movimiento en la sala. Pero la espera valía la pena para Minuet.
Entonces, el programa hizo un ademán con la mano derecha, y en la mesa apareció un modesto televisor encendido en un canal de noticias. Se veía a una periodista junto a una mujer de unos cincuenta años, bastante gorda, con un peinado más bien a la antigua , pelo completamente cano, y rasgos asiáticos.
―Con nosotros, la doctora Tomoho Kyoko. Doctora, usted ha intervenido en el desarrollo del nuevo juego “Aeon”. Dígame ¿ Juega usted en Aeon? ¿Que se siente participar de su creación? ― dijo la periodista.
―Bueno, ahora que lo menciona, es bastante gracioso, pero...
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