The Castle of Coral
The Castle of Coral
Ensenada
CERCANÍAS DE JAIREN
El sol se reflejó contra sus escamas turquesas, haciendo que estas brillaran armoniosamente. Dio un pequeño salto, para así volver a sumergirse en el agua tras estirar sus brazos. Ah, sin lugar a dudas el mar era espectacular, pues la libertad y frescura que este le brindaba no se podía comparar con nada. ¿Acaso así se sentían los marineros o los piratas cuando las brisas le acariciaban las mejillas? ¿Tal vez todos los seres con dos piernas estaban rebosantes de tanta dicha al caminar por doquier? A pesar de que ella era capaz de sentir como los demás su mundo era disfrutar de la constancia del mar y no pasear por las montañas o la arena como los humanoides de dos piernas o las criaturas de cuatro patas.
Siempre seria espuma de la espuma.
Todo se trataba de un goce. Entonces, de tanto nadar, llegó a la ensenada que estaba ubicada al este de Jairen. Allí se estacionó, por supuesto, sin salir del agua. Sus manos delicadas brotaron del mar, uniéndose a una pequeña esfera de coral que surgía del suelo; como no era tan hondo en dicha zona, la parte superior de la esfera sobresalía al aire libre. Por alguna razón, todos los días exploraba aquella ensenada, inspeccionado los diferentes huecos, pasadizos y caminos en búsqueda de perlas o algún artefacto misterioso para conservar. ¡Cómo le encantaba hacerse con los artilugios del mar!
Entre tanta paz, comenzó a mover sus labios, dejando que una melodía extraña surgiera de estos. La canción que cantaba no tenía relación con un idioma terrenal, sino con el marítimo. ¿Y desde cuando ella podía conocer el idioma de las Sirenas, ya que jamás había visto a otra? Era simple. Nació del mar —por ello lograba comprenderlo fácilmente— y las olas le susurraban al oído las palabras, es así cómo lograba cantar con tanta fluidez un idioma intrincado. Se relajó en esa nueva melodía que provenía del abismo del mar, siendo trasmitida al mundo exterior a través de su canto. Tal cántico hizo eco contra los muros de la ensenada, creando una especie de coro, como si hubiese más de una sirena ahí. De repente, cuando creía estar sola, escuchó el crujir de unos pasos. Se alarmó muchísimo, cesando su cántico. Entonces, chapoteó en el agua y se escondió detrás del coral con forma de esfera. Apenas asomó los ojos, tratando de observar quién era el extraño y singular visitante inesperado.
Siempre seria espuma de la espuma.
Todo se trataba de un goce. Entonces, de tanto nadar, llegó a la ensenada que estaba ubicada al este de Jairen. Allí se estacionó, por supuesto, sin salir del agua. Sus manos delicadas brotaron del mar, uniéndose a una pequeña esfera de coral que surgía del suelo; como no era tan hondo en dicha zona, la parte superior de la esfera sobresalía al aire libre. Por alguna razón, todos los días exploraba aquella ensenada, inspeccionado los diferentes huecos, pasadizos y caminos en búsqueda de perlas o algún artefacto misterioso para conservar. ¡Cómo le encantaba hacerse con los artilugios del mar!
Entre tanta paz, comenzó a mover sus labios, dejando que una melodía extraña surgiera de estos. La canción que cantaba no tenía relación con un idioma terrenal, sino con el marítimo. ¿Y desde cuando ella podía conocer el idioma de las Sirenas, ya que jamás había visto a otra? Era simple. Nació del mar —por ello lograba comprenderlo fácilmente— y las olas le susurraban al oído las palabras, es así cómo lograba cantar con tanta fluidez un idioma intrincado. Se relajó en esa nueva melodía que provenía del abismo del mar, siendo trasmitida al mundo exterior a través de su canto. Tal cántico hizo eco contra los muros de la ensenada, creando una especie de coro, como si hubiese más de una sirena ahí. De repente, cuando creía estar sola, escuchó el crujir de unos pasos. Se alarmó muchísimo, cesando su cántico. Entonces, chapoteó en el agua y se escondió detrás del coral con forma de esfera. Apenas asomó los ojos, tratando de observar quién era el extraño y singular visitante inesperado.
- Canción:
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Re: The Castle of Coral
Jairen, bonito lugar, sí, al único al que le podía sacar dos pretextos para estar aquí. El primero: me recordaba a mi lugar de origen. El segundo: un lindo mar cercano podía ofrecer muchas cosas además de vacaciones para aficionados al sol, pero a mí me ofrecía dinero. Mucho dinero. Recordaba que alguien me comentó en su momento, que cerca del mar de Holth, en la ensenada, podían encontrase perlas. Si bien aeon era un mundo virtual y conseguir cosas de valor monetario no era tan genial como fuera de aquí, ¡venga! en el mundo real nunca tendría el valor para ir a buscar perlas ni tampoco sentiría la emoción de ser rica y poderosa. Eso considerando que todo era un desastre en cualquier lugar de verdad.
En fin, terminé en lo que parecían cuevas, temiendo haberme perdido y sin haber ganado nada, cuando de pronto escuché una canción tan jodidamente hermosa que casi me voy para atrás. « ¿Sirenas? » me impresioné, nunca había conocido una, si es que eran posibles.
De pronto el canto paró y cuando me asomé al lugar de donde parecía venir no había nadie.
— ¿Hola? —dije la pregunta más estúpida que se puede hacer cuando llegas a un lugar vacío— ¿Hay alguien aquí? —continué siguiendo el cliché. Supongo que era ahora cuando el asesino, es decir, la sirena salía de las aguas a bendecirme con un deseo o algo así. «Joyas, por favor, muchas joyas»
No parecía haber nada. ¿Llevaría demasiadas horas caminando que ya estaba alucinando?
En fin, terminé en lo que parecían cuevas, temiendo haberme perdido y sin haber ganado nada, cuando de pronto escuché una canción tan jodidamente hermosa que casi me voy para atrás. « ¿Sirenas? » me impresioné, nunca había conocido una, si es que eran posibles.
De pronto el canto paró y cuando me asomé al lugar de donde parecía venir no había nadie.
— ¿Hola? —dije la pregunta más estúpida que se puede hacer cuando llegas a un lugar vacío— ¿Hay alguien aquí? —continué siguiendo el cliché. Supongo que era ahora cuando el asesino, es decir, la sirena salía de las aguas a bendecirme con un deseo o algo así. «Joyas, por favor, muchas joyas»
No parecía haber nada. ¿Llevaría demasiadas horas caminando que ya estaba alucinando?
Invitado- Invitado
Re: The Castle of Coral
La tímida Sirena apreció el rostro del recién llegado. Una mujer de dos piernas que preguntaba si había alguien ahí. Ciertamente, la apariencia inusual y seria de esa criatura de tierra no eran la expresión de la confianza —al menos para ella misma— por lo que temía por su propia suerte. Aún así, un deje de curiosidad le inundó. ¿Qué sería hablar con alguien tan extraño como esa mujer? Sin más, se animó a revelar su presencia al chapotear con su cola, alejándose un poco del coral esférico que sobresalía sobrenaturalmente del agua atrapada en los pasadizos de la ensenada.
—Ho-hola... —rompió su silencio, emitiendo aquel saludo con voz casi desvaneciente, un hilillo. Temía cómo iba a reaccionar esa criatura que se desplazaba tranquilamente por la tierra, por ello no se acercó más al borde de tierra, evitando lo que pudiese ocurrir, lo peor. Ahí estuvo, cerca del coral con forma de esfera, observando con sus vibrantes y brillantes ojos violáceos el rostro ajeno—. ¿Cómo se llama? —Muy educada ella. Esa era una pregunta ingenua, como su propia personalidad. Simplemente se trataba de lo básico, lo que siempre le preguntaba —cuando se atrevía— a los extraños que cruzaban la ensenada.
—Ho-hola... —rompió su silencio, emitiendo aquel saludo con voz casi desvaneciente, un hilillo. Temía cómo iba a reaccionar esa criatura que se desplazaba tranquilamente por la tierra, por ello no se acercó más al borde de tierra, evitando lo que pudiese ocurrir, lo peor. Ahí estuvo, cerca del coral con forma de esfera, observando con sus vibrantes y brillantes ojos violáceos el rostro ajeno—. ¿Cómo se llama? —Muy educada ella. Esa era una pregunta ingenua, como su propia personalidad. Simplemente se trataba de lo básico, lo que siempre le preguntaba —cuando se atrevía— a los extraños que cruzaban la ensenada.
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Re: The Castle of Coral
De acuerdo, si fuera una mala persona lo primero que me hubiera llamado la atención de la chica que apareció serían sus joyas, y no niego que me brillaron los ojos al verlas, pero me mantuve un poco desconcertada si no asustada, pues su salida de pronto era extraña... Además de que ni siquiera estaba por completo en tierra, temí lo más raro: apostaba que tenía cola de pescado.
— Ner... —tragué saliva— Nerve. Oye, no es necesaria tanta formalidad, bueno yo... tú —me quedé sin muchas palabras, era aquí donde toda mi confianza se iba a la basura— ¿Tú como te llamas?
Ella empezó con lo sencillo, bueno, ¿por qué yo no? Ya habría bastante tiempo para preguntar en qué clase de situación me encontraba, además, parecía un ser tímido, tampoco quería asustarle (aún) con más de cien posibles preguntas existenciales. Caminé hacia la dirección donde ella estaba, manteniendo mi mano extendida para estrechar la suya.
— ¿Vives... aquí?
Intenté buscar su cola o sus piernas si es que las tenía, no consideré prudente preguntarle directamente, aunque seguramente, terminaría haciéndolo.
— Ner... —tragué saliva— Nerve. Oye, no es necesaria tanta formalidad, bueno yo... tú —me quedé sin muchas palabras, era aquí donde toda mi confianza se iba a la basura— ¿Tú como te llamas?
Ella empezó con lo sencillo, bueno, ¿por qué yo no? Ya habría bastante tiempo para preguntar en qué clase de situación me encontraba, además, parecía un ser tímido, tampoco quería asustarle (aún) con más de cien posibles preguntas existenciales. Caminé hacia la dirección donde ella estaba, manteniendo mi mano extendida para estrechar la suya.
— ¿Vives... aquí?
Intenté buscar su cola o sus piernas si es que las tenía, no consideré prudente preguntarle directamente, aunque seguramente, terminaría haciéndolo.
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Re: The Castle of Coral
Alzó las finas cejas negras, apenas perceptibles su color, al ver –con curiosidad– cómo la desconocida tragaba saliva. ¿Qué le causaba conmoción o impresión? ¿Acaso sería su propia entrada o manera de hablar? Posiblemente era lo último. Sí, seguro sería eso. Aún así, fue capaz de percibir el nerviosismo en las palabras de la persona, por lo que soltó una corta y suave risilla entre dientes, sonriendo. Los humanoides de tierra eran sumamente bizarros.
—Lo siento, así suelo expresarme —añadió con respecto a su forma de hablar, tal vez insinuando que no cambiaría la manera en cómo se refería para con los otros—. Ah, me llamo Moira. Es un gusto, Nerve —sonrió ampliamente, ladeando un poco el rostro de facciones que inspiraban serenidad.
Nuevamente alzó las cejas, curiosa ante la mano extendida por parte de Nerve. Sin más, solo se acercó un poco más, depositando su mirada de ojos vivaces en la palma de la mano ajena. Era como si estudiara un nuevo espécimen —la mano ajena—, intentando descubrir de que iba su biología o el asunto. A la final, nunca correspondió al extraño saludo —el cual ella misma ni siquiera considero como tal—. Estaba más que claro que no entendía cómo funcionaban los códigos de etiqueta. Mas bien, se preguntaba porqué Nerve extendió la mano, algo fácil de detectar en las agolpadas expresiones de sorpresa y curiosidad en su rostro caucásico—. Oh, sí. Vivo acá, en todas las esquinas de las adyacencias de Jairen. ¿Y usted? ¿Vive cerca? —levantó el rostro, otra vez la voz ajena captando su atención. Aunque, sin lugar a dudas, la sirena era demasiado ingenua en ocasiones... Olvidando su inusual temor por las entidades de tierra. Buen, a fin de cuentas, la sed por saber sobre lo desconocido le impulsaba a seguir adelante.
—Lo siento, así suelo expresarme —añadió con respecto a su forma de hablar, tal vez insinuando que no cambiaría la manera en cómo se refería para con los otros—. Ah, me llamo Moira. Es un gusto, Nerve —sonrió ampliamente, ladeando un poco el rostro de facciones que inspiraban serenidad.
Nuevamente alzó las cejas, curiosa ante la mano extendida por parte de Nerve. Sin más, solo se acercó un poco más, depositando su mirada de ojos vivaces en la palma de la mano ajena. Era como si estudiara un nuevo espécimen —la mano ajena—, intentando descubrir de que iba su biología o el asunto. A la final, nunca correspondió al extraño saludo —el cual ella misma ni siquiera considero como tal—. Estaba más que claro que no entendía cómo funcionaban los códigos de etiqueta. Mas bien, se preguntaba porqué Nerve extendió la mano, algo fácil de detectar en las agolpadas expresiones de sorpresa y curiosidad en su rostro caucásico—. Oh, sí. Vivo acá, en todas las esquinas de las adyacencias de Jairen. ¿Y usted? ¿Vive cerca? —levantó el rostro, otra vez la voz ajena captando su atención. Aunque, sin lugar a dudas, la sirena era demasiado ingenua en ocasiones... Olvidando su inusual temor por las entidades de tierra. Buen, a fin de cuentas, la sed por saber sobre lo desconocido le impulsaba a seguir adelante.
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