Keep Yourself Alive

Su voz se quebró en jadeos, mientras corría a gran velocidad para ocultarse detrás de una colosal roca. Quizás ahí no le encontrarían esos susodichos Tigre y Dragón. Era de estúpidos haber aceptado la misión sin siquiera esperar a su compañero o compañera, pero en vista de que no obtuvo respuesta alguna, decidió seguir adelante. También, si uno lo piensa bien, era más que de idiotas llegar a esa aldea y, de una vez, tras ver todo el desastre ocasionado por los programas corruptos, irse a la acción. Según los aldeanos que en ocasiones  llevaban ofrendas a los Guardianes del Norte, ese comportamiento nunca se presentaba en sus “dioses”. Aclamaban que esas criaturas celestiales eran protectoras y que, el templo en donde yacían estatuas de ellos, permanecía constantemente protegido por ellos de una manera indescriptiblemente invisible. En otras palabras, era muy extraño que mostraran sus rostros en el mundo de la piel y que, evidentemente, algo les había hecho enfadar. Fuera lo que ellos suponían, a Neil le tenía sin cuidado. Él sabía que un virus los corrompió, algo que esos aldeanos programados no entenderían.

Entonces, ahí se encontraba, siendo rastreados por el Tigre de hermoso pelaje níveo. Su tamaño colosal era tal que acompañado de su rostro feroz provocarían que hasta el más valiente llorara. El Tigre no le preocupaba mucho, pues siempre parecía enfrentarse a él; a quien temía, por sus acciones inesperadas y su impresionante camuflaje, era al Dragón. Ese ser alado aparecía repentinamente, dándose cuenta Neil de aquello con lo poco que llevaba de batalla. Parecía una danza de atracción: el Tigre atraía a su presa, mientras que el Dragón se encargaba de lo demás; lo cual debería ser al revés. Aún así, esos bastardos estaban trabajando en equipo, y vaya que les funcionaba.

Decidió permanecer en sumo silencio, con las Mauser C96, cada una, en sus manos enguantadas. Dudaba que alguien viniera a ayudarle, tampoco esperaba a alguien...

—Me lleva el... —su boca se asemejó a una línea monótona, escuchando el estruendoso rugir del tigre, quien se encontraba prostrado, de pie, sobre la colosal roca que él mismo utilizó como escondite. En realidad, se lo esperaba, aunque no tan pronto. Nadie podía vivir escondido en una roca bastante sospechosa, y como tremendo animal pensante y capacitado que era el guardián, también pudo haberse valido de su olfato. ¿Y acaso él mismo tenía olor en aeon? Preguntas futuras para formularles a los creadores.

Elevando la cabeza, apreció con rostro neutral cómo una flecha viajaba directo hacia el Tigre, quien logró esquivarla sin ningún problema. Inmediatamente, la imponente criatura optó por hacer el follaje su arma primordial. Más que inteligente. Ahora, en sí, el problema era el dragón, que no sabía en dónde diantre se encontraba.

Esa mujer no tenía que pedirle dos veces que saliera de ahí, a pesar que ella había evitado que el felino le causara un game over o heridas graves, sino la repentina aparición del dragón, el cual se despojaba del camuflaje, y salía disparado de la copa de los árboles cercanos directo a la mujer. Al guardar las pistolas con extrema velocidad, hizo uso de dos de sus habilidades: la potenciación de todos sus estatus y, luego se mordió la muñeca, manipulando su propia sangre. Con las gotas del líquido carmesí flotando a su alrededor, en cuestiones de segundos, creó una lanza tan alargada que, al echar una carrera hacia donde se colisionaría el dragón —contra la fémina— en pocos segundos, la lanzó contra el enemigo y logró perforar ligeramente la coraza escamosa.

Producto del ataque ajeno, logró que el dragón chillara de dolor y así fue como se resguardó entre los arbustos, imitando a su compañero. Podrían estar a salvo por unos pocos segundos, pero estaba más que evidente que esos dos volverían a por más —No tenemos tiempos para hacernos amigos —a sabiendas que su ataque llegó a tiempo, evitando que la chica sufriera, era evidente que estaba a salvo—. Tracemos un plan —susurró en un intento de que no descubrieran nada. Guardando una distancia prudencial, bajó la mirada hacia ella por la diferencia de estaturas—. Hay un templo cerca, quizás en honor a ellos dos. Podríamos utilizarlo para que uno de nosotros los atraiga, porque tienen creces de vengarse, eso no lo dudo, y el otro se esconda en las sombras para así coordinar ataques contra él. El detalle es que tendremos que separarnos para que tomen el anzuelo —no quería perder tiempo en nimiedades, más aún porque había conocido la letalidad de ambos y que, a pesar de ser fuertes, no sentían muy bien la presencia de los demás—. ¿Opiniones? ¿Quejas? ¿Quieres ser el cebo o la que se esconde? —parecía patán, pero realmente la realidad dictaminaba lejos de esa situación. Solo sabía que esa sería una de las pocas conversaciones que podría tener con ella, para poder lograr que la misión fuese un éxito.