Dragon Hunt

Recordó las advertencias de su abuelo con respecto al exterior. Entre los lugares prohibidos —aunque estaba de más decir que casi todos lo eran debido a Dinistr— se encontraban Eutha, Thuren y Sorel. No obstante, que en paz descanse su abuelo, ya ninguna de las advertencias podían amarrarle o detenerle. Todo este asunto de libertad, una carrera contra el tiempo, se trataba de huir de Dinistr, conseguir el componente para crear el Elixir de la vida y, ¿por qué no? Aprender sobre el mundo que tanto Weiss le prohibió.

Entonces, ahí se encontraba. Sorel. La ciudad de los dragones, donde posiblemente conseguiría ingredientes para crear pócimas y demás. Unos cuernos o escamas de dragones, cazados bajo sus propios esfuerzos en vez de comprarlos, le regocijaba el corazón en sobremanera.

— ): —un chistoso sonido fue emitido directamente de la esfera flotante, lisa y brillante de un color platinado, que acompañaba a Metis. Se trataba de Tyche, algo inconforme con la visita a Sorel.

—Sigue gastando aliento. No me vas a detener con esa cara —la alquimista siguió caminando, evadiendo los escombros difíciles de atravesar e ignorando los refunfuños electrónicos de Tyche. Evidentemente, estaba alerta ante la presencia de cualquier criatura, sea un humanoide o los monstruos que se desplazaban libremente por ahí. Por otra parte, no podía ocultar su asombro y encanto por las ruinas. ¿Qué historia ocultaba aquel lugar tan inusual, exquisito y particular?

Sin percatarse de la presencia del otro individuo que rondaba, tal vez bastante cerca, siguió en lo suyo. Tampoco contaba con que encontraría a otra persona ahí y es que estaba en su propio mundo. Finalmente, decidió no preocuparse por si otro humano o humanoide aparecía, ya que la ciudad en ruinas le había absorbido con su interesante estructura derruida. En realidad le preocupaban más las criaturas, sabiendo que los dragones eran peligrosos. En fin. Mientras caminaba, dio con el esqueleto de un dragón.

—¿Cuántos habrán? —inquirió, adoptando una expresión pensante. Tyche emitió un "?", confundido, pues no sabía qué responder—. A ver qué tiene éste —con los remanentes de ese esqueleto, se dispuso a investigarlo usando las manos y la mirada, para ver si encontraba escamas, cuernos, colmillos o algo interesante.

Debido a que encontró belleza ahí, bajó la guardia por un instante. Desde la izquierda de Tyche y ella se asomaba, cautelosamente, la sombra de una presencia aterrorizante y gigantesca —la cual se confundía con el paisaje por el color de sus escamas y se resguardaba como los escombros—. Cuando la criatura estuvo cerca de la ingenua alquimista, abrió las fauces para devorarle. No obstante, Tyche se percató de esa presencia y empujó, cual balón impactando con alguien, a Metis. La chica salió disparada hacia atrás —algo cerca de donde se encontraba la chica desconocida— cayendo de bruces sobre el suelo a varios metros del enemigo; mientras, Tyche intentó pelear contra el monstruo, para fallar en vano: fue lanzando de un coletazo, a varios escombros cercanos.

Cuando sus ojos carmesí dieron con la figura del monstruo, se percató que era un dragón con muchas cicatrices y de apariencia colosal. Su torpeza e ingenuidad la llevaron a esto. Aún así, no estaba asustada, sino preocupada —¡Tyche!

Sabía que la batalla no estaba perdida, ya que ni siquiera le temía al dragón, pero no sería fácil salir ilesa de ahí o siquiera acabar con la criatura en poco tiempo. Entonces, entre el dragón y ella apareció una misteriosa chica con una capa oscura e hizo aparecer un gran cañón. Era casi como sacado de un libro mágico, de esos que su abuelo le leía porque quería entretenerla. Gracias a la aparición de su salvadora, se levantó rápidamente; por desgracia, no podría combatir a su lado tan fácilmente. Una de las desventajas de almacenar todo en Tyche, y usarlo como objeto para transmutar, que es debía tenerlo cerca.

Una vez de pie, inmediatamente fue hacia donde estaba Tyche. Tomó a la esfera y la examinó —¿Estás bien? —inquirió altamente preocupada.

— (: —respondió inmediatamente, una muestra clara que sus sistemas estaban en excelente estado. Se soltó del agarre de Metis, flotando vivarachamente alrededor de ella. Estaba listo para la batalla.

Bien. No había tiempo que perder, del interior de Tyche extrajo el cristal para invocar a su Homúnculus. Una vez afuera, ante el contacto de las manos de su creadora,  el objeto circular de color arena brilló intensamente y fue transmutado gracias al Stigma especial tatuado en el cuerpo de la alquimista. Así fue como Paracelsus emergió y se lanzó al dragón, atrapándole las fauces y abriéndoselas por completo —¡Dispárale ahí! ¡Rápido! —le gritó a la chica. No quería darle tiempo al dragón para que ejecutara una taque más peligroso.

Paracelsus sostenía firmemente las fauces del dragón, deteniendo el avance de esta poderosa criatura. Metis, acompañada de Tyche, no sabía cuánto iba a resistir su Homunculus si la pelinegra no atacaba cuanto antes. Pero su llamado a la chica desconocida, y sus propios deseos, no tardaron en ser escuchados.

Observó atentamente cómo actuó la chica, cargando el cañón que poseía y con el cual le había defendido. Cuando aquella carga de energía fue disparada directo al interior del dragón a través de las fauces, Metis le espetó a Paracelsus —¡Muévete! —el Homunculus de apariencia cristalina se hizo a un lado rápidamente al escuchar el grado de desesperación de la alquimista, quien temía que, aunque Paracelsus pudiese ser traído a la vida en cualquier momento, la fuerza del ataque de su aliada podría quebrar el cristal que contenía a la creación alquímica.

Inmediatamente, el dragón gigante tragó el rayo de energía lanzando por la pelinegra. Se pudo apreciar que sus entrañas, exactamente donde se encontraba ubicado su estómago, adquirían un color incandescente y, finalmente, terminó por explotar internamente debido al ataque. Así fue como lo derrotaron con rapidez y a tiempo. Quién sabe qué hubiese sucedido.

Paracelsus volvió al lado de Metis, quien chasqueó los dedos y este volvió a ser un cristal. Introdujo el artefacto en el interior de Tyche, salvándolo. Luego, corrió hacia la chica de cabellos negros, siendo acompañada de la esfera flotante —Eso fue impresionante —sonrió un  poco—. Muchas gracias por ayudarme, eh... mmn... ¿Cuál es tu nombre? —iba a agradecerle utilizando el nombre ajeno, pero, ni sabía cuál era.

Sonrió ampliamente, bastante emocionada por saber cuál era su nombre y conocerle un poco más. Por su curiosidad y emoción no le prestó atención a la timidez de la chica —Ese es un nombre bastante bonito —obviamente lo relacionó con los astros,  algo que siempre le fascinó desde pequeña ya que en ocasiones Weiss le leía libros de astrología como si fuesen cuentos de hadas—. Me llamo Metis. Y él es Tyche —señaló a su acompañante esférico, quien solo emitió soniditos electrónicos en forma de saludo. Tyche estaba agradecido, pero en ocasiones ni hablaba o hacía algo interesante, solo que ahora pasaba el susto del enfrentamiento—. ¡Un gusto, Stella! —extendió la mano diestra hacia la chica, en son de sellar ese encuentro.

Luego, desvió los ojos al cañón que Stella poseía —Es un arma sorprendente —pestañeando un par de veces al estudiar el arma. Claro, en Zoetrope no había apreciado la gran variedad de armas y equipo que yacían en el mundo exterior, pues en el laberinto se limitaba a crear y estudiar aquellas que creaban su abuelo y ella—. Por cierto... Sé que puede parecer que me inmiscuyo en tus asuntos, pero me gustaría saber... ¿A qué viniste para Sorel? —inquirió algo apenada.

No pudo evitar soltar una corta risilla, sin el afán de burlarse de ella o humillarle. Exactamente no entendía por qué Stella se sonrojaba, en realidad. Aún le faltaba saber cómo trabajan muchas emociones humanas y de otras razas en ese vasto mundo —No es nada —niega levemente, aún sonriente.

Una vez que sellaron el encuentro con un apretón de manos, se sintió extrañamente cómoda con la presencia de Stella, quien ante sus propios ojos, se mostraba bastante sincera y sencilla. Tal vez eso se debía a que, por muy poco que se conocieran y lo corta que fue la batalla, sintió una inusual simpatía luego de derrotar al dragón —Y ya puedo ver porqué no te despegas de él —soltó otra risilla.

Por un momento se preocupó ante la postura de la chica, pensando que había mencionado algo indebido, pero al escuchar la pronta respuesta ajena... Supo que no era así —Ah, ya veo. Creo que somos dos que piensan lo mismo. Este lugar me fascinó bastante por sus criaturas, pero parecer ser muy peligroso para explorarlo o conocer sus maravillas —arrugó el entrecejo, con Tyche asintiendo—. Presiento que en cualquier momento puede pasar lo que sea.

—Al menos podemos jactarnos de que detuvimos a uno —soltó una risilla despreocupada. En éste mundo, curioso para ella, sobrevivir era primordial. Sentía un ligero escozor de lástima en el corazón, ese que le decía que fue cruel haber acabado con la vida de tal imponente criatura; no obstante, debía defenderse y, en éste caso, la criatura era sumamente agresiva poniendo en peligro la vida de no solo ella misma, pero también la de Stella y Tyche. Solo hizo lo que debía hacer.

Para ella misma, quien era una loba solitaria en ocasiones, no sintió ni un ápice de malicia en Stella. Aunque apenas se conocieran, Metis había aprendido a seguir a un cien por ciento sus instintos y creencias, por ello se permitió seguir allí y hablar con la chica que le ayudó —Mmn... Si existe la oscuridad, entonces también la luz. Ah, no es momento de filosofar... ¡Sí! Creo que si hay dragones buenos, aunque, quizás se oculten del tipo de dragón que nos atacó... Y de nosotros —aplicó el dedo índice sobre el mentón, arrugando el entrecejo con rictus meditabundo y puchero de por medio—. ¿Acaso quieres buscar uno? —curiosidad, eso fue lo que le inspiró la anterior pregunta de Stella.

Soltó una risilla suave, encontrando a Stella bastante divertida e ingenua. Le daba la impresión que su acompañante no conocía del todo ese mundo, por supuesto, también estaba la otra posibilidad de que se equivocada. No obstante, Metis consiguió una coincidencia entre ambas: querer explorar ese lugar para saber si había un dragón de alineación buena rondando por ahí. Para sí misma, ligada a una clase científica, investigar aquello podía sobrecoger su sed de curiosidad por un periodo de tiempo, y es que saber de cualquier cosa le inundaba el alma de felicidad. Además, teniendo a Tyche, tal vez podría intentar entablar una conversación inteligente con la criatura; ¿por qué no? No tenía nada que perder... Al menos que el dragón fuese bastante apático.

—Hahahaha, creo que nos llevaremos muy bien, Stella —asintió jovialmente, con una amplia sonrisa adornándole el rostro de facciones delicadas. Entonces, virando apenas su cuerpo a la izquierda, barrió con la mirada el lugar. Por culpa de la batalla anterior, ella misma no había tenido tiempo para saber cómo eran los alrededores. A lo lejos avistó una especie de entrada a una estructura subterránea, tal vez un laberinto—. Ese lugar parece algo peligroso... ¿En dónde podríamos conseguir a dragón bueno? —volvió a encarar a Stella, meditabunda—. ¿Tú qué crees?

—Sí, es mejor hacer como dices —asintió, como conclusión. Era lo más seguro. No se hizo esperar en cuanto al escuchar la propuesta de Stella, asimismo, inició la caminata de exploración—. Es muy posible. Este lugar guarda tantos misterios —arrugó el entrecejo y los labios, moviendo estos un poco al lado, adquiriendo un rictus algo confuso. Realmente le interesaba saber qué deparada la ciudad en ruinas de los dragones.

Tyche solo admiraba al par de chicas, siguiéndolas desde una distancia prudente. A la esfera tecnológica nunca le había agradado las amistades de Metis, cual huraño que era, porque siempre tuvo la concepción de que si su compañera prefería trabajar en solitario —sin comprender los sentimientos humanos— entonces así debía ser. Y es que, también, poseía habilidades cero en cuanto a socializar, algo que siempre la alquimista le remarcaba.

De las sombras engañosas de las ruinas se arrastró otra bestia como la anterior y, siendo llamada por el brillante objeto volador con forma esférica que se asemejaba a un tesoro, abrió sus fauces dentada, atrapando a Tyche. Un chirrido metálico avivó a Metis, quien volvió sus ojos hacia su compañero, para darse cuenta que era sujetado por un dragón oscuro que se arrastraba cual lagartija porque carecía de alas —¡¿Por qué te llevas a Tyche?! —pregunta más tonta, pero Metis solo pudo reaccionar así y, con su látigo, intentó atrapar la cola de la criatura. No obstante, falló; la fuerza de la criatura, al batir su cola contra el aire, provocó que Metis se cayera de bruces contra el suelo. El dragón se escabulló rapidísimo por la especie de cueva que antes había mencionada y omitieron en entrar.

—Lo siento, Stella... Parece que después de todo tendré que ir por ahí —dijo con rictus triste. Aunque esa criatura quisiera triturar a Tyche, no podría por la resistencia de su amigo; sin embargo, el asustaba que él sufriera o dejase de funcionar. Se levantó, limpiándose el sucio e ignorando los leves raspones en su cuerpo, para así volver a guardar su látigo. Tal vez Stella no querría ir por ese laberinto subterráneo, pero ella misma debía hacerlo, así que caminó hacia el inicio de aquel lugar indeseado, al cual miró con desconfianza.

Esa boca de lobo no le inspiraba confianza. Remotamente parecía algo seguro, con evidencia. Sin más, solo podría internarse porque algo verdaderamente malo había sucedido, y eso era: Tyche fue secuestrado. Como valoraba con inmensidad a su amigo metálico, haría lo que fuera por él. Se percató que Stella le iba a acompañar cuando ella le siguió hasta ahí. Con ese apoyo, y después de titubear un poco, aunque realmente no tembló, decidió internarse en la cueva —Gracias por acompañarme.

—¿Por qué se habrá llevado a Tyche? —no estaba al tanto del comportamiento de los dragones, y pensando que Stella sabía más sobre ellos, y acerca del mismo mundo, le lanzó esa pregunta—. Ugh, está muy oscuro acá. ¿No tendrás algo que nos pueda servir para iluminar, Stella? —arrastraba los pies, preocupada de tropezarse con una roca y ocasionar una accidente. Como deseaba que Tyche estuviera ahí, pues él era capaz de ayudarles con la iluminación.

—¿Brillante? … Oh, no... —arrugó el entrecejo en extrema preocupación. Eso sería un gran problema, porque entre la apariencia brillante de Tyche y su personalidad estrambótica y buscapleitos, le daría un gran dolor de cabeza al dragón. Solo esperaba que su compañero no fuese tan tonto como para provocar a la criatura, de la cual no poseían tanta información —a diferencia de Stella, quien parecía saber aunque sea algo—.

«Vamos, Tyche. Deja tus delirios de grandeza atrás y disimula ser una simple esfera brillante.»

—Espero no coma cosas brillantes... —agregó con voz ligeramente nerviosa, mientras pisaba con cuidado en la bastedad de esa cueva—. Hay que apurarnos —se mordió el labio inferior justo cuando Stella sacó a relucir una idea, algo que podría funcionar con respecto a la iluminación. Inmediatamente observó a Stella con una llama en su ojo derecho—. ¡Wow! Impresionante —parpadeó un par de veces antes de agregar algo más—. ¡Claro que será de mucha ayuda! Ahora puedo ver mis pies —sonrió ampliamente, mientras siguió caminando con más seguridad.

A lo lejos pudo ver una sombra un tanto diferente, casi parecida a la del lagarto gigante... Al menos creyó que se trataba de eso en toda aquella penumbra. De repente, alrededor de ambas se escuchó que algo se deslizaba a gran velocidad, casi en círculos. Por costumbre, Metis se detuvo y adoptó una posición defensiva, mirando a Stella por unos segundos y luego a todo su alrededor.