3 makes the trick

Estaba al tanto de cómo iban los parámetros de la misión. Iba a ser bastante interesante recuperar los objetos valiosos —las piedras mágicas de Lyverit—, por ello se había apuntando a formar parte de la recuperación y detención de las bestias. Tal vez conseguiría una recompensa más que simple experiencia en el campo de batalla y un arma o armadura, sino, algo más espectacular... Más mágico.

—Qué extraño lugar —mencionó desconfiada contra el lugar, mientras pisaba con cuidado a través de ese bosque que comenzaba a tornarse nebuloso, maldito con supuestos esqueletos vivientes y una densa neblina que aturdía a los sentidos si un individuo no se concentraba.

— >:*** —Tyche, la esfera flotante que le ayudaba en batalla como arma y soporte, siempre tenía algo que decir para todo lo que hacia la descuidada de Metis. Parecía más una madre temperamental que un compañero, por ello la alquimista siempre terminaba ignorándole olímpicamente en la mayoría de los casos.

Después de tanto caminar, sintiendo algo molestos los zapatos, llegó a lo que era la entrada de la zona nebulosa. Ahí se percató que había una persona, de extraños ropajes, esperando. Tyche, con la mala espina siempre atravesada, salió disparada hacia ese individuo. La esfera flotante con panel holográfico como cara, comenzó a emitir sonidos molestos al frente de la cara del aventurero de cabellera rubia. Era casi como si le reclamara el hecho de vivir, mientras emitía hologramas con caras molestas y un muñeco en píxeles asesinando a otro con un cuchillo.

—¡Tyche, ya basta! —refunfuñó Metis, tomando repentinamente a la esfera luego de acercarse. Tyche emitió un sonido de queja—. Disculpa las molestias. Es un tanto temperamental —arrugó el entrecejo. Luego, observó al hombre detenidamente. Parecía inofensivo, pero las apariencias siempre engañaban. Sin saberlo, había creado un incómodo silencio—. Oh... Me llamo Metis, ¿y usted es...? —preguntó con voz neutral. Qué encuentro tan extraño.

La esfera rebosante de discordia seguía refunfuñando entre los brazos de Metis, mirando asesinamente a Saganiel. Si las miradas mataran, aquel hombre ya estaría con la pata templada cual cucaracha. Tyche encontró bastante grosero que le hubiesen tocado con la empuñadura de una sucia espada sin haberle pedido siquiera su consentimiento —y es que igual no hubiese aceptado que le hicieran eso—. —No soy su dueña. Digamos que somos compañeros, aunque parece más mi madre que otra cosa —ladeó el rostro, tapándole la boca y los ojos digitales a Tyche para que no siguiera protestando, especialmente contra las palabras de la alquimista. Era interesante haber escuchado que el chico se sentía en casa tras aquel malentendido con Tyche. ¿Acaso le regañaban todo el tiempo? ¿O se metía en problemas de la nada, sin que él los buscara? Pero, no estaba bien preguntar cosas de esa índole. Metis era muy reservada con su pasado, y por lo tanto, dejaba que los demás lo fueran por igual al no preguntarles algo sobre este. Así se mostraba su respeto, y el hecho de que no deseaba crear un puente para que le hirieran y herirlos debido a su estatus como Iéros.

—¿Pro-programa? —inquirió en un murmullo, ladeando el rostro en completa confusión. Tal vez se trataba de un individuo metalizado con un programa, catalogándose de tal manera —de los cuales estaba íntegramente acostumbrada desde que apreció uno en Rinzer y otro en Pallasuz—. No era nadie para juzgar, en realidad; sin embargo, fue algo curioso que él supiera tal cosa. Por desgracia, Metis no poseía conocimiento alguno de que pertenecía a un juego virtual; ella sentía que era real, de carne y huesos, y que en donde habitaba no existía nada ficticio. Se encogió de hombros, aceptando al otro ente como tal—. Un gusto, Saganiel —sonrió un poco. Prefirió llamarle de tal manera, en vez con un nombre tan largo a pesar de que era respetuosa. Como obtuvo la inmediata autorización de él para llamarlo como gustara, lo hizo.

¡Oh! La misión. Qué gran coincidencia que se consiguiera con el otro individuo que aceptó la misión —Así es. ¿Hasta ahora somos dos... digo, tres? —mencionó inmediatamente un número impar porque Tyche le reclamó—. ¿No tienes idea si vendrá alguien más? —viró la cabeza hacia la entrada de la zona nebulosa, casi al mismo tiempo que él. No poseía miedo alguno, pero su futura opinión se revolvería en algo de preocupación—. Presiento que no será nada fácil, sobretodo porque no nos han dado ningún tipo de información acerca de las bestias... Y de lo que estas son capaces. ¿Y usted qué cree? —mantuvo sus ojos de color inusual sobre aquella entrada.

Saganiel hablaba muy raro. Por su parte, mejor ignoraba ciertos puntos porque no lo entendía del todo. Y es que sentía que él hablaba como si no fuera de ese mundo, como fuese un juego o algo por el estilo. Aunque, era muy rápido juzgar a las personas —y también no era para nada ella—, consideró que solo él se trataba de un ente automatizado y que, con la palabra bestiario, el encuentro y Saganiel no eran extraños —aunque sí inusuales—.

A medida que él hablaba y se acercaba a la entrada, Metis le siguió lentamente. Entre sus brazos aún sostenía a Tyche, quien enfocaba los "ojos" titilantes y de aspecto ausentes sobre la esencia nebulosa que se aglomeraba en el acceso —En otras palabras. Es trabajo de dos —se refirió a que, con la neblina a cuestas, nublando sus sentidos en la mayoría de los casos si no prestaban atención a su alrededor, y los esqueletos vivientes con las plantas carnívoras, era una tarea de dos cerebros y cuatro ojos—. Debemos cuidarnos las espaldas mutuamente —el extraño concepto de jugador que mencionó Saganiel volvió a causarle curiosidad. ¿Qué pasaba, exactamente, por la cabeza de alguien tan curioso como él?

Tyche soltó un desvaneciente sonido de alerta, anunciándole a Metis que habían alguien o varios más en el ese lugar. La alquimista ya conocía ese ruidito característico, con son metálico, que emitía su acompañante esférico... Y es que en varias ocasiones había sido atacada por bandidos, ladrones y uno que otro buscapleitos desde la oscuridad —Tyche, ya sabes qué hacer —acercó los labios rosáceos a la esfera, susurrándole aquello. Su acompañante se liberó suavemente, flotando al lado de Metis. Lo que podría hacer la esfera, bueno... Eso quedaría al descubierto cuando aparecieran materializadas aquellas sombras.

—¿Estará bien? —era una pregunta sin respuesta, solo la interrogaba por mera curiosidad y algo de preocupación. Si es que ese tercer participante existía en realidad y ya estaba en camino, ¿cómo habrá logrado sobrevivir hasta ahora en la zona nebulosa? Inmediatamente saltó al interior de aquel paraje espectral, cruzando por el umbral al igual que Saganiel. Estaba cerca del chico en todo momento, caminando a su lado izquierdo, mientras Tyche rondaba de aquí por allá cerca de ellos, como inspeccionando el lugar. Posiblemente la esfera inteligente no tuviese un amplio espectro para analizar el bosque debido a la neblina que bloqueaba ciertos complementos de su sistema, pero aún era capaz de detectar a más seres cercanos y a alertar a sus acompañantes.

Ante la disculpa del hombre, Tyche solo esbozó una expresión — >:-] ! —una cara bastante maléfica, como si expresara que consiguió lo que quería: que ese hombre fuese una especie de sirviente o adulador o tal vez se arrodillara, figurativamente, ante su esférica presencia con esa disculpa. Aunque en términos humanos, era bastante chistosa. Sin embargo, Tyche tampoco entendía exactamente lo que Saganiel hablaba, porque él también estaba atado a una realidad que el mismo código de aeon había implantado en ellos, creyéndose que el mundo en donde vivían era real y no un mundo virtual—. ¿Acaso haces las drogas, rubiecito? —inquirió con voz metalizada, utilizando un tono de voz bastante despectivo y un timbre sin género. Inmediatamente Metis le da un zape—. xPx! —emitió esa cara en su defensa un Tyche tambaleante y aún flotante—. Muestra algo de respeto, Tyche. En mi presencia no hablarás así contra Saganiel —la alquimista mostró carácter, a la par que Tyche refunfuñaba, tragándose todo con orgullo de por medio—. Sigh. Disculpe, Saganiel. Mejor no hable con él —hizo una breve pausa, como pensando expresarse bien en lo que estaba a punto de decir—. He notado que menciona muchas palabras como "jugadores", "programa" y ahora, "los AI del sistema". ¿A qué se refiere con eso? Si se puede saber... —miró fijamente al hombre, queriendo saciar su propia curiosidad.

Lanzando quejas metalizadas apenas entendibles, en un murmullo, a veces observaba de reojo a Saganiel. Lo que él le mencionó hace poco, sobre la disculpa, provocó que emitiera otra cara asesina, para luego brindarle la "espalda" al hombre. Tyche siguió en su faena, estando alerta alrededor de ambos seres humanoides, y aún en pie con lo que Metis le pidió: no referirse de mala gana contra Saganiel. Así que optó por no responderle y solo dedicarse a lo que la alquimista le pidió. La verdad es que su acompañante femenina le podía bastante.

Mientras, Metis observaba con ojos abiertos de par en par, expectante. Claramente parecía un asunto de vida o muerte, si se le observaba detenidamente y debido al lugar en donde se encontraban; cuando en realidad solo se trataba de una chica queriendo saber más... Queriendo resolver una especie de misterio —si es que existía— que rondaba alrededor de Saganiel, y, especialmente, en las palabras ajenas.

Realmente, no sabía a qué iba a él —¿Te refieres a esos término de videojuegos en Fortuna y a los virus de computadores? —le respondió con otra pregunta, ladeando el rostro de un lado a otro con clara expresión confusa. No entendía nada, nadita. Lo que le vino a la mente, además de la pregunta que le formuló a Saganiel, es: ¿cuán avanzado era él? Hasta ahora seguía considerándolo una especie de autómata.

De tanto caminar, entre la espesa neblina mágica, llegaron a pocos metros de un campo de huesos y escombros y una entrada a un templo. Sabía que, al sentir la mano de Saganiel sobre su propio hombro, debía tener sumo cuidado. Recordó los esqueletos vivientes que él mencionó y plantas devoradoras de hombres. Sin lugar a dudas, un ambiente feroz. Siguió a Saganiel en completo silencio, haciéndole una seña con la mano diestra a Tyche, para que les siguiera —Si no conseguimos un camino para rodear el templo, creo que los esqueletos vivientes serán lo de menos. Me temo que el interior de ese lugar es como un volcán a punto de hacer erupción —susurró muy bajo, tanto que su voz apenas se podía distinguir. Aunque, debido a la cercanía, el hilillo de voz, que traía sus suposiciones, podría escucharlo sus acompañantes. Suponía que si no conseguían un camino, o una manera de llegar a otro lugar más liberado de neblina, tal vez deberían internarse al templo para averiguar si ahí se encontraban las bestias con las piedras o no.

De repente, se detuvo en seco —Oye, ¿escuchaste eso? —inquirió en otro susurro al hombre. ¿Acaso era su imaginación? Estaba segura que escuchó un ruido al frente de ellos, pero era incapaz de distinguir muy bien debido a la espesa neblina. La alerta de Tyche aumentó, poniéndose más precavido; el objetivo debía estar bastante lejos, fuera lo que fuera, porque no podía detectarlo... ¿O jugaba con sus celdas sensibles?

Saganiel hablaba de una manera totalmente diferente a la forma de otros seres con los que se había topado. Ciertamente, como él se refirió, no comprendía por completo el léxico que usaba y, mucho menos, a dónde quería ir con todo eso que le decía. Metis solo cayó en la conclusión de que Saganiel estaba envuelto en un problema o en una misión con un fin mayor, y en el proceso, se estaba autodescubriendo. Entendía que todos cambiaban constantemente —... Está bien —acompañó su desvaneciente acuerdo con lo último que él dijo, mientras arrugaba el entrecejo y mostraba facciones ligeramente confusas, pero, por sobre todo, preocupadas.

—No sé a dónde quieres ir con lo que dices, Saganiel. Pero, sí. Nos volveremos a encontrar —afirmó Metis, observándole con ojos fijos y brillantes, bastante serios. Tyche ni se molestó en responder porque, a donde fuera la alquimista, él mismo iría; por lo tanto, de todos modos se encontraría con el chico. A fin de cuentas, el mundo era pequeño.

Ahora, lo más importante era lo que acontecía en medio de esa lúgubre zona neblinosa. Una especie de ventisca les acariciaba cada cuanto, proveniente del frente. Sentía que a donde fuera, siempre estarían en graves problemas porque con esta neblina que rodeaba cada centímetro de sus cuerpos, no tendrían escapatoria alguna. No importaba si los monstruos que se avecinaran fuesen de fuerza promedio o débiles, mientras estuviera presente aquel manto neblinoso rodeándoles y comprometiendo sus sentidos, especialmente la visión, no iba a ser nada fácil.

Asintió ante lo que Saganiel dijo. La poca seguridad que poseían duraría poco cuando se adentraron más en el bosque por ese sendero. Escuchó el grito bestial de algo, por lo que terminó moviéndose un poco para juntar levemente su espalda contra la masculina. Había dicho, antes de entrar a dicha zona, que era un trabajo de dos o más —ahora eran tres con Tyche— y que debían cuidarse las espaldas. Metis arrugó el entrecejo, determinada a acabar con esa criatura si se sentía amenazada cuando se topasen con esta o si se llegaba a acerca a ellos. La posible incapacidad de sentir miedo en el cuerpo de la alquimista se debía a toda la tragedia que rodeaba su vida.

—Sí —Metis observó a Tyche, susurrándole luego que Saganiel hablara— Dame el cristal —rápidamente el ente esférico se dividió en dos, como si fuese una especie de manzana partida por la mitad, y de su núcleo dividido surgió una tenue luz que teletransportó un cristal. El acompañante mecánico de la alquimista había demostrado una de sus tantas capacidades, siendo más que un simple rastreador o protector: también era un technobag, un almacenador de objetos, comprimiendo estos en simple datos dentro de su memoria para luego volverlos sólidos cuando era necesario. Metis tomó el artefacto de un dorado semi-transparente y lo colgó en su cinturón—. Solo tengo a Tyche para ello. Lo único que podemos hacer es volver por donde vinimos, mismo sendero que fue memorizado por él. ¿O pretendes ir directo a por esa criatura, creyendo que es nuestro objetivo? —seguía susurrando, cerca de Saganiel. Estaba alerta, observando todo a su alrededor. Mientras, Tyche volvía a la normalidad, escaneando sigilosamente a 10 metros del perímetro de ambos sujetos. Eso era para verificar cuán cerca se encontraba la criatura.

Metis siempre estaba lista para luchar. Su vida estuvo envuelta de pura hostilidad, así que sería imposible no verle tan dispuesta como ahora. Podría decirse que la fémina era la viva imagen de la entrega en batalla, siempre alerta ante cualquier peligro. Y, como si fuera poco, Tyche también presentaba este tipo de facetas.

El olor del lugar no le agrada en absoluto, tampoco la neblina había sido su mejor amiga desde que entraron ahí. ¿Qué secretos tan siniestros deparaba ese bosque? Era tan absurdo, tan misterioso, que no le cabía en mente cómo podía existir una zona así. Bueno, no podía culpar a la naturaleza, porque hasta la tecnología más peligrosa podía existir con un chasquido de los dedos. Saganiel soltó que era mejor regresar por el sendero anterior, tal vez en una manera de alegar —o una simple corazonada— que le preocupaba el causante desconocido de aquel sonido. Le entendía, en realidad. No sabían a qué se enfrentaban, y si no era nada, tampoco podían arriesgarse porque tuviesen el valor fluyendo por las venas. Así que seguir adelante no fue una opción, simplemente lógico.

Siendo guiados por Tyche, caminó de vuelta por el sendero, como había indicado Saganiel que hicieran. Sus ojos se centraron en el rostro de su acompañante, escuchándole atentamente como suele hacer con todas las personas —Mmn, no tengo la menor idea —dijo confundida, aplicando el dedo índice sobre el mentón. Su rostro pensativo dejaba entreabrir que no sabía nada de eso con exactitud, así que las palabras parecían estar de sobra—. Quizá... nada es lo que parece.

De repente la potente voz despertó otra vez su instinto de lucha, provocando que Metis tomara firmemente a Tyche. En cualquier momento le iba a necesitar —O tal vez las mismas bestias robaron las gemas mágicas. Y esconderse acá es lo más inteligente que han hecho —arrugó el entrecejo, observando a pocos metros de distancia, cerca de la entrada del templo, a una criatura colosal humanoide de 2 metros y medio de altura. Su pelaje oscuro le etiquetaba de atemorizante, mas, aquellos ojos sangrientos eran capaces de arrasar el alma en su santiamén. Esa criatura observaba fijamente a Saganiel y Metis, a quien le pareció curioso el artefacto que yacía incrustado en la muñeca de la garra enemiga. «¿Acaso será una de las gemas que buscamos?».

Por golpe de suerte, ambos habían dado con una de las bestias ladronas. Y no tardó mucho para que esta decidiera hacerse con la vida de ambos. Abrió las fauces, soltando un fuerte rugido que atormentó un poco a Metis, no por asustarle, sino por las vibraciones o poder mágico que desplegaba. Rápidamente se movió hacia ellos, dando unas estampidas fortísimas al suelo, haciendo que el lugar temblara levemente. A pesar de su peso, era bastante rápida y le costó solo unos segundos llegar ante ellos. Alzó el gran puño, con la intención de golpear al dúo. Tyche soltó un fuerte chirrido, despabilando a Metis. La alquimista se impresionó, trasmutando a su aliada esférica en un escudo que puede cubrir a ambos seres. Así fue como el golpe enemigo cayó en seco contra la armadura momentánea, moviéndole un poco hacia atrás por el impacto —¡Saganiel! —fue una señal para que atacara, pues presentía que las oportunidades serían escasas con esa velocidad... Y el mal augurio que le causaba ese instrumento en la muñeca de la garra bestial.

Era ahora o nunca tomar la ventaja en esa batalla. Así como anunció que atacara rápido, Saganiel lo hizo. El guerrero había logrado infligir una herida grave a la criatura, mas, no fue suficiente para detenerle. Nuevamente una voz gutural surgió de esas fauces tenebrosas, mencionando lo que Metis ya temía: esas piedras habían sido robadas por ellos. «En su muñecas... Esa es una», arrugó el entrecejo, intentando abalanzarse a la bestia con el escudo, para aturdirla y así arrebatarle el brazalete. Sin embargo, estaba muy lejos de llevar a cabo el plan.

Esa criatura se echó a correr a una gran velocidad, pese a su herida, que abarcó un gran terreno. Aunque perdiesen el rastro, aún tenían la ventaja de que eso derramaba sangre. En otras palabras, había un gran rastro de gotas de sangre en el suelo. Por mucho que la neblina envolviera los confines de ese bosque, la sangre no iba a desaparecer tan fácilmente. Antes de que Saganiel pudiese gritar sobre la partida, Metis transformó a Tyche a su forma natural, para luego posicionarlo cerca de la sangre de la bestia. Automáticamente la criatura esférica absorbió la sangre, registrándola en su sistema súper desarrollado. En un momento oportuno el podría rastrear la sangre, o escanear a sus alrededores para identificar las criaturas cercanas que tuviesen un DNA idéntico al del atacante bestial.

Una vez que escuchó a su acompañante humanoide, Metis salió corriendo hacia esa esencia morada, con Tyche siguiéndole cerca. Ahora tenía dos ventajas: el humo púrpura y la sangre, esta última por si llegaba a desaparecer le esencia de extraño color que dejó atrás la criatura —Por allá —en aquella maratón señaló a un extremo derecho con el dedo zurdo, tras notar en la espesa neblina la forma descomunal y familiar de la bestia.

Durante la maratón, la alquimista admiró en silencio las acciones de Saganiel. Asimismo, desvió el rostro cuando las cuchillas impactaron en uno de los blancos, hiriendo a los acompañantes del primer enemigo con el que se toparon. También pensó que habían ganado, aunque a costa de un método demasiado simple. Por eso sospecho. Se detuvo en seco, confirmando lo que rondó rápidamente en su mente, como toda esa situación, para así apreciar el rostro furioso de las criaturas. De un momento a otro esa batalla se tornó completamente diferente, casi como si la mesa se hubiese volteado y las cartas ganadoras ahora estuviesen en las manos de quienes iban perdiendo. Ahí recordó que la vida real nunca acontecía como se vislumbraba.

Se quedó levemente impresionada ante la transmutación que habían sufrido las criaturas, unificándose de tal manera que todo parecía ser sacado de un cuento de hadas, aquellos que su abuelo le leía antes de dormir. Para cuando escuchó el llamado de Saganiel, tras haberse sumergido en las memorias de su vida dentro de Zoetrope, se veía encima las llamaradas. Qué falta de concentración tan magistral. Un error muy grave por parte de la alquimista, quien siempre estaba pendiente de cualquier detalle.

Tyche estaba flotando cual mosca al frente del rostro de Metis, y ante su presencia, lo primero que ella hizo fue tomar la esfera y volverla a transmutar en un escudo, que bloqueó de lleno el ataque pero empujando súbitamente hacia atrás a la alquimista. Pasaron varios segundos para que la bestia dejara de lanzar llamas, corriendo a gran velocidad contra la chica. Al escuchar las estampidas, ella transformó las propiedades de Tyche convirtiéndolo en una lanza, la cual lanzó —tras soltar un grito— cual torpedo directo al hombro de la criatura. El arma alargada de gran resistencia, aparentemente imposible de romperse, se encajó en aquella zona antes mencionada, provocando que la bestia de tres cabezas llorara con un fuerte quejido; y así fue como detuvo el ataque ajeno.

—¡Tyche, transmútate! —como había tenido contacto recientemente con Tyche, fue fácil aún poseer esa conexión mágica. Por lo que la lanza se volvió en un punto minúsculo en la gran herida que le propinó a la bestia, para luego escapar de ahí y volver a ser Tyche—. ¡Saganiel, ahora es tu oportunidad! —mientras la bestia permanecía estática y se acoplaba rápidamente al malestar, aumentando su umbral de dolor debido a la mejora constante que le brindaba las piedras. Aún así, estaba perdiendo mucha sangre.

La fortuna les sonrió.

En un abrir y cerrar de ojos esa bestia sucumbió a la lluvia de flechas por parte del tercer integrante de la misión. ¡Enhorabuena! Fue extraordinario verle ahí, finalmente. Y con su llegada, lo mejor había sucedido. Metis volvió a su posición normal, bajando la guardia ya que el peligro había pasado; inmediatamente a la muerte de la criatura de tres cabezas, Tyche, la esfera flotante, flotó con rapidez hacia la alquimista, para reunirse con ella.

Ella sonrió levemente, tras sentir en un sorpresivo golpe el alivio de haber terminado con esas criaturas fusionadas que habían robado las piedras mágicas —Gracias, Ted —inclinó levemente la cabeza, en forma extra de agradecimiento. Por su parte, Tuche solo emitió el holograma de una carita para con ambos hombres presente—. >:***

Se acercó a Saganiel, apreciando las gemas mágicas que yacían en sus manos —No tengo la menor idea. Mejor hay que devolverlas, Saganiel —alzó un poco el rostro, observando con leve preocupación al templario—. ¿Vienes con nosotros, Ted? —viró el rostro hacia el tercer integrante, asumiendo que era un cazador. Era momento de volver, para entregar las piedras preciosas a sus dueños legítimos. Pero presentía que la espesa neblina y los misterios de este bosque les iban a jugar un poco mal para encontrar la salida. Había escuchado que Mirat cambiaba constantemente, así que, aunque tuviesen a Tyche como guía, los cambios afectarían a la esfera tecnológica... Y ni hablar de los monstruos de ese lugar.

Volvió el rostro caucásico hacia el de Ted, observándole con ojos serenos —Fuera de esta zona. Debemos entregar las piedras a sus legítimos dueños cuanto antes —asintió una vez, como si fuese un gesto determinado y solemne. Luego, sus ojos rojizos se desviaron a su alrededor, justo cuando Saganiel habló sobre volver, pero, al igual que su compañero, pudo notar algo sumamente extraño en el ambiente. Sera que...

Lo que estuvo a punto de afirmar mentalmente, para luego comunicar a sus compañeros de faena, fue interrumpido por la presencia de una entidad espectral idéntica al monstruo de tres cabezas que derrotaron anteriormente, ahora ésta atacando a Saganiel. Metis se impresionó un poco, pues no se esperaba algo así. Se echó a un lado, por mero reflejo, esquivando a la criatura... Si es que esta deseaba herirle. La alquimista observó cómo se desvanecía la criatura, que tal vez volvería a por destruirles y no a infligir una mera herida superficial. Realmente no sintió miedo alguno, solo le tomaron fuera de guardia.

Ahora su atención estaba depositada en sus acompañantes humanoides, opinando en silencio lo mismo que Saganiel con referencia a las habilidades de caza de Ted —Hay un detalle... —no deseaba sonar pesimista, pero era la información básicamente sobre dicho bosque—. Mirat es famoso por cambiar constantemente. Eso, la neblina y el espectro de tres cabezas nos traerán un gran dolor de cabeza. Por desgracia, creo que Tyche no podrá ayudarnos en esta ocasión, claro, solo si ha cambiado el camino —estaba seria.

—Somos cuatros personas para cuidarnos las espaldas. Es suficiente —sonrió Metis que, incluyendo a Tyche como humano debido a su personalidad extravagante, consideraba la dificultad de los vestigios de la misión, pero a su vez creía fervientemente que podrían lograr salir de ahí. La alquimista siguió al cazador, afirmando con la cabeza ante lo que él planteó. Subir árboles era lo más razonable debido a la neblina abundante, y generalmente la copa de los árboles no eran bañadas por el humor de terror; sin embargo, ¿y si surgía desde debajo de sus pies, mientras trepaban, otra criatura fantasmagórica como el cerbero? ¿O desde las entrañas del cielo? Sin lugar a dudas, sería una situación comprometedora. Aún así, mantenía en pie el hecho de que los cuatro podrían ayudarse.

Metis siguió de cerca a Ted, con Tyche pisándole los cabellos. No sabía trepar muy bien dichas extrañas entidades alargadas de vestimenta marrón y cabeza esmeralda. Durante sus aventuras tuvo que apañárselas para, al menos, saber cómo hacerlo. ¿Pero ser una profesional? Qué va. Nunca podría igualar la agilidad de Ted, al cual admiró mientras él trepaba.

Le sonrió al cazador, especialmente por su amabilidad —Gracias —tomó la mano ajena, valiéndose de esta como polea para así ascender por el árbol y trepar el trecho que quedaba, con dificultad, hasta alcanzar a su acompañante. Saltar era lo de menos, trepar si le costaba algo... Algo que se podía apreciar fácilmente. Entonces, lo que vociferó Saganiel le obligó a virar el rostro hacia el templario, topándose nuevamente con la criatura. Parecía que el entorno había asumido los remantes del cerbero, para absorberlo y así hacerlo parte de Mirat. Es decir, el bosque era tan mágico que hacer o crear fantasmas no era cosa del otro mundo.

Asintió con la cabeza ante la orden de Saganiel, para luego observar la silueta del siguiente árbol, cuyas ramas tortuosas no le brindaban tanta confianza. Por un segundo miró a Ted, consiguiendo inspiración en la facilidad de sus movimientos, y nuevamente miró el árbol siguiente. De un momento a otro, se impulsó hacia delante, pegando un brincó largo que le permitió abrazar la rama del otro árbol, mientras le colgaba los pies. Apretó los dientes, la boca y los ojos, aferrándose a la rama. Inmediatamente, Tyche le ayudó al posicionarse en los pies de la alquimista e impulsarla hacia arriba, para que ella subiera por completo. Más que asustada, tenía el pulso a mil revoluciones por segundo debido al asombro de haber logrado saltar a otro árbol. Entonces, le susurró a su acompañante esférico, que se sumó a ella en un instante —Tyche, ¿recuerdas la escalera al cielo? —la criatura metalizada se movió, como asintiendo—. Tal vez la necesitemos. —Viró el rostro a los demás— ¡Vamos!