Change Yourself

Por la amplitud y gran variedad de lugares en Fortuna, Ataraxia deseaba ir a un centro comercial en específico, donde se vendía desde ropajes exóticos, accesorios para adultos y tecnología. Hacía tiempo que, tras revisar el catálogo de la tienda tecnológica llamada Overdrive, deseaba una pistola láser que le llamó muchísimo la atención. Si bien era extraño observar una tienda de tecnología en Fortuna, no estaba de más, porque comercio era comercio y los lujos de sabor exquisito en aquella ciudad del pecado, siempre apaciguaban a todo el mundo.

Ahí se encontraba, aparcando su motocicleta voladora en el estacionamiento del centro comercial Eureka, justo luego de recibir el ticket de aparcamiento —el cual debía pagar justo antes de salir como tarifa de estacionamiento—. Se quitó el casco y lo guardó en un compartimiento trasero especial del vehículo, al cual solo podía acceder cuando la moto estaba encendida (debido a que, básicamente, el vehículo se regía por tecnología de digitalización y almacenamiento de objetos). Entonces, se bajó y cuando estaba a punto de apagar el vehículo de transporte, un hombre encapuchado le embistió —¡AH! —cayó de bruces al suelo, mientras el criminal se montaba en la moto encendida, llevándosela y transportándose sobre ella. La gunner quedó boquiabierta, al igual que muchos presentes en ese lugar.

Reaccionó a los pocos segundos del incidente (quizás solo cinco segundos transcurrieron desde éste), por lo que el hombre no había recorrido mucha distancia —Oh, no. Esto no quedará así —se levantó firmemente, adquiriendo un rostro determinado. Iba a detenerle a toda costa. Entonces, salió disparada hacia el ladrón, corriendo a gran velocidad debido a su habilidad especial de agilidad—. ¡Ese hombre se robó mi motocicleta! ¡Deténgalo! —gritaba fuertemente, apuntando con su dedo índice de la mano diestra al ladrón, que se encontraba a varios metros delante de ella. Si bien no necesitaba ayuda de nadie, quería intimidarle, para ver si bajaba la guardia. Aunque, realmente estaba desesperada, pues su moto era demasiado valiosa y especial, con un sistema totalmente diferente a las comunes o parecidas.

Ese sorpresivo contraataque a su suerte impresionó al ladrón. Su vía de escape estaba plagada de basura amontonada, tanto que creía que iba a ser difícil poder escapar. Tampoco poseía entre manos todo el tiempo del mundo para averiguar las funciones especiales de esa motocicleta voladora. Entonces, él viró el rostro hacia los lados, buscando un callejón. ¡Bingo! Lo había encontrado. Justo cuando iba a disponerse a escapar, a quien le robó el vehículo le atacó desde la espalda. No se lo esperó porque se había olvidado de ella. Grave error de su parte.

Ataraxia enredó las piernas alrededor de la cintura masculina y le hizo una llave, con ambos brazos, envolviéndole el cuello. Un simple movimiento hacia atrás, tan rápido y fluido, provocó que ambos dieran la vuelta, bajándolos automáticamente de Serendipity, y consigo el ladrón golpeara de seco el pavimento. Él estaba preso entre el impávido suelo y la tenacidad de la gunner, quien yacía aún ejerciéndole presión al cuello del criminal —Te metiste con la mujer menos indicada —enarcó la ceja, mientras las comisuras de sus labios se curvaban en una pícara sonrisa. Sus facciones fueron acompañadas de un tenue alivio y excitación por todo ese trajín.

Debido a todo ese alboroto, y previamente porque escucharon que un ladrón robó la motocicleta de una chica que estaba persiguiéndole, dos agentes de la policía acudieron ahí. Se quedaron impresionados ante aquella escena, donde la afectada castigaba al criminal. Acercándose a ella, le pusieron las esposas al ladrón, y le informaron que ahora se iban a encargar de lo demás; que mejor tomara su vehículo y se marchara por otra vía, porque esa estaría bloqueada por un rato hasta que limpiaran la basura (esto fue informado también a los otros presentes) —Deberían dejarlo en la cárcel para toda su vida —arrugó el entrecejo, ligeramente molesta, ya previamente levantada gracias a la ayuda de un oficial. Inmediatamente, ambos se retiraron para encarcelar al hombre.

Ella suspiró, caminando hacia su moto, Serendipity. Aún encendida, la movió hacia la cera, cerca de donde se depositaba la basura. Le echó un vistazo para ver si se encontraba en perfecto estado, y así era. Fue un alivio, porque le había costado mucho dinero repararla luego de lo sucedido en Pallasuz con Saganiel —Eres una chica fuerte, ¿eh? —acarició a la moto, sonriéndole. Había tenido suerte de que nada le pasara, sin saber que todo eso no fue exactamente porque la dama de la fortuna le sonreía, sino gracias a una chica.

Al girar la llave hacia el lado contrario de las manecillas del reloj, apagó la motocicleta voladora. Esta aún flotaba, gracias a una batería interna, sin embargo, no se podía arrancar en ella o siquiera utilizar sus funciones extras... Aunque, sí se le podía desplazar y, por consiguiente, seguía siendo un flanco fácil para ladrones aventureros o demasiado codiciosos. Por los momentos todo iría bien, pues estaba ella lo suficientemente cerca y alerta para que no sucediera algo así de nueva cuenta.

De repente una chica de cabello corto y tonalidad clara, como el propio, se le acercó. Fue bastante dulce al preguntarle aquello, cosa que ni siquiera la policía se molestó en hacer —seguro pensaron que como tenía todo controlado, para qué molestarse en formular su preocupación—. No pudo evitar contener esa sonrisa que brotó tan rápidamente cuando escuchó la voz ajena —Soy más fuerte de lo que parezco —aseguró jovialmente que se encontraba más que bien, sin desvanecerse esa sonrisa—. Para nada. Creo que viste todo muy rápido. En realidad él quedó debajo de mí, así que recibió todo el daño.... Como se lo merece —soltó una risilla divertida, recordando el dolor de cabeza que le causó ese ladrón, para luego terminar en un dos por tres. Ahora que pensaba, como en retrospectiva, la situación terminó bastante cómica, con ella considerada como una desquiciada—. Gracias por preocuparte —emitió una corta pausa, observándole fijamente—. ¿Cómo te llamas, pequeña?

—Mmn~ —esa era su típica manera de afirmar con tono pícaro y juguetón, demostrando interés por esa peculiar criatura. Estaba claro que, con su sonrisa amplia y jovial, le prestaba atención. Todo estaba bien, así que no tendría por qué seguir preocupándose—. Nada es perfecto ni en Aeon, ni en el mundo real —enarcó una ceja, escuchándole a pesar de ese suave tono de voz que la chica poseía. No lo dijo en son de reproche, solo quería remarcar que, aunque le gustase el mundo virtual, sabía de los defectos notorios de éste. Tanto como aeon y el mundo real eran igual de fascinantes para ella.

—Oh, me gustaría llamarte Mel... Aunque, ¿qué prefieres? —se inclinó un poco hacia delante, apoyando las manos en las caderas, a la par que le observaba fijamente. Era curiosidad—. Soy Ataraxia —sonrió de nueva cuenta, volviendo a su posición normal. Entonces, extendió la mano diestra hacia ella, queriendo estrechar la ajena para así culminar la presentación amena—. Dime, ¿qué haces en un lugar tan peligroso como éste? —lo mismo podría decirse de ella misma, pero la apariencia ingenua que le confería esa criatura frente a sus ojos, a la par de esa personalidad, le hacía pensar que necesitaba guía.

Bueno, no era extraño conseguirse con esa clase de jugadores que alegaban decir que la realidad era muchísimo mejor que aeon. A ella le daba igual colocar más alto en un pedestal a los dos mundos: los consideraba igual de entretenidos y gratificantes —Sin ánimos de ofender, Mel...—ahora sabiendo que podía llamarle así, lo haría sin tapujos. Continúo:—... Si consideras el mundo real muy hermoso por ser real, entonces, ¿qué haces aquí? —Enarcó una ceja. ¿Qué respuesta el daría la chiquilla? No defendía a aeon, solo que encontraba sumamente molesto que, si no les gustaba el mundo virtual, ¿para qué estaba ahí? Así de simple. Consideraba que esa actitud era una alegoría, o tal vez un reflejo que se expedía, de una negación: como si desearan que la realidad les aceptara, pero poseían tanto miedo a ser rechazados que se sumían en esa negación de visitar aeon, y terminaban por comentarle sus pensamientos a alguien para ser aceptados o descargar su desacuerdo.

Con ella no tenía que quejar la chica que estaba frente de sí, sino consigo misma por seguir pisando el mundo virtual.

—Este mundo es igual de peligroso que el real. Simplemente es un reflejo de lo que conocemos, aunque, claro, más fantástico —le soltó la mano, asumiendo un papel tranquilo. No estaba enojada, al contrario, solo quería trazar una línea entre ella y la chica: y es que no le gustaba que la intentaran convencer de algo—. Si no te ha sucedido nada parecido, como me acaba de ocurrir, entonces has corrido con suerte. Fortuna es una ciudad de excesos, con sombras de mal obrar en cada esquina, Mel.