Kill the Witch
Kill the Witch
— ¡My Lady! No esperábamos su visita.
La mujer de cabello violáceo sonrió.
Un hombre bajito y bigotón le daba la bienvenida a uno de los lugares más populares en aquella zona de Tengoku. Frente a ella se alzaba un edificio singular, ambientado en la cultura oriental. La edificación era parte de un complejo habitacional, que otorgaba a varios players un lugar en donde hospedarse entre el intercambio de mundos. Aguas termales, jardines botánicos, espacios coloridos y fuegos artificiales. Cualquier jugador soñaría con ese paraíso, más sin embargo, pocos eran los afortunados para permitirse pagarlo.
Lo cuál era bueno para sus planes.
Un grupo de mujeres se acercaron a ella, cambiándole sus ropas de combate por una yukata del mismo color de su cabello, zapatillas adecuadas y un pesado obi color negro. Severa sonrió únicamente al ver cómo los ojos de aquél individuo vagaban fugazmente por el cuerpo fémino recién descubierto. No se molestaba en ocultarlo, y Severa... siempre que eso diera buenos frutos, estaría de acuerdo con ello. Las mujeres se alejaron, haciendo pequeñas reverencias y la bruja se acomodó lentamente las mangas de la yukata. — Mi visita no era planeada. Me informaron que había alguien importante en este sitio, y no pude evitarlo. Espero que no le moleste, claro.
El hombre tragó saliva, y negó con la cabeza frenéticamente.
— No, jamás sería una molestia, My Lady. Tome las bebidas y alimentos que desee; la casa lo paga.
A diferencia de sus compañeros en Crime Sorcière, Severa tenía un gran poder de convencimiento.
Nadie sabía si era su voz calmada como el mar, o la mirada intensa que podía atravesarte el alma, pero siempre lograba lo que quería con solo hablarlo. — Muy bien, entonces. — respondió, dando por finalizada la conversación. No tardó mucho en encontrar el camino que la llevaría a uno de los jardines privados. Los empleados prepararon una mesita, un juego de té, algunos bocadillos y una mujer de asistencia para lo que Severa necesitase. El jardón, propio de un lugar tan majestuoso como aquél, sería el punto de encuentro con otro jugador.
Severa se relamió los labios.
Solo que el otro jugador, no sabía lo que le esperaba.
La mujer de cabello violáceo sonrió.
Un hombre bajito y bigotón le daba la bienvenida a uno de los lugares más populares en aquella zona de Tengoku. Frente a ella se alzaba un edificio singular, ambientado en la cultura oriental. La edificación era parte de un complejo habitacional, que otorgaba a varios players un lugar en donde hospedarse entre el intercambio de mundos. Aguas termales, jardines botánicos, espacios coloridos y fuegos artificiales. Cualquier jugador soñaría con ese paraíso, más sin embargo, pocos eran los afortunados para permitirse pagarlo.
Lo cuál era bueno para sus planes.
Un grupo de mujeres se acercaron a ella, cambiándole sus ropas de combate por una yukata del mismo color de su cabello, zapatillas adecuadas y un pesado obi color negro. Severa sonrió únicamente al ver cómo los ojos de aquél individuo vagaban fugazmente por el cuerpo fémino recién descubierto. No se molestaba en ocultarlo, y Severa... siempre que eso diera buenos frutos, estaría de acuerdo con ello. Las mujeres se alejaron, haciendo pequeñas reverencias y la bruja se acomodó lentamente las mangas de la yukata. — Mi visita no era planeada. Me informaron que había alguien importante en este sitio, y no pude evitarlo. Espero que no le moleste, claro.
El hombre tragó saliva, y negó con la cabeza frenéticamente.
— No, jamás sería una molestia, My Lady. Tome las bebidas y alimentos que desee; la casa lo paga.
A diferencia de sus compañeros en Crime Sorcière, Severa tenía un gran poder de convencimiento.
Nadie sabía si era su voz calmada como el mar, o la mirada intensa que podía atravesarte el alma, pero siempre lograba lo que quería con solo hablarlo. — Muy bien, entonces. — respondió, dando por finalizada la conversación. No tardó mucho en encontrar el camino que la llevaría a uno de los jardines privados. Los empleados prepararon una mesita, un juego de té, algunos bocadillos y una mujer de asistencia para lo que Severa necesitase. El jardón, propio de un lugar tan majestuoso como aquél, sería el punto de encuentro con otro jugador.
Severa se relamió los labios.
Solo que el otro jugador, no sabía lo que le esperaba.
Severa- Corrupt
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Re: Kill the Witch
Después de atiborrarse de comida, podría limpiarse los dientes perla con la punta de su espada... Claro, si solo tuviese la indecencia natural taponeándole sus característicos buenos modales.
En ese lugar prestigioso las tablas dieron vuelta, literalmente. Los empleados se alteraron, y las mujeres que atendían a Melantha abandonaron abruptamente el puesto servicial para acomodar todo el lugar por alguien en especial, que a la templario se le terminó por hervir silenciosamente la sangre. Su rostro monótono, pálido como la superficie de la luna, solo observaba su habitación individual, donde cenó, completamente vacía. ¿No les importaba que no pagase? ¿Qué ella fuese miembro de Crime Sorcière? ¿Qué...? Detuvo sus cavilaciones. Solo existía una manera de que abandonaran a un integrante de su gremio por... otro más poderoso. No, mejor dicho. Otra que ya le había causado las de Caín al dueño del lugar.
Severa.
Su corazonada, de que pronto la encontraría ahí, fue acertada. Era como si le pisaran los talones, o solo se trataba de una coincidencia. Claro, también estaba el hecho de que, después de todo, la bruja esperaba a alguien y las casualidades le reunieron.
Suspiró sonoramente, sabiendo que esa aparición repentina conllevaba a una andanza más por parte de la bruja. Lentamente se levantó, limpiándose los pocos ropajes que poseía, para luego tomar la capa blanca que estuvo dispuesta en un cojín (pues una mujer se la había arrancado para, según ella, vislumbrarla mejor. Asunto que Melantha no entendió para nada) y luego la dispuso encima de sus propios hombros.
Caminó por el pasillo, hasta salir al jardín y toparse con el dueño del lugar. Él clavó los ojos en los impávidos y penetrantes de Melantha, sabiendo al instante que debía esfumarse porque ambas féminas pertenecían al mismo gremio... Y, relacionarse con cualquier persona que tuviese una estrecha conexión (por así decirlo) con Severa, supondría el caos y, en el peor de los casos, la muerte. Ni siquiera pudo verle los pies cuando el escapó.
Un bufido escapó de los labios rosáceos, reflejo de lo que pensaba. Para ella ese hombre era patético, como todos aquellos que le temían a Severa. Si bien esa hechicera poseía gran poder, su personalidad era terrible, siendo esto último lo que taponeaba (a su parecer) su experticia con la magia. Aún así, por alguna extraña razón que no tenía ni pies y mucho menos cabeza, soportaba a la criatura.
Con parsimonia, caminó hacia donde se encontraba la silueta de Severa —¿Ahora qué te traes entre manos? —una pregunta clásica, instantánea al saber de ella y de lo que era capaz. Se detuvo a poco centímetros de la mujer, guardando distancia prudente. No era tan alta, pero su porte sereno y aquella prótesis le brindaban una grandeza indiscutible... Algo que amedrentaba a la mujer de servicio ahí presente.
En ese lugar prestigioso las tablas dieron vuelta, literalmente. Los empleados se alteraron, y las mujeres que atendían a Melantha abandonaron abruptamente el puesto servicial para acomodar todo el lugar por alguien en especial, que a la templario se le terminó por hervir silenciosamente la sangre. Su rostro monótono, pálido como la superficie de la luna, solo observaba su habitación individual, donde cenó, completamente vacía. ¿No les importaba que no pagase? ¿Qué ella fuese miembro de Crime Sorcière? ¿Qué...? Detuvo sus cavilaciones. Solo existía una manera de que abandonaran a un integrante de su gremio por... otro más poderoso. No, mejor dicho. Otra que ya le había causado las de Caín al dueño del lugar.
Severa.
Su corazonada, de que pronto la encontraría ahí, fue acertada. Era como si le pisaran los talones, o solo se trataba de una coincidencia. Claro, también estaba el hecho de que, después de todo, la bruja esperaba a alguien y las casualidades le reunieron.
Suspiró sonoramente, sabiendo que esa aparición repentina conllevaba a una andanza más por parte de la bruja. Lentamente se levantó, limpiándose los pocos ropajes que poseía, para luego tomar la capa blanca que estuvo dispuesta en un cojín (pues una mujer se la había arrancado para, según ella, vislumbrarla mejor. Asunto que Melantha no entendió para nada) y luego la dispuso encima de sus propios hombros.
Caminó por el pasillo, hasta salir al jardín y toparse con el dueño del lugar. Él clavó los ojos en los impávidos y penetrantes de Melantha, sabiendo al instante que debía esfumarse porque ambas féminas pertenecían al mismo gremio... Y, relacionarse con cualquier persona que tuviese una estrecha conexión (por así decirlo) con Severa, supondría el caos y, en el peor de los casos, la muerte. Ni siquiera pudo verle los pies cuando el escapó.
Un bufido escapó de los labios rosáceos, reflejo de lo que pensaba. Para ella ese hombre era patético, como todos aquellos que le temían a Severa. Si bien esa hechicera poseía gran poder, su personalidad era terrible, siendo esto último lo que taponeaba (a su parecer) su experticia con la magia. Aún así, por alguna extraña razón que no tenía ni pies y mucho menos cabeza, soportaba a la criatura.
Con parsimonia, caminó hacia donde se encontraba la silueta de Severa —¿Ahora qué te traes entre manos? —una pregunta clásica, instantánea al saber de ella y de lo que era capaz. Se detuvo a poco centímetros de la mujer, guardando distancia prudente. No era tan alta, pero su porte sereno y aquella prótesis le brindaban una grandeza indiscutible... Algo que amedrentaba a la mujer de servicio ahí presente.
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Re: Kill the Witch
Dejó caer su cabeza hacia un costado, sonriendo ampliamente.
— Drop, drop, drop.
Una tormenta se acercaba.
No una únicamente del cambio climático, no, no. Las casualidades no existían, o eso solía decir su persona humana. Las cosas, como tal, seguían el flujo de la vida. No se movió ante la intrusión al espacio personal. Severa se mantuvo en silencio por un momento, analizando y agradeciendo en parte, que su compañera estuviese ahí. Lo había dicho en la primera reunión del gremio: solo podía existir una cabeza dentro de la subdivisión, y esa cabeza era ella. ¿Qué haría otro miembro de Crime Sorcière en ese lugar? Las posibilidades eran infinitas, y Melantha estaba ahí, esperando que la mujer de cabello violeta respondiera.
La bruja no hizo más que tomar asiento en la mesita de té.
Rápidamente, la mujer del servicio se acercó a ella. Severa hizo un movimiento de su mano, invitando cordialmente a que su compañera tomara asiento frente a ella. Esperó a que la mujer terminara de preparar su té, antes de hablar. La seriedad de su rostro podría asustar a cualquiera, pero lamentablemente, Melantha no lo hacía. — Estoy buscando a un numero, por supuesto. — tomó un sorbo de su bebida, y ronroneó. — No lo sabe, claramente. Ha estado dentro del hotel durante horas. El dueño apenas si se ha dado cuenta. Patético.
Se relamió los labios, antes de seguir.
— Me interesaría saber, por el contrario, qué haces aquí.
Severa- Corrupt
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Re: Kill the Witch
Por mucho que esa mujer fuese de temer, y con sus delirios de grandeza, a Melantha no le temblaban las piernas. Nada que ver. Sin embargo, tendía a darle espacio a Severa, y a cualquiera, porque ella misma deseaba esa distancia de los demás... Aunque confiara en la sub-división de Crime Sorcière. Se trataba de una loba solitaria.
Inexpresiva, como siempre, la flor corrupta observó sin reparo las acciones de la bruja. Ante la invitación, venenosa desde el inicio, la templario se sentó al frente de la fémina de cabellos violáceos. Su ojo carmesí apreció cómo la mujer de servicio servía el té, dicha bebida a la cual no le tomó nota alguna. Estaba claro que no iba a beber de ese té, sin embargo, no detuvo a la ayudante porque Severa seguro quería sentirse importante ordenando a alguien. Mejor dejarla tranquila que ser amonestada por la bruja, y es que problemas, suficientes, ya tenía. Solo era que no quería un reproche, no deseaba amontonar más asuntos belicosos.
—Eso —fue su respuesta seca, simple y serena. Le escuchó perfectamente, solo que eso fue como la realización del porqué de las andanzas ajenas—. ¿Vas a esperar a que se tope contigo de repente?
Melantha se reclinó contra el espaldar de la silla, con el ojo fijo en Severa. No había tensión, solo una conversación típica entre los integrantes de Seven Kin of Purgatory —Pasaba el rato. Supongo que ahora me tocará ayudarte —reglas eran reglas, así de simple.
Inexpresiva, como siempre, la flor corrupta observó sin reparo las acciones de la bruja. Ante la invitación, venenosa desde el inicio, la templario se sentó al frente de la fémina de cabellos violáceos. Su ojo carmesí apreció cómo la mujer de servicio servía el té, dicha bebida a la cual no le tomó nota alguna. Estaba claro que no iba a beber de ese té, sin embargo, no detuvo a la ayudante porque Severa seguro quería sentirse importante ordenando a alguien. Mejor dejarla tranquila que ser amonestada por la bruja, y es que problemas, suficientes, ya tenía. Solo era que no quería un reproche, no deseaba amontonar más asuntos belicosos.
—Eso —fue su respuesta seca, simple y serena. Le escuchó perfectamente, solo que eso fue como la realización del porqué de las andanzas ajenas—. ¿Vas a esperar a que se tope contigo de repente?
Melantha se reclinó contra el espaldar de la silla, con el ojo fijo en Severa. No había tensión, solo una conversación típica entre los integrantes de Seven Kin of Purgatory —Pasaba el rato. Supongo que ahora me tocará ayudarte —reglas eran reglas, así de simple.
Invitado- Invitado
Re: Kill the Witch
Severa sonrió ampliamente, dando un pequeño sorbo a su bebida.
— Esa es la idea, cielo. — dejó la taza de té a su lado, llevándose una mano a la barbilla, pensativa. — No puedo entrar como loca, buscando a un jugador, ¿cierto? No soy tan vulgar. — cerró los ojos, ladeando la cabeza, y fingió por un momento que le interesaba lo que su compañera le dijese. Severa era en parte, la líder de la sub-división de Crime Sorcière. No tenía por qué lidiar con mocosas como ella, y mucho menos, permitirle que se llevara el crédito, cuando la bruja fue aquella que encontró al número.
No le gustaba compartir sus cosas.
Así de simple.
Bostezó, y con tranquilidad sacó un libro del obi que amarraba su yukata. Pasó las páginas de los libros con suma paciencia, deteniéndose de vez en cuando y mojando su dedo índice con la punta de su lengua, divertida con la situación. La lista comenzaba a hacerse más pequeña. Uno a uno, los jugadores enlistados comenzaban a caer. Uno de ellos se encontraba en el hotel, pero no era el momento para buscarlo. El pobre caería hacia ella con tanta facilidad... sería como quitarle un dulce a un pobre e indefenso bebé. Por otra parte, estaba el problema con Melantha. Las variables de su plan no contaban con la precipitada aparición de la mujer. — ¿Tienes algunas buenas noticias? Escuché que tu misión tuvo éxito. — intentó romper el silencio incómodo, aunque poco le interesaba lo que Melantha tuviese que decir.
Drip, drop, drip, drop.
Severa- Corrupt
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Re: Kill the Witch
Reclinada contra el respaldo de la silla, cruzó las piernas. Estiró el brazo derecho sobre el posamanos, dejando libremente que sus dedos finos y pálidos tamborilearan la superficie donde se apoyaba. Sus ojos carmesí, estáticos aunque brillantes, observaban detenidamente cada movimiento más mínimo de Severa. Qué bruja tan pedante.
Soltó un suspiro. Esto iba para rato, toda esta gala de métodos, estrategias y aguante. Debía tener paciencia, porque la bruja no rompería sus esquemas tan pulcros y de buena etiqueta para irse detrás de un número. Llevó el cuello hacia atrás, para trazar imaginariamente formas en las nubes —Si te tardas tanto, alguien más te lo robará —soltó, meditabunda. No existía un ápice de aspereza en su voz, o codicia por llevarse a ese player (del cual ni siquiera sabía que Severa deseaba reclutar). Solo le estaba comentando algo, aunque, a estas alturas esa mujer ya debería tener un plan.
Lentamente cerró los ojos, para así quedarse con la luz del mundo mortal que apenas se filtraba a través de las rendijas de sus párpados. Estaba a punto de entrar en una fantasía, hasta que Severa rompió el silencio que tanto adoraba —Tú y yo sabemos perfectamente que no te interesa lo que pase conmigo. Ahórrate esa clase de preguntas —se removió en su puesto, solo para sentarse mejor y encararle con rostro inexpresivo. Estaba algo enfadada por la falta de interés de la bruja, aunque a estas alturas ya debería estar acostumbrada. Ni siquiera el poco cariño que le tenía a esa mujer lograría mermar la personalidad déspota y desinhibida de quien yacía al frente de sí—. Hagamos algo, Severa —alargó su nombre con desdén, inclinándose hacia la mesa para dejar caer su voluptuoso busto y cabellos tan blancos como el alba sobre ésta—. Te traigo a ese infeliz y tú te llevas las alabanzas.
No era una lección, solo un simple acto para indicarle que se cansó el juego. A estas altura iba a pedir otro oficio entre los Seven Kin of Purgatory en vez de seguir sirviendo a diestra y siniestra.
Soltó un suspiro. Esto iba para rato, toda esta gala de métodos, estrategias y aguante. Debía tener paciencia, porque la bruja no rompería sus esquemas tan pulcros y de buena etiqueta para irse detrás de un número. Llevó el cuello hacia atrás, para trazar imaginariamente formas en las nubes —Si te tardas tanto, alguien más te lo robará —soltó, meditabunda. No existía un ápice de aspereza en su voz, o codicia por llevarse a ese player (del cual ni siquiera sabía que Severa deseaba reclutar). Solo le estaba comentando algo, aunque, a estas alturas esa mujer ya debería tener un plan.
Lentamente cerró los ojos, para así quedarse con la luz del mundo mortal que apenas se filtraba a través de las rendijas de sus párpados. Estaba a punto de entrar en una fantasía, hasta que Severa rompió el silencio que tanto adoraba —Tú y yo sabemos perfectamente que no te interesa lo que pase conmigo. Ahórrate esa clase de preguntas —se removió en su puesto, solo para sentarse mejor y encararle con rostro inexpresivo. Estaba algo enfadada por la falta de interés de la bruja, aunque a estas alturas ya debería estar acostumbrada. Ni siquiera el poco cariño que le tenía a esa mujer lograría mermar la personalidad déspota y desinhibida de quien yacía al frente de sí—. Hagamos algo, Severa —alargó su nombre con desdén, inclinándose hacia la mesa para dejar caer su voluptuoso busto y cabellos tan blancos como el alba sobre ésta—. Te traigo a ese infeliz y tú te llevas las alabanzas.
No era una lección, solo un simple acto para indicarle que se cansó el juego. A estas altura iba a pedir otro oficio entre los Seven Kin of Purgatory en vez de seguir sirviendo a diestra y siniestra.
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