Dead or Alive

¿Y a ti se te habría ocurrido la grandiosa idea de aceptar esta clase de misión? Tal vez no. No obstante, para Ataraxia implicaba peligro y con ello un subidón delicioso de adrenalina. El platillo perfecto para desayunar luego de haber despertado tan temprano.

Sin lugar a dudas los parámetros de la misión harían dar una vuelta a cualquiera y jamás querrán volver cruzarse con ésta, ni siquiera con la idea de peligrar en un supuesto espacio con alteraciones en el código. A muchos usuarios les asustaba tener que emplear recursos, tiempo y sanidad en aparentes problemas en el sistema, sobre todo cuando éste mismo te pedía algo a cambio: ayudar al mismo sistema, exigiendo tu colaboración. Parecía que se trataba de un problema imposible de detectar, o tal vez quería aislarlo de la manera más fácil que tener que ir a explorar la programación de aeon, o simplemente era solo un juego creado por los mimos creadores del mundo virtual.

Entonces, con su siempre vivo instinto de cazarrecompensas, Ataraxia entró en escena. Sus pies le llevaron hasta el vestíbulo principal de Tower of Nightmares, donde estuvo esperando un buen rato por su acompañante. Esperó en vano porque ya pasados 15 minutos, esa persona no se reportó, entonces decidió seguir adelante.

Cruzó esa sala, ahora andando por una especie de túnel mal iluminado que apenas podías distinguir rostros. Ahí se encontró con la lejana y curiosa silueta de una chiquilla healer sentada en el suelo, contra la pared. Era evidente que se trataba de una víctima un algo frustrada y decepcionada, se le apreciaba perfectamente en el rostro. Ante ese escenario, Ataraxia se acercó a ella, quien levantó el rostro impresionado.
—¿Cuánto tiempo llevas acá, cariño? —con un rictus preocupado, Ataraxia extendió la mano hacia ella. La curandera aceptó la oferta.
—Tal vez cinco horas. ¿Usted se enteró hace poco del problema? Tiene que ser muy valiente para pisar este terreno. —La voz angelical de esa criatura adornaba con perfección sus facciones dulces.
—Vengo a ayudar —le sonrió ampliamente. Pudo apreciar un destello de euforia en el rostro ajeno. Y así iniciaron su caminata por ese largo pasillo tan oscuro que amedrentaba hasta la bestia más valiente, con la niña apegada a la pistolera.

Hablaron un poco,  mientras se escuchaba el deslizar de los zapatos contra el suelo, un sonido que le recordaba a la lija. Entonces, a su izquierda percibió un ruido extraño. Poniéndose en guardia, se volteó hacia la dirección del sonido y se encontró con el rostro de un hombre.
—¡KYAAAAH! —la healer pegó el grito al cielo y saliendo corriendo de vuelta al vestíbulo. Ni siquiera deseaba ayudar a Ataraxia con el enemigo. Valiente ella, pensó la gunner.
—¿Quién eres? —enarcó una ceja, aún en posición defensiva, en alerta.

Un suave lo siento, cual suspiro, fue captado por los oídos de ella y quien le estuvo observando en la inclemente penumbra. Cuando esta persona supo de la presencia de otro ser que no fuesen las dos féminas, se refugió rápidamente en las sombras, escuchándose que se alejaba rápidamente por el fuerte taconear de sus zapatos. Ataraxia pudo apreciar la silueta encapuchada de esa persona, la cual se acercaba al final del túnel, y no dudó en seguirle.

Abandonó su posición defensiva, con los músculos tensos, para irse en carrera a atrapar al hombre sospechoso. Y es que, si se piensa bien, nadie en su sano juicio se quedaba observando tan fijamente a dos mujeres. Al momento que llegó al final, se detuvo en seco. Viró el rostro de un lado al otro en un intento por encontrar al hombre encapuchado, pero los resultados no fueron prometedores: solo estaban ella y el nuevo chico que arribó y asustó al mirón.

Chasqueó los labios por la huída extremadamente rápida del hombre. Como la luz era extremadamente escasa desde la alteración de la programación y existían tantos túneles en esa nueva sala, no sabría decir cuál exactamente agarro. Tenía la ligera sospecha que era el causante, no obstante, no podía enfrascarse en él, así que debería seguir adelante con la búsqueda del objetivo que dictaba la misión.

Sin abandonar el umbral del túnel, se dio la vuelta y depositó los ojos marinos en el rostro del chico —¿Mmmn~? ¿Eres tú mi compañero durante la misión? —inquirió con tono saltarín, alargando la última palabra en un énfasis pícaro.

Ataraxia movió ligeramente, una sola vez, la cabeza, meneando esa abundante cabellera rubia con destellos rosáceos para que dejara de ser un estorbo abultado en sus hombros. Ese chico parecía estático, perdido en un mundo más irreal que aeon. ¿Era posible eso? ¿Dejar a la deriva tu mente, cuando ese mundo virtual servía como factor para olvidarse de los problemas? Como si fuese un espécimen, le siguió estudiando en el umbral del túnel, sin moverse ni un solo centímetro de ahí. Para ella misma acercarse a él era algo indiscutiblemente no cuestionable. Primero deseaba una identificación y luego podría lanzar flores por todas partes si así lo deseaban, porque a fin de cuentas, con un nombre podía hacer mucho aunque estuviese capturada en la Torre de las pesadillas por mera conveniencia.

—Si no vas a responder seriamente, pierdo mi tiempo contigo —no le agradó la respuesta tan vaga, provocando que alzara la ceja derecha. Sin perder tiempo, porque había trabajo que hacer, le brindó la espalda, haciendo que los tacones de sus zapatos rojizos resonaran estruendosamente contra el suelo, una clara muestra de que avanzaba al centro de la sala por donde había huido el extraño ser encapuchado.

No se percató de los gestos del muchacho, salvo tras escuchar la pregunta ajena. Al escucharle inquirir, se detuvo en seco, virando apenas los pies para observarle por el rabillo del ojo —No exactamente. Solo sospecho que es el causante de todo lo sucedido aquí —volvió la vista al frente, encogiéndose de hombros. Luego, sin más, si eso era lo único que él tenía por colaborar, observó todos las bifurcaciones en aquella sala. Tendría que inspeccionar bien el suelo para ver si ese hombre dejó pisadas, ¿pero de qué serviría, si ni siquiera había algo que validara que fuesen recientes?

Meditabunda, Ataraxia decidió tomar el primer túnel dispuesto a su derecha. Sin saber si por ahí fue el hombre encapuchado, cayó en la conclusión de que era hacer algo o quedarse como estúpida. De todas maneras, lo único diferente de Tower of Nightmares era que nadie podía salir, aunque si entrar al dungeon. Podía estar ahí por una semana, intentando encontrar al causante, porque, realmente, no iba a detenerse hasta conseguirle.

Si el muchacho iba a seguirle, bien. Si no, opinaba lo mismo. Por su cuenta ella siguió caminando, cruzando ese nuevo túnel que parecía poseer más iluminación que el anterior y la sala ya abandonada.

No era que juzgara rápido a la gente, no obstante, así como a ella no le gustaba —para nada— estar de rodeas, esperaba lo mismo de los demás. Ciertamente podría ser considerada fría o una bruja por la actitud que le mostró, aún así es alguien bastante amigable y sociable. Pensando que le había dirigido esas palabras duras porque esperaba colaboración por parte de él, se sorprendió al verle cerca de sí misma. Quien iba a decir que, alguien que parecía —a simples rasgos— un poco falto de cooperación y extremamente silencioso, y al cual le dedicó palabras un poco fuertes, le fuese a acompañar. No se veía todos los días. Decidió que iba a aceptar su ayuda, si él deseaba dedicársela, aunque ella misma tuviese una regla de oro de no trabajar con nadie.

Supuso que el chico solo parecía un centinela que reaccionaría de manera diferente cuando la verdadera situación —atrapar al criminal— lo ameritara. No le dirigió palabra alguna hasta que su caminar le llevó hasta otra sala sin pasillos. Un lugar cerrado, en forma de cúpula, completamente desierto. No pudo evitar soltar un suspiro de decepción, mas, el chispeante brillo desafiante volvió a adornar sus ojos. Era la muestra perfecta de que seguía en pie el hecho de no rendirse, y es que ser la clase de persona que consigue todo sin importar que le confería más probabilidades de conseguir éxito en ésta misión alocada —Sigamos. —Dio la media vuelta, justo cuando escuchó la baja voz ajena. Oh, volvía a hablar. No, mejor dicho: ¡Aún sabía hablar ese sombrío ser! Sí, un completo espécimen nuevo—. ¿Sabes el camino? No pierdo nada con que lo intentes. Pareces un chico listo, aunque bastante apático —volvía a florecer su sinceridad, a veces brutal y en otras bastante dulce como el roce de un pétalo con la piel. Sin embargo, una sonrisa adornó su rostro: ese gesto le demostró que estaba siendo amable, dejando atrás el encuentro poco usual.

Muy introvertido, ¿eh? Ataraxia podía crear conversación, aunque no todo el rato. Aún así, se encontraba en esa espiral de sociabilidad, un elemento que le caracterizaba. Hablaba con él por varias razones, una de ellas se trataba que aparentemente su compañero tenía el camino para encontrar al causante, y la otra radicaba en que presentía que eran ellos dos los únicos capaces de poder solucionar ese meollo en Tower of Nightmares.

Le siguió de cerca hasta volver a la sala donde había perdido de vista al hombre encapuchado. Esos ojos vibrantes de color azul barrieron todo el perímetro para percatarse que parecía haber más túneles que antes. No es que el ambiente hubiese cambiado, sino que su vista ya se había acostumbrado a la poca iluminación del lugar. Mientras recorría lo que parecía ser el camino en dirección al objetivo, Ataraxia depositaba gran cuidado en donde pisaba. Recordó que esa torre era conocida por los monstruosos peligrosos que residían en ella, criaturas sedientas que requerían ser derrotadas en party o por individuos de un nivel 10 en adelante.

No se tenía que ser genio para saber que estaban descendiendo, hasta cambiar de escenario: una especie de cueva. El paraje no era muy agradable, por ello Ataraxia alzó una ceja —Creo que perdimos el rastro —su voz sonó en un hilillo, lo cual era extraño—. Lo más indicado es no abrir ese cofre. Se ve muy sospechoso —declaró—. Mejor volvamos por dond... —cuando pronunciaba dichas palabras, dándose la vuelta al mismo tiempo, sus ojos se abrieron de par en par. No había camino de vuelta. Éste desapareció por completo, como si nunca hubiese existido—. ¿Realmente tenemos que abrir ese cofre para salir de aquí?

No deseaba abrir ese cofre, se le podía apreciar en el rostro serio. No obstante, ¿cómo iban a salir de ésta? Si se detenía a apreciar la sala, lo cual no tardó en hacer, todo a su alrededor era una prisión. Al ascender el rostro se percató que no existía ni un hueco de salida, tan solo cuatro paredes, un cofre sospechoso, posibles trampas y ellos dos. Ah, qué travesía tan alocada. Soportaba perfectamente la situación de estar atrapada, incluso en una torre donde el código había sido modificado para mal. El hecho de que estuviera sumamente tranquila se debía a que creía fervientemente podre culminar exitosamente esa misión, sin importar qué. Siempre lograba a toda costa, sin quitarse cara, lo que se proponía.

Suspiró suavemente, meditabunda en su mundo. Pensaba en planes, inspeccionaba las paredes con la mirada azulina y hasta tenía pensando escalar las paredes para detectar algún botón que abriese una puerta secreta. Pero no consiguió resultado positivo alguno. Nada era favorable. Esas paredes eran tan lisas que era imposible meter una hoja de papel entre sus ranuras. Repentinamente el chasquido de algo que accionarse llegó a sus oídos. Sus ojos se desviaron a esa extraña abertura en el suelo. Por su parte, ella nunca esperaba avanzar, solo quería estudiar el paraje y entablar una solución con el chico, pero parecía que él había sido más intrépido que ella y logró accionar una especie de trampa inofensiva que podía catapultar a otras —No hagas nada arriesgado —frunció el ceño, preocupada por las posibilidades, las cuales siempre eran fatalistas en Tower of Nightmares.

Y lo que esperaban sucedió.

Otro movimiento en falso generó el caos. Ataraxia simplemente permaneció quieta, firme con su postura, mientras al frente de sus ojos se desplegaba una serie de trampas y la vida del chico pendía de un hilo. Fue asombroso que ella no se viera atrapada en anda de eso, que solo estuviera ahí, como si fuera un simple paseo. Bien, el chico parecía alguien adepto a estar quieto, pero para tomar decisiones era igual de caótico que el lugar. ¿Qué intentaba al haber hecho aquello?

Y bueno, no iba a quedarse ahí cuando apreció que si todo era caótico, ahora parecía el apocalipsis. Gracias a su agilidad, logró agacharse para esquivar una estaca encendida, la cual se clavó en la pared. Ataraxia aprovechó eso y tras pegar un salto, se agarró de la estaca elevada a dos metros del suelo y aferró los pies contra la pared. Milagrosamente la apertura, por donde entraron, apareció y fue así como se deslizó un poco por la pared, valiéndose de la ayuda de las ranuras, y ejecutando otro salto —porque había que recordar que siempre estuvo cerquísima de la entrada— logró alcanzar el origen. «Al menos esa acción arriesgada permitió que pudiésemos escapar.» Como la oscuridad era muy profusa, posiblemente el chico no pudo apreciarle, más aún porque se había salvado primero que él, justo en el momento que supo que la entrada se digitalizó de nueva cuenta.

Mirando la espalda del joven, rompió su propio silencio —Lección aprendida. Movámonos para la siguiente estancia —con la mano sobre la cadera diestra, utilizó la mano zurda para echar varios mechones de cabellos rubios hacia atrás. Sin más, Ataraxia volvió a la sala donde se bifurcaba todo, mirando sobre su espalda —cuando se detuvo en el centro— y apreciar si el chico le acompañaba. Entonces, en esa solitaria estancia circular se escuchó el eco de pasos surgir en un túnel del centro —¿Qué tal por allá? —Ataraxia señaló el túnel más centrada, de donde creía que provenían los pasos, esperando que, como el chico siendo guía —porque ella misma presentía que él poseía una habilidad especial de rastreo, o al menos lo sospechaba— podría cumplir nuevamente su tarea.

Cuando sus ojos se enfocaron en donde debería venir su compañero, se percató que nadie estaba ahí. ¿Acaso sería él el causante de todo esto y solo estaba jugando con ella? Lo que fuese, no podría resolverlo tan simplemente porque solo se encontraba ella en la estancia anterior donde los caminos se bifurcaban. Así que esto cada vez se volvía más extraño.

Al llegar al centro de la estancia, de repente el suelo comenzó a abrirse y, en un intento por volver de donde vino durante el inicio de la travesía, se percató que salvarse sería imposible. Cayó en picada por aquel agujero oscurísimo. La caída fue otra cosa que le provocó, más que molestia, un deje de preocupación. Si bien poseían ítems para salvar su pellejo, no estuvo en sus planes usarlos tan pronto cuando se percató que su barra de vida bajó drásticamente de un 100% a un 20%. Lentamente, adolorida, se sentó en los escombros  imposibles de identificar y, desplegó su inventario para así seleccionar la pócima que curaba en su totalidad la barra de vida.

Se levantó para comenzar a explorar el lugar, pero antes de lanzarse al vacío inhóspito, decidió invocar su set de pistolas. Repentinamente, detrás de sí una tenue luz cálida atrapó su atención y, esta al despertar sus sentidos, provocó que se echara a un lado, chocando contra la pared. Un rayo salió disparado por donde alguna vez estuvo ella. Inmediatamente sus ojos se enfocaron en el punto donde surgió, tratándose del mismo encapuchado que le había espiado desde las sombras. Por un momento él intentó huir al apreciar que su ataque falló —¿A dónde crees que vas? —arrugó el entrecejo, iniciado una ráfaga de balas en modo desesperado contra él. Las balas alcanzaron al sujeto, impactándole de lleno y deteniéndole. Por ello también se detuvo, guardando distancia —Estoy muriendo por escuchar un sí a que si eres el causante de todo esto. Aunque, igual pienso darte una tunda —mantuvo los cañones humeantes de Cassiopeia y Polaris apuntando en dirección homóloga. Con su ataque desesperado supo que redujo la barra de vida ajena de una manera considerable, mientras, su astucia le indicaba que siempre guardar la distancia —especialmente porque era pistolera— era lo mejor.  Y es que no conocía nada del enemigo.

—¿Y si lo fuera? ¿Qué me harás? —inquirió adolorido, haciéndose notar el efecto extra del ataque de Ataraxia: las quemaduras que bajaban poco a poco la vida.

—Qué bueno que preguntas —sonrió pícaramente, porque no le faltaban escuchas para pegarle dos balas en el trasero. Entonces, coordinó un ataque de una bala cada pistola tras apretar el gatillo e, viajaban las balas a una velocidad indescriptible, impactaron en el torso del individuo. Sucesivamente se generó un vendaval que lanzó de lado a lado, contra las paredes, al hombre. Así fue cómo él se desmayó—. Duh. Me diste la respuesta al atacarme. ¿Otra pista? Esas preguntas retóricas —flexionó el brazo izquierdo, pegando el cañón de Polaris a la oreja mientras guiñaba un ojo y suspira resignada. porque no fue secreto que dijo a pulmón que atraparía al causante del encierro de los programas y jugadores en la torre. Y es que, alguien tan apegado por hacerle la vida imposible solo poseía una solución: el causante.

Una vez que lo inmovilizó con un artefacto especial que robó de the Vault, parecía que todo volvía a la normalidad. La torre perdió ese encanto de cárcel, dejando escapar a la gente en un suspiro. Se pudo dar cuenta de ello cuando escuchó gritos de felicidad y alivio. Ahí mismo se sintió orgullosa del logro, aunque hubiese sido sola. Y bien, tampoco fue tan difícil, hasta el tipejo que ocasionó todo el caos era sumamente débil. En fin. Por su parte, la misión no había terminado: cuando pudo salir de la torre quién sabe cómo al cruzar por indescifrables pasadizos que no tenían trampas ni mucho menos monstruos —posiblemente una red de escape o para escalar al piso más alto, lo cual no le echó importancia porque debía entregar al susodicho— finalmente pudo respirar aire fresco.

Le costó un viaje fácil a los cuarteles de Infinity en Destiny y, finalmente entregó al causante. No sabía si era un programa, tampoco le importaba: ahí les dejaría el problema y que lo resolvieran ello.