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Mensaje por Umbra Dom Mayo 12, 2013 2:44 pm

Rinzer, una ciudad oscura de acero gélido fue el lugar de la velada. Según el Templar de un gremio cuyo nombre no revelaría —siendo esto su regla de oro—, le contrató para librarse de un exmiembro soplón que ahora trabajaba para el gremio enemigo. Qué delicados y estúpidos los asuntos entre esa clase de gente hipócrita, sin embargo, para él era un deleite tener que deslizar dulcemente la figura pétrea de sus katares en los órganos de su objetivo. Según el Templar corrupto, aunque deseoso de salvar a su gremio, el individuo era un simple solado de cuarta —lo que Umbra presentía era que el odio y rencor hablaban más que la verdad— por lo que sería simple de asesinarle, más aún cuando se había programado una especie de cita falsa de comercio. Obviamente, el pobre ciervo a punto de morir no sabía de qué iba todo el asunto; simplemente, en su ingenuidad, quería comprar una que otra arma misteriosa y obtener pócimas a mitad de precio a cambio de seguir soplando para ganarse lo que fuera. Era esa clase de hiena que mete la nariz en cualquier caza, sin importa si hay leones o no alrededor, para poder sobrevivir... ¿Y por qué no? También deseosa de sentirse importante.

Suspiró sonoramente, mientras observaba el holograma de la fisonomía de su objetivo en un callejón oscuro de Rinzer. Era un hombre simple, a pesar de ser un avatar de un juego virtual. No había nada interesante en su apariencia, siendo un aspecto predeterminado que ofrecía aeon. Triste, ese hombre no poseía una personalidad amplia, honda y mucho menos original. Solo era un parásito, un reflejo de cómo podría ser en la vida real. «Esta vez no será divertido», pensó con rostro ausente, barriendo con su mirada carmesí el callejón, hasta depositarlos en la lejana luz de las calles. No sería un reto, lo cual le entristecía un poco. Si bien siempre experimentaba excitación cuando sabía que iba a asesinar, se abatía al saber que el objetivo era un ser fácil de aniquilar. Entonces, desactivo el holograma que provenía de una pulsera oscura alrededor de su muñeca diestra, ocultando ésta bajo el guante shintoista. Asió la capa oscura que traía consigo y se vistió con esta, para ganar más terreno al hacerse uno con la oscuridad inmensa del callejón —porque utilizar sus habilidades en una presa tan simple como esta no era honorable y, al mismo tiempo, sería una pérdida de tiempo—.

Ya era la hora del encuentro.

El susodicho apareció, haciendo el llamado secreto, un corto cántico de un ruiseñor, para con el falso vendedor —¡Oiga! ¿Está ahí? Vamos, no me haga perder el tiempo. Un amigo me recomendó su mercancía legendaria. Necesito tenerla ya por culpa de la pelea entre mi gremio y otro— Sí, claro. Un amigo le recomendó aquello. Lo que ese hombre no sabía era que ese amigo era un aliado de bajo perfil del Templar. Todo estaba planeado. No existía mercader con equipamiento legendario. Nada. Y si lo existía, pues, no se encontraba ahí. Solo se traba de Umbra.

El asesino caminó con tranquilidad, casi como si flotara. Sus pies ligeros, su presencia casi invisible y la oscuridad boca de lobo le ayudaron a posarse frente a frente al hombre, quien no se dio cuenta de su presencia. No aún. Ka-chin. Sonaron dos objetos metálicos deslizándose sobre una superficie igual de resistente que ellos. Eso despertó aún más la curiosidad del hombre, quien pensaba que el vendedor silencioso se acercaba a él. Qué ingenuo —¡Ah, con que sí está acá! Ya me había asustado— Después de aquellas palabras, ocurrió lo peor.

Umbra clavó sus katares en el corazón virtual, envenenándolo rápidamente. Debido a que el soldado poseía poco HP, fue fácil acabar con él en un santiamén. Ese hombre miró horrorizado la oscuridad, sin saber qué sucedía exactamente. Su único obsequio durante esa noche fue un reinicio total de su personaje, lo cual probablemente le desanimaría y provocaría no volver a entrar a aeon. Sus labios se curvaron, esbozando una sonrisa amplia y cínica. Ah, la adrenalina recorría su cuerpo. Era capaz de experimentar la excitación incluso en aquel mundo fabricado por simples datos. Qué majestuoso y poderoso podía ser el cerebro humano con sus nervios y pulsaciones, y aquellas sensaciones dichosas que eran capaces de causarle una erección.

En fin. Sus katares se escondieron, esfumándosele la excitación al darse cuenta que ya no existía alguna estela de su delito. Qué aburrido. Se quitó la capa, lanzándola por ahí y luego desviando su mirada hacia las luces de la calle, donde avistó la figura de una mujer con ropajes religiosos.

Sus mejillas se encendieron en fuego, a la par que los ojos carmesí se volvieron esferas gigantescas de abundante impresión. Salió corriendo hacia el inicio del callejón, resguardándose con la pared para observar la figura de quien estaba espiando. Apenas reveló su rostro y parte de su cuerpo de la oscuridad del callejón, mientras observaba con ojos de perrito triste y con timidez a esa persona. «Renée...», su mente susurró y su corazón suspiró, como si fuese una colegiala esperando a que su senpai se diera cuenta que existía. ¡Qué vuelta tan magnífica de los eventos! Casi podía escuchar coros celestiales cuando sus ojos capturaban el rostro de Renée Hallow. «Qué hermosa es.»
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Mensaje por Invitado Lun Mayo 13, 2013 5:53 am

Suspiró con tedio, intentando disimular -y no- el hastío que sentía en ese preciso momento gracias a Bud, Mechanic que había conocido hace apenas un par de días y quién, gracias a la fama que se había hecho y el anuncio ofertando sus servicios como Healer, le había solicitado para auxiliarle en la búsqueda de un Hechicero que le había despojado de una valiosa gema y que, para recuperarla, se habían se batir a duelo por ella. Por supuesto, la apatía no se debía a ofertar sus servicios, ¿pues para que ofertar algo por una cuantiosa suma de efectivo si se está tan amargado y mala leche?... La verdadera razón de su apatía residía en que justo a esa hora se había quedado de encontrarse con un maravilloso ejemplar de Knight a quién se estaba intentando ligar. Era obvio que lo único en su mente en ese instante, además de la vasta y próxima suma de dinero en su cuenta electrónica, era el hacer un trabajo limpio y rápido para salir de ahí lo más pronto.

Mujer, ¡date prisa! — Exclamó un impaciente cliente mientras echaba un vistazo por encima de su hombro — Ése cabrón debe de estar cerca de aquí, ¡no me gustaría que me tomase desprevenido y contigo tan lejos!... Aunque pensándolo bien, bajo ninguna circunstancia te querría lejos, con esas caderas... — Para el disgusto de Hallow, aquél hombre de aspecto robusto y fortachón le había guiñado un ojo, cosa que solo le produjo girar un poco los ojos y cruzarse de brazos.
Bud, suenas exactamente igual a mi segundo "ex-esposo"... Y eso no es precisamente un halago. — Hizo un movimiento leve con la cabeza, dejando que el cabello se moviese un poco de su rostro para estar más cómoda — Si sabes lo que te conviene, mantén tus ojos en el camino y fuera de mi escote, cariño.
Pfft. Mujeres. — Comentó el otro, deteniéndose nuevamente, quizás por décimo tercera vez en el día... ¿Pero quién lo contaba de todas formas? — Bah... Odio estas calles, ¡Todas son iguales! Juraría que era por aquí... — El fortachón sacó de inmediato un pequeño mapa, del tamaño de una servilleta, del cuello de su traje y empezó a girarlo en todas las direcciones posibles para el descontento de la mujer quién ahora se sentía más impaciente que de costumbre. ¡Caray! Y pensar que aquél bombón debería estar esperándola justo ahora en los bellísimos jardines orientales en Tengoku. — Oye cariño, no tengo todo el día... ¿Podrías---------! — Sus labios se sumieron en un abrupto silencio tan pronto su rostro se volvió hacia ningún punto en particular, pero algo en ese "ningún punto en particular" captó su atención. ¿Que había sido?... ¿Fue acaso lo que pensó? ¿Había visto de verdad un rostro?... Ni hablar, seguramente se trataba del Hechicero quién sin duda se había estado siguiéndolos con cautela.

Pues bien, Siendo Bud demasiado obtuso, y considerando la situación, seguro habría un ataque sorpresa de por medio. Bien, dos podrían jugar ese juego. Ella y quién fuera que estuviera oculto por ahí.

Ohh, ¡Creo que he perdido mi rosario!... ¿En donde lo he puesto? — Dijo fingiendo sorpresa y desánime, comenzando a hacer como si se escultase entre la ropa, llegando hacia el liguero por debajo de su falda, subiendo un poco esta con el fin de despistar a cualquier sujeto raro que anduviese oculto. — ¡Vaya! Pero que descuidada....¡Aquí está! — Gritó de último, sacando una pequeñas agujas/dardos que mantenía consigo en un cinto atado al muslo en dirección al callejón. Si en verdad había alguien ahí, reaccionaría o se movería y ella lo vería, si no, solo bastaba con ir a comprarse unos nuevos.

Su cuerpo posó pronto en defensa, esperando cualquier respuesta, amiga o enemiga.
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Mensaje por Umbra Lun Mayo 13, 2013 10:30 am

Incapaz de acercarse al objeto de sus deseos, solo podía observarle de lejos, sumiéndose en un ensueño y en los posibles escenarios entre él y ella. Su timidez extrema era algo chistoso y, a su vez, una debilidad increíble; sin embargo, nadie estaba sumidos al tanto de la verdadera identidad de la Bestia Carmesí, así que no corría peligro alguno de que le delataran por lo que estaba haciendo en ese preciso momento: espiando a Renée Hallow.

Descendió los ojos carmesí para echarle un vistazo a las sensuales caderas de la Healer, y luego elevó los ojos en un intento por admirar por completo la hermosa cabellera ondulada que parecía el cielo nocturno debido a que las luces de Rinzer chocando con cada cabello ajeno y recreaban el edén. Pensó en "un intento", porque nunca era suficiente para capturar la belleza de esa mujer ejemplar. «Renée...», volvió a suspirar el nombre de la fémina. Reconocía que hacia algo malo, pero no le importaba, porque espiarle era como alimentarse la mente y el alma.

Por desgracia, el karma era una entidad que actuaba como un bastardo. Ocurrió lo que más temía. Renée había volteado, lo que provocó que él se impresionara y ocultara en la vorágine de oscuridad en ese callejón pútrido. Su corazón latía a mil revoluciones por segundo, por lo que intentó sostenerle en la caja de huesos. Falló. «Mierda, ¿acaso vio mi rostro? ¿Será posible?», habló su mente, mientras se introducía en una espiral de ansiedad y desesperación, estados que se reflejaron fácilmente en sus ojos carmesí completamente abiertos con pupilas dilatadas.

De repente escuchó la voz de Renée, la cual parecía acercarse. «¡¿Perdió su rosario?!», inmediatamente entró en alerta, pero completamente diferente a aquel estado donde debía sobrevivir o huir. Gateando, se puso a buscar el rosario en el callejón, dándole la espalda a las luces de la ciudad. Grave error. Olvidó que la mujer se acercaba y que debía evitar que ella se enterara de su existencia. Pero fue peor cuando sintió varios pinchazos en su trasero —¡Ouch!— Emitió con inmenso dolor, gateando lentamente con el hombro contra la pared para salir de la oscuridad del callejón. ¿Quién osó hacerle eso? Elevó el rostro, clavando los ojos carmesí de absoluto desprecio y deseos de asesinar en el rostro del individuo que le hirió. Estaba en modo demonio.

Cuando se dio cuenta de quién era el culpable, la expresión facial de su propio rostro cambió, sin poder emitir palabra alguna. Las directrices de su semblante se ablandaron, sus ojos parecían los de un perrito tímido, sus labios se ampliaron y arrugaron nerviosamente, y las mejillas se colorearon de un rojo incinerante. Una a una se comenzó a quitar las agujas/dardos del trasero, sin apartar el colorido rostro del ajeno. Ya cuando terminó de librarse del dolor, comenzó a gatear lentamente contra la pared para así apartarse, esperando que la fémina realmente no se hubiese enterado que estaba ahí. En otras palabras, estaba huyendo. Había sido un intento por seguir invisible, especialmente con Renée Hallow. Era algo ilógico, en realidad, porque ya ella sabía de la presencia de Umbra.
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Mensaje por Invitado Lun Mayo 13, 2013 7:20 pm

Por un momento creyó que todo había sido producto de suposiciones, o quizás de la necesidad de algo de acción ante la impaciencia generada por un descuidado Mechanic con poco sentido de orientación, pero no era así. Lo había escuchado claramente; había escuchado una expresión de dolor... Alguien definitivamente estaba cerca.

Oye nena, ¿Todo bien allá atrás? — Masculló el robusto hombre, apenas y echando un vistazo breve sin demasiado afán de apartar la vista de su pequeño y disfuncional mapilla entre manos. Por su parte, la chica no respondió, y solo se limitó a adentrarse más a la oscuridad ominosa de aquél callejón. Mientras lo hacía, no pudo evitar pensar como posibilidad el haber herido a algún civil o a algún Thief cualquier oculto listo para saltarles encima, pues de haber sido realmente el Hechicero que tanto lío provocaba, habría atacado de inmediato o reaccionado a sus pequeñas agujas... Quizás. Solo quizás. Más, preferiría pensar más en la primera posibilidad.

No pudo distinguir en aquél velo oscuro que la devoraba por completo, con excepción de uno y otro lado que daba a la calle. Era como un túnel macabro, aquello por alguna extraña razón le heló la sangre por completo. ¿Como sería morir en algún lugar tan desolado y tenebroso como aquél?... No querría ni siquiera imaginarse en aquella posición. Aquél escenario debía ser terriblemente triste y deprimente.

Por supuesto, no tuvo que interrumpir sus pensamientos, pues algo en la oscuridad lo había hecho por ella, disipando todo pensamiento o más ligero escalofrío de manera súbita, tal y como el casi tropezón que se da contra aquello. No supo distinguirlo. Intentó encontrarlo en la oscuridad al estirar sus manos, pero sin éxito alguno. Palpó con la punta de una de sus botas a lo que tenía a los pies, encontrándolo "suave" y no tan tanto a la vez... ¡Era un cuerpo, sin duda! Temía lo peor. — ¿Hola?... ¿Hay alguien aquí? — Conforme buscaba alguna respuesta, comenzó a inclinarse poco a poco hasta quedarse en cunclillas, intentando hallarle forma aquello. Esperando en verdad que fuese cualquier persona... Y que siguiera con vida. — ...¿Hola? Si hay alguien aquí, responda. Soy una Healer, todo está bien dulzura, no le haré da----! — Y así de la nada calló. Quizás ante la incertidumbre, quizás ante el miedo o la sorpresa, pero aquello que auscultaba a ciegas en ése callejón se sintió como un rostro. Por Dios... Temía lo peor.
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Mensaje por Umbra Lun Mayo 13, 2013 10:01 pm

Fue como alcanzar el nirvana, sufrir una catarsis y volver a renacer cuando sintió las tersas manos de la fémina palparle el rostro. Le había alcanzando, pero más que asustarle o ponerle en una situación comprometedora —como si ya no lo fuera—, se ruborizó en la oscuridad. Para él era completamente prohibido tocar a Renée y viceversa, por lo que su corazón impaciente, que alguna vez lo controló bien, obligó a su razonamiento a romper las cadenas de opresión. Abandonó el control, volviéndose casi en una bestia sedienta... Sin embargo, no comería a la mujer de exquisitas caderas. ¿Quién iba a decir que ella fuese a tocarle, él que tanto le ama de manera desinteresada, no como esos imbéciles que solo querían su cuerpo y poder? Era el regalo de los malditos dioses.

Algo en él, salvaje e impúdico, quebró el autocontrol.

De las sombras surgió su mano diestra, tomando la mano ajena para atrapar a la fémina en la oscuridad de aquel callejón. Depositó a Renée contra el suelo, mientras él se posaba encima de ella, apoyando las rodillas a los costados de las caderas femeninas y atrapando dulcemente las muñecas ajenas con las manos propias. A la par que una extraña luz surgía del dije incrustado en el collarín shintoista de asesino —un dispositivo especial que utilizaba en ocasiones como la actual o por alguna necesidad—, ambos rostros se alumbraron en la negrura del callejón. Él acercó su semblante al homólogo, declarando su presencia en el espacio personal de ella, con tan solo un centímetro de separación. No importaba violar los derechos ajenos. Entonces, le observó fijamente, cual bestia estudia a su presa; sus ojos carmesí eran profundos, los cuales intentaban engullir el alma ajena y apoderarse de ésta. Realmente encontró encantadores los ojos que representaban al universo, aunque ese sentimiento de gusto no pudiese ser reflejado en su rostro ausente y mente en ensueño.
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Mensaje por Invitado Lun Mayo 13, 2013 11:53 pm

Quizás había sido bastante estúpida, o quizás demasiado "amable", más sea como hubiese sido, al final ambas cosas terminaban siendo lo mismo. Había cometido un grave error —O al menos así al parecer estaba resultando— al adentrarse sola y desprotegida de esa forma. Vamos, ¿Que demonios le había pasado? Es como si en aquél túnel oscuro algo le hubiese completamente hipnotizado, y como la polilla que sigue a la luz, irremediablemente cayese sin ninguna posibilidad de salvarse. Creía que lo peor estaba por suceder.... Pero, ¿en verdad era así? En pocos momentos lo sabría.

Sobra decir que aquello le tomó por sorpresa, y "sorpresa" era poco para describirlo. ¿Miedo? Quizás, pero más que nada era la terrible incertidumbre de no saber como o por quién se dio este asalto. ¿Le matarían? ¿Era eso?... Alguien, quizás algún integrante de la guild enemiga se había enterado de sus intenciones junto a Bud, y le matarían primero y luego a él con el fin de quedarse con la estúpida gema costara lo que costara. ¿O es que alguno de sus propios enemigos por fin había venido a cobrar venganza por sus aventuras pasadas? Era difícil saberlo... Pero, ¿que importaba a estas alturas? Se descuidó, y ahora en verdad pagaría sus descuidos.

¿O no?

¡Hey hey hey HEY! — Exclamó alarmada, sin la intención de ocultar la evidente exaltación que ahora le invadía todo el cuerpo o de como era presa quizás de un nerviosismo que le estaba devorando su usual temple para este tipo de cosas... Quizás porque ahora, de verdad, era completamente presa de algún demonio a punto de llevar a cabo su crimen. Respiró agitada, intentando tranquilizarse ella misma, quizás podría ganar unos cuantos minutos para darle un buen golpe en la quijada o en los testículos a quién le estuviera manteniendo contra el suelo contra su voluntad... Pero todo cambió cuando en la oscuridad, una estela suave se encendió en aquél abismo y entonces, solo entonces y con toda dificultad, logró ver como poco a poco se dibujaba el rostro de alguien... Un hombre. Y entonces cayó en cuenta que aquél hombre, de rostro estoico y parsimonioso, le veía a los ojos... Y así duraron minutos que se sintieron como eternidad. ¿Porqué?... ¿No iba a caso a asesinarla o peor...?

Su rostro, por la manera tan fija que ahora le dedicaban y a su vez por la forma tan vulnerable en la que se hallaba, adquirió un leve rubor cargado más que nada de incomodidad y nerviosismo arraigado e lo más profundo de su piel. ¿Porque no le decía nada? ¿Porque no le había lastimado ya?... ¿Que demonios quería ese sujeto de ella? — ....Hey. — Replicó entre una marea de suaves y leves jadeos. — No sé quién eres, o quizás sí pero no logro recordarte, pero sea como sea... Si has venido a cobrartelas, al menos hazlo como hombre y no como un miserable animal sin agallas, dulzura. Es lo menos que puedes hacer si me has seguido hasta aquí, sin dar seña ni rastro de que estabas aquí, ¿No crees, cariño? — Pestañeó suavemente un par de veces, intentando fijar sus ojos de avellana sobre la silueta de aquél rostro, esperando alguna respuesta... Pero su silencio solo aumentaba la ansiedad y su rubor. Sus labios ligeramente arrugados eran prueba clara de ello. — Vamos... Prometo valer tu tiempo. — Dijo en su sedosa voz acompañada de un guiño, intentando romper un poco la ya de por sí asfixiante tensión bajo las circunstancias, muy a su juguetona manera... Aunque era evidente que estaba siendo invadida lentamente por la ansiedad y la impaciencia.
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Mensaje por Umbra Mar Mayo 14, 2013 12:30 am

Si bien no se encontraba en sus cabales, a ella no podría herirle. Decían por ahí que hasta las bestias, incluso las más crueles de todas y poseedoras de un oscurecido corazón marchito, podían enamorarse de la doncella más hermosa. Y he aquí, frente a sus ojos, el plato soberanamente exquisito: la doncella que despertaba en él la luz oculta en su corazón. Deseaba comerle, sin embargo, no lo haría si ella no lo deseaba así. Así era de profundo su perverso amor.

Minutos que duraron una gloriosa eternidad —y los cuales deseaba que no cesaran—, en donde admiraba la estructura ósea de aquel rostro de súcubo, terminaron cuando ella rompió el silencio. El universo que observó a través de los dos hoyos negros brillantes y expresivos se volvieron reales y no un simple sueño que imaginaba. «Mierda, le estoy tocando», pensó, chasqueando súbitamente los labios, a punto de perder ante los latidos de su corazón. Sentía como si el pecado más cruel le abordara el alma, tras corromper con su tacto las manos de la fémina. No deseaba infectarle con su oscuridad, a ella, alguien que poseía una pureza totalmente diferente a las planteadas por todos. Digamos que ambos eran el Yin y el Yang.

Lentamente le soltó las manos, para ahora depositar los dedos en los codos ajenos y así, asiéndola un poco, logró levantarla tras previamente haberse levantando el mismo. Fue cual caballero o príncipe azul que socorro a una damisela que cayó de su caballo. ¿Y por qué no? Estaba en todo su derecho de hacerlo, especialmente cuando la había abatido suavemente contra el suelo y estuvo a punto de lograr que ambas bocas se encontraran en una danza incandescente. Pero más que eso, ella se lo merecía por completo.

Elevó un poco las manos hacia Renée, para acomodar la cabellera castaña y luego brindarle la espalda. Con suma lentitud comenzó a salir del callejón, revelándole a las calles iluminadas y a cualquier transeúnte el excesivo rubor de su rostro parsimonioso y la figura masculina que ostentaba. Ah, la timidez le abordaba, pero hizo acopio de todas su fuerzas —aunque más de su valor— para romper su silencio inducido —Disculpe, le confundí con alguien más. No volverá a suceder— habló en tono neutral y apacible, cuando en realidad se estaba muriendo debido al calor que emanaban sus mejillas. Por fin le había tocado, lo cual le derritió. Al fin ella se dio cuenta que él existía, lo cual le llenó de euforía.
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Mensaje por Invitado Mar Mayo 14, 2013 3:47 am

Confusión y aturdimiento, de eso se había vestido justo en ese instante tras angustiantes momentos de ansiedad. ¿De verdad? Es decir... ¿Se había acabo así y ya? No era como si deseara invocar a la mala suerte con sus miles de escenarios caóticos y dramáticos en sus múltiples desenlaces fatalistas y finales cargados de tragedia pura, pero aquello no lo entendía del todo. ¿Acaso no le había seguido? ¿Porqué le había tomado de aquella forma tan... Suave sin tomar de ella nada más o siquiera intentar hacerlo? Aquello era por mucho demasiado sospechoso, pero sus miles de preguntas que ahora pululaban por toda su mente sin descanso quedarían sin resolver... Por ahora.

¡Oye, espera! — Gritó ella tan pronto salió un poco de ese estado aturdido y completamente absorto intentando descifrar justo ahora que demonios había sucedido en ese preciso momento. Cuando el chico había ya avanzado medio camino, ella le alcanzó compensando la distancia al correr por unos segundos. Justo cuando la luz del exterior de aquél callejón les volvió a vestir de pies a cabeza, con una mano asió del brazo a aquél hombre, pidiéndole de la forma más gentil y sin palabra alguna que se detuviese. Sus dedos se deslizaron poco a poco contra la tela de algodonosa textura, acoplándose a la forma bien torneada y musculosa de aquél brazo hasta que su espalda por fin había pasado por lo menos a ser el rostro que había visto en aquella penumbra, más de perfil. — Escucha, cariño... — Dijo sin la menor intención de soltarle, tomándole por supuesto con la delicadeza que suele tener para este tipo de casos. ¿Porqué no serlo? El chico definitivamente le había llenado de miedo hasta sitios que no sabía que podían ser llenados con tal cosa, pero en su trato supo reconocer la gentileza... Y eso era lo que más curiosidad había provocado en Hallow. — Puedo asegurar, ahora que veo tu rostro con más precisión, que jamás te he visto... Lo sé, recordaría un rostro así de atractivo. — Dejó que sus dedos poco a poco se acoplaran mejor a aquél brazo, sin parecer que intentaba romper con la linea del espacio personal... Aunque a estas alturas, eso ya era bastante inútil, pero igual mantenía su distancia. Tampoco deseaba lucir como una colegiala enamorada que se cuelga cual mono del objeto de sus suspiros. — Pero seamos o no conocidos, al menos ten la delicadeza de escoltarme hacia afuera del callejón si me asaltas así de sorpresa. ¡Venga! Me has dado tremendo susto, dulzura. — No pudo evitar sonreír un poco, intentando aminorar la aún pesada tensión entre uno y otro. Pues bien, aquél hombre no tenía intenciones de matarla, aunque de miedo ya fuese un poco tarde, pero por sus acciones supo que se trataba de alguien más gentil y "educado" que ella.

Poco a poco sacudió un poco su vestimenta, ligeramente impresa con la suciedad del callejón, pero sin exagerar tanto... Después de todo, un pequeño Log-In otra vez y quedaría como nueva. Dio un breve vistazo a sus alrededores, advirtiendo que su primer acompañante ya se había ido sin dejar rastro de él. — Válgame... Pude haber muerto y ese sujeto durmiendo plácidamente en sus laureles. Sigh... Menudo bueno para nada. Definitivamente es la viva imagen de mi segundo ex-marido. — Suavemente, soltó del brazo a aquél extraño de atractivo irrefutable. Por su vestimenta, quizás era algún asesino de Tengoku o algo similar. ¡Ah! Pero que maravilla, por fin había conocido a alguien de su lugar de ensueño que tanto ansiaba visitar de nuevo sin que el propio deber le llevara ahí. — Bueno, Cariño. En vista de que me has matado del susto, y que mi fortachón se ha ido... ¿Que tal si me acompañas en una pequeña búsqueda? Verás, debo encontrar algo por encargo del fortachón que venía conmigo y debo hacerlo antes que él o no recibiré plata. Si aceptas, te daré el 35% de mis ganancias. ¡Pero solo el 35%!... Me vendría bien llegar a lo que busco con un buen mozo como tú protegiéndome de otros malvados en callejones... Quién sabe, quizás me he metido en el equivocado y el siguiente de verdad no viva para contarla. — Se alejó un par de pasos del chico, lo suficiente para volverse a acomodar la cabellera a su antojo, alisando la falda inmaculadamente blanca que vestía. Se giró 3/4, lo suficiente para quedar casi casi de perfil contra el chico, dispuesta a emprender nuevamente la marcha fuese cual fuese su respuesta... Pero dios sabe que sería mil veces mejor tener algo de protección extra. — Bueno, ¿Vienes o te quedas, guapo?... Tu elijes. Aunque, piénsalo: tu volverías solo y aburrido a tu callejón en lugar de acompañar a una dama que bien y te puede hacer el viaje bastante ameno~
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Mensaje por Umbra Mar Mayo 14, 2013 8:20 pm

¿Por qué esa criatura celestial le decía todo aquello? ¿Le tendría lástima o era curiosidad? No sabía discernir realmente cuál opción sería la verdad, o tal vez ninguna lo parecían. Su rubor se esfumó repentinamente cuando ella le suplicó que esperara, y como si un balde de agua fría le hubiese caído del cielo fue que decidió detenerse. Para él era imposible no hacer lo que ella le pedía. Si por alguna razón Renée le hablaba sobre ir a cazar dragones o hacer malas jugadas por ahí, quién sabe qué más, lo haría sin chistar. Podría hasta asesinar por ella —aunque, realmente ya lo ha hecho y con gusto lo volvería a hacer infinitas veces—.

Quedó con la mente en blanco cuando ella rodeó su brazo. Cualquier jugador que pasara por ahí, pensaría que se trataba de una pajera que le gustaba mostrar su lado cariñoso al frente de todos. Curioso, ¿no? Pero más fue el hecho de que su sonrojo fue tragado por la leve impresión, pasando a ser rojo vivo los hélix de sus orejas —las cuales se ocultaban tras los rebeldes cabellos nocturnos—. ¿Qué podía hacer? En cualquier momento le daría un infarto. «¡Kyah! Renée me está tocando», pensó. Seguramente esa clase de comentario con voz chillona sería muy chistoso, incluso podría dañar su apariencia de asesino o soldado serio, por eso se lo reservó y porque, realmente, no podía decirlo a raíz de su timidez cuando estaba cerca de ella. Lo bueno es que nadie podía leer su mente y que, en ese preciso instante, estaba haciendo acopio de todas sus fuerzas para controlar su sonrojo. A pesar de que deseaba mirarle, para apreciar muchísimo mejor su rostro cercano, se contuvo. Su propia ambigüedad le molestaba incesantemente, increíblemente. Por un lado deseaba el mundo con ella, ahí mismo, pero por el otro quería que ella se apartara para no perder el control de nueva cuenta.

Escuchaba la cacofonía dulce de los labios frambuesas. «¡¿A-a-a-a-a-atractivo para ella?!», tensó un poco los músculos del cuello ante tales palabras, ¡sin lugar a dudas era una noticia increíble por parte de la mujer que amaba en secreto! A pesar de que su corazón saltaba de plano en plano celestial, se mantuvo estático, observando el frente. Estaba seguro que si le miraba fijamente en ese momento, explotaría. Por eso esperó que su euforia pasara un poco —Entonces, indiscutiblemente, le escoltaré la próxima vez— Asintió cual militante. No lo dijo a son de burla, más bien usó un tono de voz bastante amable y apacible, teniendo en cuenta que su voz era algo ronca, pero sin lugar a dudas ésta poseía un aire seductor y un timbre único.

Cuando Renée comenzó a hablar de otra persona, esto le obligó a voltear hacia el rostro de la mujer. ¿A quién se refería con la viva imagen de exmarido? Estaba seguro que había aniquilado a uno de sus exmaridos, ¡¿pero acaso venía otro marido en camino?! Eso le carcomió el alma, ensañándose secretamente contra el próximo sujeto que osara ser pareja de Renée. «Malditos todos». —20% y trato hecho— Disparó de una vez, observándole fijamente con rostro apacible. No estaba por el dinero, sino por disfrutar un momento con aquella fémina angelical. Además, debía protegerla, más aún si ella creía que le estaban siguiendo alguien más o que pudiesen matarle debido a su profesión como Healer —¿A dónde debemos ir, señorita?— Inquirió, sin aparentes ganas de saber su nombre, cuando en realidad lo sabía a la perfección; a la par que pasaba el brazo ajeno de nueva cuenta por el propio, escortándola como ella había mencionado antes.
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Mensaje por Invitado Sáb Jul 13, 2013 5:39 am

Sin duda alguna, aquél chico era por mucho bastante extraño. ¿Es que acaso era un gruñón o un amargado? Era demasiado... Serio. Bueno, fuera lo que fuera, en realidad más que ofenderle o incomodarle sus gestos tan vagos y distantes, le parecían realmente cómicos, con cierto encanto detrás de ello. El muchacho a fin de cuentas, le parecía simpático... Y no era nada feo.

Ehhh... Pues, gracias. — Soltó con una ligera sorpresa cuando le escuchó hablar nuevamente, esta vez sin el temor devorándole y desviando su atención a algo tan vital como el que no le matasen en lugar de analizar cuidadosamente los aspectos del otro. Su voz era sorprendente, más varonil de lo que había recordado y muchísimo más gruesa e imponente que la mayoría que había escuchado hasta ahora. Era extraño, algo en su voz sonaba ligeramente muy familiar. — ...¿Hablas en serio? — ¿Hablaba en serio sobre los porcentajes? Aquello definitivamente le había tomado aún más sorpresa a Hallow. Cambió aquél rictus en su rostro por una sonrisa ligeramente divertida. De verdad, aquél chico era DEMASIADO extraño. — ...¿No tienes mucha experiencia negociando, verdad cariño? Deberías cambiar eso. Si alguna vez tienes esposa, no creo que a ella le agrade mucho saber que su hombre intentó regatear el pan que lleva a la mesa y en vez de canastos le trajo migajas. — Inquirió a son de broma, guiñándole un ojo sin realmente por querer ofenderlo. Luego sonrió ampliamente, de alguna forma, satisfecha de haberle arrancado por fin más que un par de palabras. — Mira que sí tienes voz... Y yo que pensé de vuelta en el callejón que eras mudo.

Ahora bien, veamos. — Dijo a la par mientras desenvolvía en múltiples dobleces un viejo trozo de papel que se había sacado del escote, el verdadero mapa que le había quitado a Bud a hurtadillas la noche anterior por si llegaban a perderse... O perderlo a él y a la paga justo como ahora. Después de todo, una chica lista debía asegurar su plata, ¿no?
Examinó minuciosamente el mapa que llevaba consigo. Lo leyó en voz baja, como si rezara algún tipo de oración o le contase a alguien un secreto en el tono más quedito posible. Pronto, suspiró ligeramente frustrada. —  Ya decía yo que nos había perdido el fortachón. Debimos haber doblado hace veinte manzanas en la glorieta del fénix.... Ahjá... Ahjá.... Unos veinte pasos al este. Veamos, si este es el norte... —  Dijo dando una media vuelta en su propio eje, señalando hacia el horizonte. —  ...Entonces el este va hacia allá. ¡Pues bien! Allá iremos. —  Y tan pronto terminó de ver el mapa, lo dobló nuevamente siguiendo las lineas del doblez y lo metió nuevamente dentro de su escote. Al menos ahí podría vigilar que nadie se lo quitara o se le cayera de improviso. Asió el brazo de su escolta y pronto emprendió la marcha, caminando lado a lado de él.

Mientras caminaban, algo le pareció incómodo; Definitivamente, ella no era una persona que se sentía cómoda con silencios cuando recién conocía a una persona. Le echó una mirada de reojo y sonrió amable con ese par de labios color cereza que, de ser de otra mujer, aquella sonrisa podría pasar por malévola ante la forma y el color de su boca. —  Oye, ya que nos falta un buen trecho, cuéntame un poco de ti. — Los rizos se le meneaban suavemente de un lado a otro mientras andaba, y tras acomodarse el hat religioso que llevaba coronándole la cabeza, añadió: — Venga, cariño, ni siquiera sé tu nombre. Porque tienes un nombre, ¿No?... ¿Qué hacías metido en esa endemoniada oscuridad dentro del callejón tu solo? ¿Eres asesino?

Por extrañas, familiares, razones, aquél chico de alguna forma le inspiraba un no se qué bastante simpático... Irónico como hacía apenas unos pocos momentos atrás, pensó que moriría a sus manos.
El destino realmente podía ser bastante curioso.


Última edición por Renée Hallow el Lun Jul 22, 2013 4:41 am, editado 1 vez
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Mensaje por Umbra Dom Jul 14, 2013 1:45 am

Adentro, muy adentro, detrás de esa fachada de chico serio y malote de película, se estaba incendiando al tocarla. Lo menos que deseaba era ensuciarle, corromperla, pero si ella acudía a su llamado —que prefería infinitamente que fuese él mismo a otro hombre o alguna mujer— entonces, le escoltaría hasta el fin del mundo. Además, a una dama tan delicada, cual lirio, como Renée Hallow, no se le podía dejar sola. No deseaba verle perjudicada, cuando le consideraba tan especial... Un ángel.

Ante la pregunta, él solamente asintió, afirmando más aún que el dinero y el porcentaje tan bajo no le afectaban en nada. Ciertamente, lo único que le llenaría por completo el alma era escuchar esos grandiosos gracias por parte de la fémina de cabellos castaños y protegerle en una situación comprometedora. Nada más, y tampoco pedía nada menos. Así trabajaba Umbra cuando se encontraba al frente de Renée. En cambio, si aquel que le proponía un negocio y que las ganancias serían divididas de tal manera era otra persona que no fuese la Healer, entonces, ahí sí pediría más dinero y trazaría ciertas cláusulas en el contrato. Ahora, de vuelta a asuntos más importante, se impresionó levemente al escucharle hablar de regatear y la relación que esto tendría si él se casaba con una mujer. ¿Si él le proponía a Renée, ella pensaría así para con ambos, cuando llegase a aceptar un miserable 20% en los canjes del oficio como en ese momento? Anotó mentalmente que, si algo llegase a suceder entre ambos, sería una fiera recolectando ganancias para complacerla. «Quiero que sea mi esposa...», su yo interno pensó ilusionado y lanzaba un suspiro de colegiala, cuando en su fachada serena su propio rostro permanecía estático y sus labios sin emitir sonido alguno. No pudo más que asentir rápidamente a lo que ella le comunicaba, como si fuese algún veredicto de vida o muerte. Simplemente le daba a entender que tenía razón, y que para la próxima negociaría mejor.

No... Solo hablo cuando es necesario —dijo con calma, volviendo los ojos carmesí, su mirada característicamente aguileña y seria, hacia la chica perfecta. Siempre que hablaba, le trataba de observar, aunque le fuese algo difícil... Porque, vaya, contener sus verdaderos sentimientos al frente de ella era una tarea bastante ardua. ¿Y quién no podría pensar o sentir lo misma? Y es que Renée era todo un encanto, por ello en parte deseaba destajar a cada uno de sus ex–maridos y pretendientes. ¡A cualquiera, mejor dicho!

Se mantuvo silencioso, de nueva cuenta, cuando ella extrajo un mapa y comenzó a examinarlo. Al escucharle hablar, haciendo aclaratorias de que estuvo perdida todo este tiempo, a él solo le asaltó la palabra fortachón. «Ese fortachón también está en mi lista negra. Malnacido», pensó, casi poniéndosele los ojos en blanco. Siguió con la mirada cada acción de la chica, mostrándose bastante cómico con esa apariencia tan seria, mientras le seguía el paso. Viró la cabeza al horizonte, justo cuando ella señaló este; hasta parecía un perrito siguiendo a su ama. ¿Qué habría allá, según las indicaciones de Renée? Ahora que estaba decidido, el este sería el punto destino del acuerdo mutuo. Como le encantaba seguir los movimientos de la fémina, encontrándola una hermosa criatura exótica y a punto de alcanzar la extinción, no pudo evitar ver cómo ella hacía desaparecer ese palelito entre el escote. «Vi algo que no debí...», estaba a punto de sonrojarse, por ello desvió los ojos al frente, tragando disimuladamente saliva. Se dedicó a caminar con ella hacía el punto destino, manteniendo su brazo flexionado para que la Healer pudiese seguir enganchada a este.

Si fuese la clase de hombre que se aprovechara de una mujer, ya habría obrado mal desde el momento que surgió del callejón. No obstante, apreciaba demasiado a esa mujer por varias razones, y no solo por su belleza. Aquella personalidad que ostentaba la fémina era, realmente, lo que atrapó a tan malévolo hombre. Pero sabía, y entendía a la perfección, que ella podría mandarlo a la mierda si le hería brutalmente. Y, entonces, jamás podría hablar con ella... Jamás podría atreverse a volver a espiarle, pues, el remordimiento le revolvería el alma.

«¡¿Por qué quiere saber de mí?! Yo... yo... Me siento halagado». Lamió sus propios labios, con una lentitud parsimoniosa, para iniciar la plática tan extraña. Sentía que era mejor que ella hablase de sí misma, sin embargo, entendía por qué deseaba saber de él: ya estaba más que claro que ella sentía un poco de curiosidad... O esa era la impresión que obtuvo. Mas, solo podía ser su ingenuas ilusiones que no le llevaban a ningún lado —Umbra. Ese es mi nombre —rompió su casi eterno silencio. Inmediatamente volvió los ojos carmesí al rostro homólogo—. ¿Puedo saber vuestro nombre, también? —mentira, se lo sabía a la perfección. Pero para disimularlo, solo debía preguntar—. Eh... Estaba durmiendo —vaya que era una excusa bastante tonta, solo esperaba que ella se la tragase — aunque le consideraba demasiado inteligente como para creérselo, y si no, simplemente mintió bien—. Soy un simple warrior —era lo que más se le asemejaba a su porte de guerrero y a sus armas, debía admitirlo, por el bien de ambos—. Por los ropajes que lleva puesto, pude deducir que es una healer, ¿o me he equivocado? —inquirió con su típica voz ligeramente ronca, calmada, y una extraña cortesía. Sí se le notaba cierta curiosidad, hasta era singular el hecho de que comenzara a hablar tanto. Eso le causaba Renée.
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Mensaje por Invitado Lun Jul 22, 2013 6:05 am

Mientras caminaban juntos por aquellas grandes calles transitadas de lleno por muchísimos más seres en Aeon, solo podía enfocar su mente en algo: Los ojos de ese sujeto ahora caminaba junto a ella. ¿Por qué? ¿Que tenían aquellos ojos que le resultaban tan ridículamente familiares? Sin duda, algo le decía que ya los había visto... ¿Pero donde? ¿Cuando? Ignoraba completamente toda relación pasada que él y aquél extraño pudieran guardar... Un eterno Jamais Vu parecía echar raíz sobre su propia conciencia. Le escuchaba hablar atentamente, con un rostro tan inmaculadamente sereno que era imposible concebir que aquél rostro de verdad fuese del todo real o hiciese muecas. Sus propios ojos se clavaron en el rostro y la faena de este; Le observaba a los ojos ocasionalmente; a veces su mirada caía breve y discretamente a los labios del interlocutor frente a ella y nuevamente volvía a clavar su mirada en la carmín, como si intentase descifrar algún tipo de cubo de rubik... Su concentración y silencio parecieron eternos.

—  Con que "Umbra", ¿Eh?... — Irrumpió por fin con una sonrisa en aquella larga pausa. —  No te va nada mal. — Entonces sus ojos se volvieron ligeramente más abiertos, con cierta sorpresa. Parecía como si hubiese descubierto algo que de súbito hubiese tomado forma ante sus ojos en la distancia. Por supuesto, en todo ese camino no se había presentado... ¿En donde tenía la cabeza?... Ah sí, en la plata por supuesto. —  Vaya, que descortesía la mía; Renée Hallow, a tu servicio. Pero ya que somos socios en esto, tu puedes llamarme simplemente Renée, guapo. ¡Ah! Pero jamás "Hallow" por sí solo o "Señora", ¿Vale?... Mira que detesto eso último, me hace sentir vieja. — Sus gestos y mirada se tornaron ridículamente serios al decir y enfatizar esto último, como si con la mirada intentase decir "¿Queda claro o tendremos problemas?". ¿Y como no? Odiaba que le dijeran "Señora"... Vamos, ¿En serio? ¡No se veía vieja! O eso quería creer... Y por el "Hallow" solo, le costaba admitir que aquél apellido no le era de mucho agrado, ya que había sido el último que se puso tras contraer nupcias por última vez con un templario que desapareció misteriosamente un día de la nada... ¡Menudo cabrón! Pero prefería el Hallow a su antiguo apellido de "soltera". Además, le daba una infinita pereza volver a pensar en otro adecuado, no era muy buena en ello tampoco.

—  Durmiendo... — Intentó contener una risilla, pero le fue imposible. Aquél sujeto definitivamente era rarísimo. ¿Dormir en un callejón?... Esa definitivamente no la veía venir. —  Oh, vaya. Pero que suerte la mía, mira que encontrar a un warrior por ahí en medio de la oscuridad. También he tenido suerte de que no me mataras. — Hizo un leve movimiento de rostro, intentado que sus rizos se moviesen graciosamente frente a su hombro. Sus largos y castaños bucles continuaban meciéndose a la par de sus pasos conforme avanzaban calle tras calle. Ya estaban cerca de la glorieta, faltaban al menos un par de metros para llegar completamente a esta; en el horizonte, se erguía regia y magnífica en aquél cielo que poco a poco se vestía de crepúsculo, tornándose más opaco de lo usual con un macabro tinte naranja entre nubes. El sol amenazaba con ocultarse pronto en aeon, bañando de un fino velo del mismo crepúsculo a todo Rinzer. —  No, no te equivocas, efectivamente a eso me dedico. Es curioso, usualmente la gente tiende a creer que soy un templario... Estarás de acuerdo que no hay demasiados Healers que se vistan de monjas o sacerdotes. — Sonrió satisfecha, como si le hubiesen hecho algún cumplido y por un instante cerró ambos ojos y se encogió de hombros. Y de la nada, como si alguien la hubiese llamado de repente a algunos metros de ahí, se detuvo en seco y se volvió hacia el hombre que la escoltaba con un leve deja de preocupación denotándosele en el rostro. —  ¡Cierto! Lo había olvidado por completo... ¿Te he lastimado acaso cuando arrojé mis agujas al callejón? Mira, si ha sido así, déjame sanarte sin cargo. Después de todo, si lo hice fue porque pensé que algún demente pervertido estaba espiándome en la sombra mientras esperaba al sujeto que iba conmigo.

Y sin darse realmente cuenta de ello, habían ya llegado un poco más allá del punto señalado. Pronto, volvió su mirada de color avellana hacia este, y silenciosamente buscó algún otro punto. Debía de buscar algún bar entre todo ese océano de multitudes de diferentes colores, razas, clases y arquetipos. Era como un desfile inmenso de color, dificultándole un poco el poder enfocarse bien a distancia en aquella transitada zona. Pronto, encontró un pequeño letrero negro en cuya leyenda se podía leer en letras doradas "Black Lion Pub". El mapa claramente decía "más allá del ave de fuego que se erguía hacia el cielo esclavizado al acero sin poder volar" encontrarían a los "Leones que lloran en el abismo"... ¿Que demonios significaba eso? No tenía la más remota maldita idea, pero si el ave del Fénix, que magnífico alzaba la mirada hacia el cielo crepuscular como si en cualquier momento fuese a alzar el vuelo entraba dentro de la descripción ofrecida, el Black Lion Pub seguramente tendría algunos leones que los acercarían a aquello que tanto ansiaba encontrar... Pero aquello sencillamente no sería fácil en lo absoluto.

—  Escúchame bien Umbra. — Replicó de la nada, rompiendo nuevamente con el silencio y su concentración hacia aquél lugar. —  Entraremos ahora a un lugar muy peligroso. Justo a ese. — Y con la mirada, señaló aquél lugar de aspecto común y corriente, el letrero de las letras doradas. —  Es un lugar muy riesgoso.. A simple vista, parece otro insignificante cuchitrí en aeon... Y lo es; La diferencia aquí es que dentro de esa taberna, se suelen frecuentar gremios bastante poderosos y hostiles... Como un restaurante chino lo es para la mafia china y sus matones. Los mismos idiotas musculosos que vemos en los eventos y masacran a otros usuarios sin piedad alguna. Por supuesto, a menos se que quieras que te propinen una paliza, bajo ninguna circunstancia debes ir ahí. Pero es ahí donde tienen bien oculto lo que busco. — Su mirada, que anteriormente se mantenía en dirección al macabro lugar se tornó nuevamente hacia el hombre de los cabellos oscuros. Su rostro había perdido toda jovialidad, mostrándose completamente carente de expresión. —  Ya hemos llegado y pasado "al ave de fuego que ve hacia el cielo esclavizado al acero sin poder volar", es hora de ir tras los leones que lloran en el abismo... Y esos leones están allá, esperándonos. — Volvió su cuerpo en dirección hacia la taberna y con sus dedos diestros emitió un chasquido, pronto, un cetro de no más de dos metros se materializó en una nova de de luz blanca y lo asió por el cuerpo. Se volvió un poco hacia atrás, viéndole de reojo por el rabillo del ojo. —  Algo más: Si hay un grupo ahí de encapuchados blancos... No los mires a los ojos. Esos cabrones, los Sideri, son unos animales. Buscarán cualquier pretexto para iniciar un conflicto contigo. — Sonrió un poco, intentando animarlo para romper un poco la tensión... Pero denotándose una leve tensión misma en sus gestos. Debía admitirlo, estaba un poco incómoda ante la idea. Pero qué remedio. —  ¿Vamos, guapo?
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Mensaje por Umbra Miér Jul 24, 2013 12:46 am

No sabía cuánto estaba al tanto Renée de su persona, de hecho, sospechaba fervientemente que la healer jamás le había visto, salvo aquella ocasión especial. Una ocasión que ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Y, por lo tanto, dudaba muchísimo que ella pudiese reconocerle por varias razones: cambio de apariencia (aunque no en su totalidad), siempre andaba en las sombras y ese encuentro pasado fue muy momentáneo, como la aparición de una estrella fugaz. Por su parte, se refugiaba en el casi completo anonimato del cual gozaba; tanto tiempo entre las sombras, sin crear revuelo o llamar la atención, y utilizando una máscara, le garantizaban que fuese poco reconocido como Umbra y más como el Demonio Carmesí —por ello podía pasearse tranquilamente por las calles a plena vista de gremios justicieros—. Así que ese tipejo que le escoltaba era una simple rata de alcantarilla que surgió de Alder, por así decirlo. Nadie le conocía —o siquiera podrían identificar al 100%— y, por lo tanto, no representaría una amenaza para con la chica. La amenaza era lo que ella buscaba, en dónde iba a internarse, con quién se relacionaría y pare de contar. Asimismo, sabía perfectamente qué lo había movido a acceder la tarea o a ayudarle en lo que sea que fuese hacer, siendo él un simple fortachón —como ella había mencionado todo este tiempo—. Protegerle estaba encima de la lista negra con todos los exmaridos, pretendientes y hombres obscenos que se atrevían a corromper el corazón de la healer; eso primero era su afán eterno, su faena constante desde que se conectaba hasta que finalizaba la sesión en aeon. Pero, pese a su obsesión, aún le dedicaba tiempo a entrenarse.

Tampoco guardaba silencio porque solo hablara cuando lo ameritaba. Su mutismo aparentemente imposible de aplacar se trataba a que estaba de acuerdo con la fémina, y al mismo tiempo era un constante reflejo —como recordatorio— que la timidez le creaba un nudo en la garganta. Con cualquier otra persona podría actuar como le placiera, sin embargo, con Renée Hallow por y para siempre sería un caso más que extraordinario. Y debido a su falta de comunicación, no se percató de las constantes miradas ajenas, tampoco logró descifrarlas para poder catalogarlas en ese espectro de descubrir lo misterioso en él por parte de ella. No es que ella no fuera importante, sino que prefería centrar su atención en los alrededores, evitando que un malnacido se pasara de listo. Y más aún porque en Rinzer podía pasar de todo —Gracias —comentó con su típica voz ronca y aspecto parsimonioso, asintiendo de paso. Esa mujer lo iba a hacer explotar, en cualquier momento, de un ataca al corazón por tanta azúcar. «Quiere que le llame por su nombre», el corazón se le estrujó en felicidad— ... Está bien. Le llamaré Renée —irrumpió su silencio, respirando calmadamente—. Creo que posee una extraña opinión acerca de usted. Yo diría que su belleza es muy fresca, como una... —pausó por unos segundos, sin el son de que estaba dramatizando lo que decía o la impresión de querer ofenderle. Solo buscaba la palabra correcta, y al mismo tiempo, se moría de la pena. No obstante, lo disimulaba muy bien— ... Flor que acaba de prosperar —por un momento entendió porqué ella no quería ser llamada Hallow, respetando la decisión de la chica. Recordó al bastardo templar que poseía ese apellido. Maldito malnacido. Pero tuvo un buen fin. Se lo merecía.

Cuando miraba al frente, muy dedicado en su papel de escolta, volvió el rostro de manera repentina al homólogo. ¿Matarle? ¡Jamás! Sería incapaz de eso. Incapaz de destrozar a la mujer que le había socorrido cuando nadie deseaba hacerlo. La mujer perfecta, la que llenaba un espacio en los rincones de su corazón y por la cual profesaba una adoración que llegaba a lo enfermizamente adorable. Si tuviese que comparar su amor con alguno escrito, entonces surgirían los poemas y novelas de algún escritor del castellano, tipo Julio Cortázar o Mario Benedetti, a los cuales leía con esmero —No tengo una razón para herirle —afirmó con excesiva seguridad, denotándose esto muy fácilmente en el tono ronco de su voz. En ese instante que le admiraba, los músculos de sus pantorrillas se abarrotaron. Qué hermosa se veía en cada movimiento que ejecutaba. Ni siquiera el cielo coloreado con dorado podía asemejarse a la belleza de la mujer, seguía afirmando mentalmente—. Ciertamente. No es un atuendo común entre los healers —igual ya sabía que ella era una sanadora. Mas, tampoco mentía con respecto a lo que dijo. Curiosamente, estaba hablando un poco más de lo normal, quizá porque ella había entrado en una especie de estado transitorio que reflejaba la confianza o que se acercaba a esta. Sin embargo, no sabría determinar si en ciencia cierta era eso, solo lo dedujo porque la fémina hablaba sin tapujos y con calma... Como liberada de lo cotidiano. Realmente se mostraba fascinante dialogar con tan exquisito espécimen.

Se impresionó ligeramente ante ese sorpresivo cierto exclamativo por parte ajena —No duele, realmente. Solo fue un rasguño. Su maza me haría daño verdadero —negando ligeramente con la cabeza una sola vez, no deseaba sonar vulgar o grosero. Aquellos ataques fueron pinchazos, algo que no podía bajar sus puntos de vida ni 1%—. Así que no se preocupe, Renée... —sonrió levemente y con serenidad, mientras los ojos carmesí le brillaban al mirarle. Así se logró avistar otra faceta menos apretada y seria de su parte. Esa expresión facial se dio al saber que todo aquello era simplemente eso: preocupación. Y era más hermosa esa palabra, o ese sentimiento, porque la fémina que adoraba lo sentía hacia él. No le importaba si se trataba de algo común en ella, o solo lo hacía por cortesía, mas, el mismo se sentía feliz porque captaba su atención.

Lentamente la luz del ocaso se vería sustituida por las lámparas artificiales de la pétrea ciudad. Sabía que, por muy majestuosa que se levantara Rinzer, seguía siendo igual de peligrosa que la alimaña de Alder, así que siguió de cerca a la mujer en aquella inusual travesía. Ella parecía buscar desesperada algo cuya importancia era más que relevante, él solo se dedicaba a seguirle el trote y protegerle. Cuando ella indicó que deseaba ser escuchada atentamente, lo hizo sin chistar. Descendió la mirada del paraje, para enfocar los ojos sangre en la fisonomía de su rostro femenino. ¿Lugar peligroso? Si supiera ella que estaba hablándole a un assassin, uno que se había volcado de lleno a su labor y a las masacres. La gente de aquel pub le temería si supiera quién era él exactamente, sin importar qué tipo de gremios se hundieran en la cerveza ahí. Él no le temía a nada, mucho menos a buscapleitos que no pedían ni una sola mirada para hacerle la vida imposible a alguien con tal de crear caos innecesario. De hecho, si surgía la ocasión de clavar sus katares en el trasero de alguno, con gusto lo llevaría a cabo, manteniendo la cabeza en alto. Y no lo haría para lucirse, sino para defender a la dama, quien podría estar en peligro —Exactamente, ¿qué busca? —inquirió. Le embargaba la curiosidad, por lo que el misterio que rodeaba toda esa faena le impulsó a, finalmente, soltar la pregunta del siglo. Aún así, entendía que ella no quisiera revelarlo aún y, como si pudiese ser un secreto a voces, también existía la posibilidad de que dar un cuarto al pregonero en plena calle —o incluso dentro de la taberna— conllevaría a un grave problema.

En sí, esto no era un asunto sin valor. Por el rostro cambiante de la damisela de uno jovial y despreocupado a aquel enteramente serio, supo que debería tener cuidado. Ahora, no solo era un simple cuidado, sino uno especial. Como ella habló sobre los peores gremios sumando el ambiente de ese pub, presentía que muchos ojos abordarían a Renée, y por ende, algunas manos querrían hacerse con el fruto prohibido. No pudo evitar chasquear los labios, molesto por siquiera imaginar que alguien podría tocar el trasero de la healer. Tampoco identificó el asunto para con ella, guardándoselo a sí mismo, porque tal vez pensarían que era un bichito raro que se preocupaba por las razones más absurdas. En sí, también deseaba un pretexto para patear traseros una vez que obtuvieran lo que buscaban.

El chasquido de dedos le hizo despertar de sus calvarios, obligándole a alzar la vista del suelo para observar el báculo de la mujer. Le encantaba ver cuán preparaba estaba, como una mujer admirable que va contra la marea. «Sideri», repitió mentalmente el nombre del gremio. Maldita sea. Casi se le pusieron los ojos en blanco. Había tenido un roce con ellos anteriormente, así que posiblemente le podían identificar con tan solo verle entrar a la taberna. Rogaba que no, por lo que recurrirá a solo ser la sombra de la mujer —actúa cuando era necesario— y no mirar a nadie a los ojos... como ella mencionó. Si no: más problemas—. Entendido —asintió cual militar subordinado ante su jefe. Tenía los músculos relajados, así que la tensión nunca existió, pero presentía que, por muy acostumbrada que ella estuviera a ese tipo de entornos, este era un caso especial que requería de extrema cautela. Y no es para menos: debían lograr el objetivo a toda costa. Quería abarcar los miedos ajenos o aquello que le inquietaba, para transformarlos en fortalezas—. Cuando usted quiera —viró el rostro al frente—. Renée... Si se preocupa por su seguridad, recuerde, estaré ahí para protegerle. No tiene nada que temer conmigo a su lado —su expresión era bastante solemne, aunque no fue fácil identificar eso en su ronca voz.
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