Ghost Tower

—Según tengo entendido, ahí hay un cofre que contiene un artefacto valioso —indicó Innocenti, enseñándole los datos de la torre fantasma que contenía ese famoso cofre. Neil leyó los rumores acerca del artefacto y cuan extraordinario era. No obstante, se trataba de solo eso: rumores. Estaba claro que si aceptaba la misión de calibres estúpidos, el cofre simplemente podría contener una pelusa.

—¿Esto va en serio? —arrugó el entrecejo, lanzándole una mirada incisiva al líder de Maverick detrás de ese holograma con instrucciones—. Aceptaste una misión completamente patética, tanto como el instinto de Alec —al fondo se escuchó un incriminador «¡oye!» por parte de la víctima antes nombrada.

Innocenti curvó las comisuras de sus labios, tanto que parecía el Gato de Chesire.

—Tú dijiste que el aburrimiento te estaba quemando las neuronas. Y aquí tienes algo: un pasaje para la diversión —fue una clara indicación de que comenzara ahora mismo. Mientras, Neil pensó: «No exactamente de ésta manera...»

Maldijo el día en que dijo aquellas palabras que le pusieron en una posición comprometedora, por así decirlo. Giovanni le había hecho una mala jugada por haberse quejado de la poca inactividad en Maverick, y cuando hubo una jugosa acción, todas las misiones valiosas fueron tomadas por los otros miembros. Sin lugar a dudas una jugada maquiavélica por parte del líder de su gremio.

«Solo está senil.»

Bien, mientras movía los pies inquietos de aquí por allá en Mirat, siguiendo el mapa, se preguntaba si realmente estaba en la dirección correcta. Repentinamente llegó a un claro, en aquel paraje nocturno con el plenilunio asomándose entre los nubarrones, y, siendo ocultado por arbustos frondosos, se percató de la presencia de varios monstruos reptilianos de la zona y un chico, amenazado por las lanzas ajenas, en el medio de ellos.

«¿Cuándo dejaré de ser niñera?»

Guardó el mapa y, asegurando que las Mauser C96 tuviesen carga tras abrir el menú, avanzó hasta revelar su presencia —Vaya, vaya... Tienes muchos amigos. ¿También puedo ser el suyo? —una sonrisa siniestra de medio lado, con aires altivos, se asomó en su rostro. Entonces, un par de entidades con facciones reptílicas se aproximaron a gran velocidad hacia Neil, blandiendo esas lanzas filosas de brillo sediento. Pero él se les adelantó. Una Mauser C96 apareció en un instante en su mano diestra, por cortesía de la virtualidad eficaz de aeon. Y...

Bang! Bang!

Les elimino por completo, mientras el vapor del cañón ascendía hacia la luna —¿Quién sigue? Quedan dos vals —quedaban 4.

A él muy poco le importaba si el chico quería cargarse a todos los enemigos presentes. Es más, ni siquiera había deducido si eso pensaba su “aliado”. Simplemente actúo porque, vamos, tampoco era tan cruel como para dejarlo sufrir... Aún. Evidentemente esas criaturas eran bastante débiles, aunque su agilidad lograba que Neil pudiese llamarlas molestas, algo que pudo apreciar cuando el chico se vio afectado por ellas.

En esos apuros, no dudo en disparar certeramente contra las criaturas reptilianas restantes que hirieron al chico, terminando con ellas. El otro asunto acontecía a sus espaldas. Por mera casualidad y estudiando el fogaje alrededor del desconocido, se movió un poco sin descender el brazo izquierdo y la mano —con la cual agarraba firmemente la Mauser C96—, así fue como la lanza pasó de largo y se clavó en el suelo, no sin antes haber rozado el muslo superior de su pierna izquierda. Esto accionó que Neil virará la cabeza, con rictus enojado, hacia atrás, tratando de encontrar al culpable. Mientras, la herida ligeramente superficial se cerraba a una velocidad impresionante y, a su vez, se regeneraba lo poco de puntos de vida que le fueron arrebatados.

No pudo localizarlos, ya que utilizaban el follaje.

«Magnífico.»

Guardó la pistola, para comenzar una carrera en dirección al chico. Sin siquiera preguntarle, le agarró por el cuello de la camisa y lo arrastró hacia los arbustos, al mismo tiempo que varias lanzas se clavaban en el punto donde estuvo el pistolero de cabellos como la noche. Recorrió un par de metros más, llevando a cuesta al desconocido, hasta dejarlo detrás de un árbol y, él mismo, protegerse con otro adyacente —Y dime... ¿qué hiciste para enojarlos? —sentado, con una extrema calma que daba miedo, le observó fijamente con rostro inalterado... Como si nada hubiese sucedido. Claro, ese era un pequeño descanso ya que habían comprado tiempo, porque presentía que estaban invadiendo el terreno de los reptiles humanoides, y estos, como típicos airados que padecían problemas de ira, no iban a quedarse con los brazos cruzados.

Las Mauser C96 revoloteaban, repentinamente, en sus manos enguantadas. La velocidad con las que chequeo a sus armas predilectas fue suficiente para hacerle experto en la materia de revisar municiones. Rápidamente las guardó, porque a pesar de estar protegido por un árbol, lo cual impedía que le atacaran por la espalda, posiblemente esas criaturas estarían husmeando los alrededores y apreciar un brillo metálico a lo lejos debido a la luz que podía reflejarse contra las pistolas.

La voz ajena retumbó en sus oídos —Por ejemplo, si te inmiscuyes en su territorio. Eso es razón suficiente para enojarlos —declaró con tono neutro. Aunque él también había violado el territorio enemigo. También iba a agregar que posiblemente protegían algo de sumo valor como para que esos reptiles humanoides fuesen tan insistentes en matarlos, pero se reservó eso en la voz de sus propios pensamientos.

El agradecimiento le vino como si nada, provocando que solo encogiera los hombros. No iba a decirle un «de nada», porque fue mera suerte haberle ayudado. Fue mera suerte haberse conseguido con él ahí. Y por supuesto, una chispa de fortuna haberle salvado. Una vez que el otro chico se levantó, él también decidió hacer lo mismo. Mientras pisaba con cuidado el terreno que le rodeaba, se limpiaba la vestimenta. Y, asimismo, accionó en silencio una de sus habilidades en donde varios atributos aumentaban considerablemente. Fue una medida para escuchar mejor lo que no era fácil de percibir, previniendo.

No le estaba siguiendo, más bien ese era el camino a la torre, y ello se podía apreciar porque aceleró un poco el caminar, pasando al chico —Debe estar por acá... —murmuró, virando el rostro a la izquierda y luego a la derecha en búsqueda del camino que le indicó el mapa, como si se hubiese olvidado de la presencia momentáneamente aliada.